Algunas de las imágenes más llamativas de la población 'Almeria', creada por el gobernador militar de Leyte en 1886.

Domingo por la mañana en 'Almeria'

El periodista y viajero Carlos Juan invita a descubrirla el miércoles 14 en la Villaespesa en el vídeo 'Los almerienses de Filipinas', a las 20 horas

CARLOS JUAN

Domingo, 11 de diciembre 2016, 03:08

Lejos de esta redacción hay otra Almería que también confía su prosperidad al turismo. Un lugar donde las playas son un tesoro que se disfruta ... mucho más si el día está soleado y el viento no barre lo que encuentre en su camino. A tropecientos mil kilómetros de aquí hay otro quinto pino en el que una mesa en defensa de las infraestructuras tendría razón de ser. Porque cuesta llegar hasta aquí, porque la capital de este país se percibe lejana y su fuerza, para las cosas buenas, no se nota. Una 'Almeria' sin trenes, sin Alcazaba, sin invernaderos. Y sin acento en la 'i'. Un lugar cuyos habitantes viven de espaldas, casi literalmente si no olvidamos que la Tierra es redonda, a Almería y que está en el mapa: en la isla de Biliran, en Filipinas.

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Muchos almerienses forman parte de la historia del país de las siete mil islas. Viajeros, escritores, soldados, funcionarios, diplomáticos... y misioneros. Quien tuvo influencia y poder suficiente intentó dejar en el país la huella de su infancia. En la 'Almeria' que he visitado el vínculo lo creó la religión hace 182 años, si bien el municipio de Almería (entonces el nombre sí estaba acentuado) lo creó el gobernador militar de Leyte en 1886, casi en las vísperas de lo de «los últimos de Filipinas» que ahora el cine nos ayuda a recordar.

En aquel entonces una y otra Almería tenían en común una espléndida bahía, una torre de vigilancia para evitar nuevas invasiones del sultanato de las islas del Sur, montañas alrededor y pequeñas porciones de territorio insular, con más islas en el caso de la Almería tropical. Eso sí, verde la nueva Almería, ocre la vieja.

Y es que nuestra otra Almería es puro contraste. El color verde ha tomado todo el término municipal respetando tan sólo la franja de arena de la playa, el asfalto y los tejados. Aquí una ardilla sí podría ir de punta a punta del municipio sin tocar el suelo. Desde el paseo marítimo -una acera de cemento gris punto de observación de dos pequeñas islas redondas en las que Robinson Crusoe se hubiera sentido mejor que en casa- la caída de los frondosos montes hacia el Noroeste permite evocar la Sierra de Gádor, el Cañarete y -forzando al límite la imaginación- Castell del Rey y algo de Roquetas.

Quien no haya salido de Madrid o al hacerlo no se le haya ocurrido despegar los ojos de una pantalla quizá diga que lo que veo recuerda a la Casa de Campo y un poco de Gredos. Aquí todo es posible pero yo, que creo que algo nuestro está aún aquí, me quedo con la primera semejanza.

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En 'Almeria' es domingo y se cumplen quince años de los atentados del once de septiembre. No hay lugares donde tapear aunque en la plaza del pueblo te venden agua y lo que quieras por unos pocos pesos. Sacio la sed al mismo tiempo que la tendera sacia su curiosidad: «Ruedo un vídeo», mientras pienso que a Bisbal quizá le hubiera gustado venir pero que tendrá que ser en otra ocasión.

A media mañana, la única vida que se ve en la plaza es la de los jóvenes 'almerieños' jugando un partido de baloncesto en el pabellón. Este es el gentilicio que hemos trasladado a esta parte del mundo, unos lo dirán con 'n' y otros con 'ñ'. Como buenos filipinos posan para la cámara sin perderse luego en requerimientos para tener la foto de una forma u otra. La cancha, con sus gradas y un pequeño escenario, es el mayor equipamiento de ocio del pueblo, con permiso de las playas. Es uno de los vértices del polígono en el que se encuentra la escuela central de 'Almeria', el Ayuntamiento y la iglesia de Nuestra Señora del Buen Camino. Cualquiera de estos puntos, literalmente, está a tiro de piedra del anterior, lo cual nos da una idea de las modestas dimensiones de 'Poblacion Almeria'.

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Sus habitantes, pescadores, agricultores, comerciantes... deben ser personas tenaces. La generación anterior así lo demostró al estar cuatro décadas enfrentada al pueblo de Kawayan por haberles quitado su ayuntamiento. Una cuestión territorial, con plebiscito incluido apoyado por el Gobierno que desembocó en la independencia, conseguida en 1948.

El almeriensismo libró batallas en el siglo XX que ni siquiera han sido imaginadas por los almerienses. Pero la batalla de hoy de esta 'Almeria' es conseguir llevar a los turistas a los resorts, a la isla de Maripipi o a las magníficas cascadas del interior a las que sólo los muy aventureros llegan. Lo de las torres gemelas visto en el plasma del hotel me recuerda que el mundo ha dado muchísimas vueltas en tan sólo quince años. Y, sin embargo, en esta mañana de domingo en el centro de la plaza mayor de esta 'Almeria' versión trópico tengo la impresión de que el tiempo se ha detenido.

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