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La belleza del cante hecho oración a la Soledad

En la Noche del Viernes Santo, la Hermandad de la Soledad visitó los tres conventos de Clausura de la Ciudad, entre las saetas que se le dedicaron a lo largo de todo su itinerario y en la recogida de la Hermandad

Aroa García

Almería

Viernes, 18 de abril 2025, 23:45

En la Semana Santa almeriense hay un Paso de Misterio genuino y único, que solo tenemos nosotros y que, además, es un espectáculo: la Vuelta del Sepulcro. Este paso es el que la Ilustre Hermandad del Santísimo Sacramento y Nuestra Señora de los Dolores procesionó en la noche del Viernes Santo.

Un Misterio basado en el pasaje en el que, después de dejar al Señor en el Sepulcro, las Santas Mujeres (María de Cleofás, María Magdalena y María Salomé), junto a los Santos Varones (Nicodemo y José de Arimatea), vuelven acompañadas por San Juan. Han dejado al Señor, lo han visto muerto, el desánimo y la pesadumbre las atenazan. Junto a ellos, un sanedrita y un romano observan cómo los amigos de Jesús regresan. Con ellos falta la imagen más importante, la que estuvo presente durante toda la Pasión: la Madre, la Virgen. Pero Ella, esta noche, viene detrás; la Señora de Santiago, la Virgen de la Soledad, los acompaña en la distancia.

La tercera Hermandad de la noche del Viernes Santo, por horario de salida, comenzó su Estación de Penitencia desde la Iglesia de Santiago. Pudimos ver la tercera túnica negra de la noche: nazarenos con túnicas de sarga negra con escapulario, y en el antifaz, bordado en el pecho, el escudo de la Hermandad representando los Siete Dolores de María. Tres hábitos negros en la noche del Viernes Santo almeriense.

Uno de los titulares de la Hermandad es San Juan, y por tanto, la importancia del patrón de la Juventud es mayor. Vimos el estandarte de la Juventud, bordado en hilo de oro, con una cartela al óleo en el centro con orla de plata, encabezando el cortejo más joven de la Hermandad en la calle.

Los nazarenos, en silencio y bien formados, precedían al enorme paso de la Vuelta al Sepulcro, mandado magistralmente por Alonso Ramírez y Vicente López Linares, y cuyo exorno floral dispuso Paco Valdivia.

Tras el paso, sin acompañamiento musical por decisión de la Hermandad para darle carácter e infundirle sobriedad y silencio a la Estación de Penitencia, comienza el segundo tramo. Más nazarenos perfectamente ordenados y, antes de la Señora, el Libro de Reglas de la Hermandad, de terciopelo negro con apliques de orfebrería de alpaca plateada, escoltado por dos varas.

Las mantillas que acompañan a la Señora nos la dejaban ver: la Señora de la Soledad, una Virgen que procesiona sin palio, cuya candelería le ilumina el rostro de una manera especial y que, en la capilla central de su paso, lleva a dos ángeles sosteniendo una custodia, porque el primer titular y más importante de esta Hermandad es el Santísimo Sacramento.

La Señora de Santiago camina sola, vuelve de depositar a su Hijo en el Sepulcro, pero Almería nunca la ha dejado y la noche del Viernes Santo no fue una excepción.

Las calles estaban abarrotadas y, sobre todo, a la Señora de la Soledad se le reza cantando, se le reza en forma de saetas, en voz hecha oración, y todos los Viernes Santos con la Virgen de la Soledad viven su momento más álgido, que se puede disfrutar durante todo el itinerario.

Un itinerario que la Hermandad no ha dejado al azar y que tiene un hilo conductor: además de hacer Estación de Penitencia en la SAI Catedral, el eje vertebrador del itinerario es la visita a los tres conventos de Clausura: el Convento del Sagrado Corazón, el Convento de las Claras y el Convento de las Puras.

Y cuando acababa el Viernes Santo, cuando ya todo se ha cumplido y el Señor ha muerto, Almería le reza cantando a la Señora de la Soledad. Las saetas en la Puerta de la Iglesia de Santiago se suceden, la devoción a la Señora es grande y la emoción, junto a las voces de los saeteros y las saeteras, cierran nuestra Semana Santa. Se cierran las puertas de Santiago, todo se ha cumplido, el Señor está muerto, lo han llevado al Sepulcro, su madre y sus amigos han vuelto de dejarlo allí, y no les cabe más tristeza.

Ahora solo queda esperar y confiar en sus palabras… porque Él nos ha dicho que esto no acaba aquí, hay que esperar y confiar, y los primeros integrantes de la Iglesia, que los hemos visto esta noche, nos lo van a contar. Esperar y, sobre todo, confiar.

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