«No tenemos armas suficientes para las plagas que se van presentando día a día»
Mari Gádor Jiménez lleva casi tres décadas ligada a la agricultura y sigue viviendo con pasión su trabajo, una pasión que ahora comparte su hija, pese a ello se muestra preocupada por los problemas del agro
Inmaculada Acién
Almería
Domingo, 28 de enero 2024, 11:19
Mari Gádor Jiménez lleva casi tres décadas dedicada a la agricultura. Nieta de agricultores, hija de agricultores, esposa de agricultor y madre de agricultura, reconoce ... que el campo es un ámbito que le gusta. «Me siento viva con la agricultura», afirma. Una vocación que también sigue su hija con 24 años. Y es que pese a las dificultades que entraña el campo, a la incertidumbre con la que se arranca cada campaña y a las obligaciones que conlleva ser empresario, es una profesión que siente, que le atrae y un sector al que mira con optimismo. Una pasión que también siente su hija.
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«Si no me hubiese gustado, hubiese seguido estudiando, porque mis padres me dieron la oportunidad, pero me gusta trabajar la tierra, me gusta venir, me siento realizada y es un trabajo tranquilo», señala esta agricultora, quien destaca entre las ventajas de esta profesión que «como empresaria te marcas tu horario, te puedes organizar y aunque cuando tienes que apretar, aprietas, cuando tienes que relajarte, también te puedes relajar».
Además, el trabajo en el campo ha cambiado mucho en las últimas dos décadas gracias a la tecnología y la mecanización que han permitido realizar las tareas agrícolas de manera más sencilla y menos pesada.
También la imagen de la mujer dentro del sector ha ido cambiando. «Hace 26 o 27 años, cuando iba a la cooperativa a descargar con el camión o a comprar un plaguicida a suministros, notaba las miradas y escuchaba algunos comentarios a los que yo nunca presté atención. Afortunadamente esa situación ha ido cambiando y ya me tratan como uno más. Pese a todo, todavía nos queda un poquito más que avanzar», incide Jiménez. Un paso adelante que lleve a más mujeres a órganos de responsabilidad, por ejemplo, en las Juntas Rectoras, donde aún son pocas las empresarias presentes, o en puestos de dirección.
En cuanto al futuro del sector, Mari Gádor Jiménez es optimista, lo que no quita que reconozca la existencia de problemas y retos que el campo debe abordar frente a un futuro que es complicado.
Entre esas dificultades se encuentra la presión de las nuevas plagas. «No tenemos armas suficientes para las plagas que se van presentando día a día. Nos está costando muchísimo trabajo combatirlas, pero quiero pensar que al final se sale, porque qué trabajo no tiene sus problemas», apunta. Y es que entre esos riesgos a los que se expone el agricultor, y en este caso no controlables, también se encuentran las inclemencias meteorológicas, esas que incluso en una ocasión les tiró al suelo un invernadero recién comprado, que les obligó a endeudarse duramente para poder volver a levantarlo.
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La subida de los costes de producción es otra de las situaciones adversas a las que está haciendo frente el sector en los últimos años. «Nos suben cada dos por tres los abonos, el agua, los plaguicidas, que además ya no hay prácticamente disponibles para combatir las placas que tenemos», señala Mari Gádor Jiménez, quien también alude a la mano de obra, no solo por el coste que supone, cada vez mayor, sino porque cada vez cuesta más encontrar esa mano de obra necesaria para trabajar en el campo.
«Ese es uno de los principales problemas que yo le veo al sector. Puedo poner como ejemplo mi propia experiencia. Le arreglas los papeles a un trabajador, tiene que estar contigo un año, eso es cierto, pero apenas que cumple el año se te van, lo que te obliga a buscar otro, pero a quién buscas si con papeles no hay. Tienes que empezar de nuevo, que es un proceso lento, y entre tanto qué haces, ¿arriesgarte a tener a un ilegal y que te coja la inspección de trabajo? Es imposible y nos quedamos sin opciones».
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La diferencia de precio que se paga al agricultor por el producto y al que lo compra el consumidor en el punto de venta, también es un tema que preocupa a Mari Gádor Jiménez. «A lo largo del año, muchas veces el producto está por debajo del coste de producción. Eso le supone un déficit al agricultor, porque al precio al que te lo pagan tienes que restarle mano de obra, agua, luz, abono, plaguicidas, si tiene el invernadero a renta, ya no te digo nada, y si encima tienes que echarle el plástico, ya es mejor ni pensarlo».
Ahí es donde la experiencia del agricultor le hace mirar a largo plazo y pensar que después de un año duro vendrá otro que le permitirá compensar.
Esa incertidumbre desde que arranca la campaña y esos elevados riesgos que tienen que asumir cada año los agricultores son algunos de los factores que podrían estar detrás de los problemas del relevo generacional en el campo, como señala Mari Gádor Jiménez, quien también apunta a que hace falta pasión. Ella tiene dos hijas. A una de ellas no le gusta la agricultura, ha estudiado y se ha formado para trabajar en otros sectores. La otra siempre tuvo claro que quería ser agricultora.
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«Es vocacional porque a ella le gustan las plantas, le gusta ver nuestro trabajo, siempre lo ha vivido y se siente realizada cuando viene al invernadero. Y tiene 24 años. Yo solo le pedí que primero se formara, porque si quería dedicarse a la agricultura iba a tener tiempo pero la formación es necesaria», incide Mari Gádor Jiménez, al tiempo que afirma entender que «el que no es hijo de agricultor y no conoce el tema, le puede dar miedo a hacer una inversión y no prosperar, si bien también es cierto que aquel joven que no está dentro del sector lo tiene muy difícil para entrar porque la inversión inicial es muy grande y eso es un factor limitante para ese relevo generacional».
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