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Nerea Escámez y David Roth
Almería
Martes, 29 de abril 2025, 10:50
Calles llenas de gente, comercios con colas a la espera de conseguir productos básicos... el barrio de Pescadería vivió ayer, con relativa normalidad, el apagón general que se está normalizando desde esta madrugada. En una zona pintoresca con tiendas de barrio, se percibía una situación similar a la que aconteciera con el coronavirus por el cierre de los negocios.
Ni mucho menos la ausencia de electricidad impidió que los vecinos salieran a bazares y las pocas tiendas que decidieron abrir para abastecer a sus clientes de productos básicos como pan y agua para aliviar las horas sin luz. Otros, volvían a sus hogares con bombonas de butano para poder preparar la comida.
Muchos elucubraban con el tiempo que duraría la situación: «Me han dicho que puede alargarse hasta tres días, qué miedo», confesaba Manuela, una vecina de toda la vida de la zona que portaba una linterna bajo el brazo, «acabo de comprarla para tener algo de luz por la noche». Por suerte, o quizá no tanto, en el barrio son asiduos a perder el fluido eléctrico por los enganches ilegales y plantaciones de marihuana, lo que ha permitido que otros estuvieran más preparados ante este improvisto. «Nosotros tenemos un grupo electrógeno en casa para estas situaciones», apuntaba una vecina, «contamos con cosas que nos ayudan a aliviar las horas de luz, aun así, tantas horas no se ha visto nunca», relataba.
«Yo tengo un camping gas y he podido cocinar para la familia», anunciaba su acompañante Rocío a IDEAL, no por ello, van a dejar de sufrir las consecuencias: «Mi mayor miedo es llegar a casa y abrir el congelador porque no es la primera vez que se nos echa todo a perder, tenemos que tirarlo y hasta cambiar las neveras». Sin embargo, al mal tiempo buena cara y Manuela es capaz de bromear con este acontecimiento, «esto lo dijeron Los Simpsons, que cuando se muriera el Papa Francisco estaríamos tres días sin luz».
En Plaza Pavía los ánimos estaban por los suelos. «¿Esto me lo va a pagar la alcaldesa o el seguro?», protestó indignado Javier, un carnicero que tenía en su vitrina el escaso género que le queda a merced de que el tiempo y la temperatura hicieran de las suyas. «Mis productos son de calidad, pero con una situación así ya me dirás qué hacemos, es mucha impotencia», relataba. ¿Lo peor? El factor económico y es que el dueño de este local no sabe la cantidad exacta que ha perdido en ventas así como en carne que va a ponerse en mal estado.
Frente a la carnicería se encuentra la zapatería de Emilio, un negocio que, al contrario que el anterior, no le afecta en demasía la falta de luz. «Los zapatos a fin de cuentas no se ponen malos, pero sí es verdad, que no tienes un flujo de clientes durante el día», apostilló. En su mostrador se localizaba una radio rodeada de zapatos y, en un sofá del negocio, dos vecinos charlan junto a él acerca de la situación: «Nunca hemos visto nada igual en la vida».
Junto a él, Antonio, al que le conocen popularmente como el alcalde de la barriada, «esto es un desastre, todo está cerrado y no se sabe cuando volverá, no podemos comunicarnos ni hacer nada hasta que vuelva la luz», indicó.
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