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Almería, a la que los poetas contemporáneos han querido definir como tierra de sol y contrastes –nadie, salvo Lorca y Carmen de Burgos, puso el ... ojo en este tierra hasta el aterrizaje de Juan Goytisolo– se encuentra inmersa en un proceso de transformación social que está redefiniendo su identidad. Algunos le tienen pavor al cambio. Son los mismos que prefieren una Almería adocenada, limitada y arrinconada, sevilista e incapaz. Por suerte son pocos en una tierra acostumbrada a pelear, a competir y a trabajar.
Lo cierto es que la llegada de personas procedentes de diversos rincones del mundo ha enriquecido nuestro tejido social, aportando nuevas perspectivas, tradiciones y formas de entender la vida. Lo hablaba hace poco con una compañera periodista y almeriense de elección, Yaddy González. Pocos conocen su historia. Yaddy fue en Colombia, de adolescente, lo más parecido a Marisol o a Pippy Calzaslargas en el país sudamericano en el que nació. La vida le llevó a Estados Unidos y a España hasta que aterrizó en Almería, anónima y con muchas ganas de trabajar y emprender. «Somos almerienses», subraya. Y tanto que lo son. Y probablemente con más ganas, porque a ellos no les vino dado con el nacimiento, sino que lo eligieron. Como muchos de nuestros padres y abuelos fueron catalanes y levantaron esa tierra, ahora muchos almerienses nacidos fuera son 'costaleros' de nuestra economía y aportan riqueza cultural aquí.
Este fenómeno migratorio, lejos de generar conflictos, ha propiciado un encuentro intercultural que está floreciendo en todos los ámbitos de nuestra sociedad. Los pequeños desajustes iniciales, inevitables en cualquier proceso de adaptación, están siendo superados gracias al diálogo, la empatía y el respeto mutuo.Ya queda poco de aquella Almería de los sucesos de los 2000, recónditos en la crónica negra.
La Universidad de Almería (UAL) se ha convertido en un claro ejemplo de esta integración. Sus aulas acogen a estudiantes de múltiples nacionalidades, que comparten conocimientos, experiencias y sueños. Si no se lo creen, hagan un ejercicio de observación. Acudan a la salida de un instituto. O siéntense una mañana al sol en el paseo central del campus. Lo que verán les va a maravillar. Este crisol de culturas está generando un ambiente enriquecedor, donde la diversidad se convierte en un valor añadido de aprendizaje. Esto no es 'wokismo', no es ideología. Es una realidad tangible en nuestra tierra.
Los datos de la UAL, el número de estudiantes extranjeros ha aumentado significativamente en los últimos años. La mayoría son residentes, hijos de quienes migraron hace varias décadas. A estos hay que sumar otros 600 alumnos que vienen de otros países a estudiar aquí en un claro reflejo del atractivo de nuestra universidad como centro de conocimiento y convivencia intercultural. Pero lo mejor de todo es que las nuevas generaciones de almerienses, con orígenes diversos, están demostrando su talento y capacidad en todos los campos. Jóvenes brillantes destacan en el ámbito académico, científico, empresarial y cultural, aportando su visión innovadora y su compromiso con el progreso de nuestra tierra. Hace poco, un conocido me comentaba cómo en un centro escolar de Almería se concentraban al menos 8 alumnos en prácticas de los que seis, todos con estudios superiores en magiterio, informática, logopedia o psicología, tenían padres nacidos fuera de nuestras fronteras. Estos jóvenes, que pronto serán docentes, médicos, ingenieros, químicos o informáticos, son el mejor ejemplo de que la diversidad es un motor de desarrollo. Su éxito profesional y académico es un motivo de orgullo no solo para el esfuerzo migratorio de sus padres, sino para todos los almerienses, que observan cómo el ascensor social sigue –aunque con fallas– funcionando y esta tierra se ha convertido en un lugar lleno de oportunidades vinculadas al esfuerzo de cada individuo.
Pese al alto componente migratorio de nuestra sociedad, estudios recientes del Observatorio Andaluz de Migraciones (OAM) destacan el alto grado de integración de la población migrante en Almería. La mayoría de los migrantes se sienten acogidos y valoran positivamente la convivencia intercultural. Almería, aunque muchos no lo vean, se está convirtiendo en un referente de convivencia intercultural. Nuestra sociedad ha sabido aprovechar la riqueza de la diversidad, convirtiéndola en una oportunidad para el crecimiento y el progreso.
La Almería del presente es una sociedad abierta, tolerante y plural. Y valora, sobremanera, el esfuerzo quizá por eso de que a esta tierra siempre le cuesta un poco más que a otros territorios llegar a la meta. Es justamente lo que le ocurre a los migrantes: su esfuerzo físico, social, cultural y laboral vale doble.
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