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Caridad: La belleza sobria y austera del Traslado del Señor al Sepulcro

La hermandad, con sede canónica en la Iglesia de Santa Teresa, en el barrio de Oliveros, llevó a cabo en la tarde del Viernes Santo una Estación de Penitencia sobria, seria y totalmente en silencio, destacando el maravilloso Misterio de Miñarro

Aroa García

Almería

Viernes, 18 de abril 2025, 23:43

Era Viernes Santo, y una campana sonaba mientras un muñidor, vestido con un traje inspirado en la Corte de Felipe II, marcaba el camino. El tañer de la campana anunciaba la llegada de un difunto: la Humilde Hermandad de San Francisco de Asís y Cofradía de Nazarenos del Santísimo Cristo de la Caridad en su traslado al Sepulcro, María Santísima de las Penas y Santa Marta. Tras ese muñidor, realizaba su Estación de Penitencia en la noche del Viernes Santo.

El muñidor, escoltado por dos libreas, marcaba el ritmo de la Hermandad al son de su campana. Tras ellos tres, la enorme Cruz de Guía, sencilla y austera, adornada con un gran sudario blanco, iba escoltada por cuatro faroles de mano portados por cuatro nazarenos. Estos vestían túnica y capirote negros, con un ancho cinturón de esparto ciñéndolas y sandalias franciscanas en los pies.

Seguía la Guardería de la Hermandad, formada por los infantes de la misma, quienes también se habían impregnado del espíritu que se transmite: silencio y orden. Tras ellos, las filas de nazarenos, con gran orden y silencio, portaban cirios negros a la altura del cuadril, que iluminarían el camino al Señor de la Caridad. Como nota musical, esta noche oímos al cuarteto Vocal Anacrusa y a la Capilla Musical de viento BAM; era la música del Silencio en este Viernes Santo, música de capilla y voces que llamaban a la Oración.

La Hermandad, con un gusto exquisito en la calle, y con seis ciriales y un pertiguero precediendo al paso, ofrecía estampas de clasicismo y austeridad buscada, porque no dejaban nada de su cortejo al azar, para continuar con el cuerpo de acólitos que perfumaban al Señor con sus incensarios, en una nube de humo que impregnó todo su recorrido.

Entre la nube de humo, el impresionante paso de Misterio de esta Hermandad mostraba a Cristo trasladado, medio envuelto en una sábana a modo de mortaja, por José de Arimatea, Nicodemo y San Juan; a sus pies estaba María Magdalena, y detrás, María de las Penas y Santa Marta. Al final, una cruz con un sudario y dos escaleras a los lados completaban el espectacular conjunto escultórico que el tallista Juan Manuel Miñarro culminó en el año 2008. La voz del capataz era sobria, parca en palabras, con instrucciones precisas para mandar a los 45 costaleros. José Cabrera sabía cómo hacerlo y, junto con sus auxiliares José María Montoya Ponce, Sergio Álamo Hernández, Alfredo Ángel Núñez Cordón, José López Castro y Conrado Mohedano Ferrer, mecían y cuidaban al Señor Muerto, al que llevaban sus amigos.

El Misterio emocionaba solo con verlo, porque en ese instante lo llevaban muerto, ya lo habían bajado de la Cruz, llevaban su cuerpo inerte a un sepulcro para dejarlo descansar; era el momento final, ya no había más. Un paso que andaba de largo, que rozaba los pies, que acunaba al Señor en silencio, que sabía que Dios había muerto y había que dejarlo reposar en el sepulcro. Un misterio enorme que, como cada Viernes Santo, dejó bellísimas estampas en su recorrido, porque había muchas calles donde el paso parecía que no iba a poder transitar; tal era su magnitud que las calles parecían empequeñecer a su paso, un paso que sigue en proceso de tallado y que, en la noche del Viernes Santo, contemplamos cómo continuaba realizándose.

Una Hermandad que en la tarde del Viernes Santo nos mostraba la mayor de las tristezas, y que el pregonero de este año, José Ángel Vázquez, lo recordaba así: «Lo que anuncia el Muñidor, con sus campanas a duelo, no debe ser más que el eterno silencio que se queda en el mundo cuando su Dios ha muerto, siendo este el vacío más amargo, más ingrato, más inmenso». En ese momento del Viernes Santo solo hay Silencio, sobriedad y duelo, y la mejor expresión de ello nos la trajo en su Estación de Penitencia la Hermandad de La Caridad.

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