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Futuro perfecto

Puerta Purchena ·

«El sábado que me imagino en esta tarde de viernes será radiante, no soplará ningún viento molesto y mi hijo se portará de maravilla»

ELENA SEVILLANO

Domingo, 19 de mayo 2019, 14:43

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Escribo este artículo un viernes por la tarde, que es mi momento preferido de la semana. Porque es cuando hacemos planes con los amigos y la familia para los dos días de descanso que se avecinan. Supone la expectación ante todo lo bueno que va a traer consigo el finde: que si playa el sábado por la mañana y tapeo en el Paseo Marítimo, que si excursión el domingo. Y la prueba evidente de que, yo al menos, tiendo a anticipar el futuro más que a vivir el presente.

Me acuerdo de las clases de yoga, cuando la profesora nos pedía que disfrutáramos del ahora, que nos concentráramos en nuestra respiración e intentáramos que la mente no se nos fuera a lo que teníamos que hacer dos horas después, o al día siguiente. Y es verdad que al menos a mí me cuesta ese ejercicio. Por la ansiedad, el estrés y la rapidez con la que vivimos, supongo. Pero es que también hay que tener en cuenta que el futuro, así evocado, es perfecto. El sábado que me imagino en esta tarde de viernes será radiante, no soplará ningún viento molesto, mi hijo se portará de maravilla y jugará con los demás niños sin peleas ni conflictos, los adultos pasaremos una tarde estupenda... Pero sé, por experiencia, que no será exactamente así. Nos lo pasaremos muy bien, de eso estoy segura, pero quizás sople viento, o se nuble, o mi hijo se ponga pesado o tenga una rabieta. La realidad, por buena que sea, va a ser menos maravillosa que como me la imagino ahora.

Es igual que con las vacaciones de verano, que empezamos a planear, y casi que a disfrutar por adelantado, a partir de mayo. Este año alquilaremos una autocaravana y nos iremos a Cantabria, y quizás saltemos al País Vasco. Comeremos estupendamente, y pasaremos fresquito. Mmmmmm. Entiendo perfectamente a los que disfrutan de los preparativos casi como del viaje en sí. Creo que es, entre otras razones, porque en esos momentos la escapada que están organizando es impecable, inmejorable, no tiene fallos, ni imprevistos, ni vuelos retrasados ni hoteles decepcionantes ni un dolor de estómago inoportuno ni demasiada gente en calles o monumentos. Después llegará la realidad, con sus claros y sus oscuros, y, bueno...

Por la misma razón, odio los domingos por la tarde, antesala de los lunes, de la vuelta a la normalidad y a la rutina, y a los problemas que se quedaron aparcados a las puertas de ese paréntesis que representan dos días de descanso. Lo único que queda es el consuelo de que, al igual que el sábado nunca será tan estupendo como me lo imagino, el lunes tampoco habrá de ser tan terrible como lo evoco en mi momento mustio de la semana. Y en realidad no suele serlo.

Pero, qué quieren que les diga. Puestos a no ser capaz de vivir el presente y elucubrar sobre lo que aún no ha ocurrido, prefiero las tardes de viernes a las tardes de domingo.

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