Un cuento de Navidad en pleno corazón del Casco Histórico
La triste vida de Lola, 'la de los gatos', se ha hecho viral en internet, lo que está provocando una ola solidaria «inesperada»
Sergio González Hueso
Viernes, 9 de diciembre 2016, 01:33
Son las 12 de la mañana en la calle Narváez del Casco Histórico almeriense. Un pequeño grupo de personas conversan. Suena el teléfono y responde ... Loreto. Es José Luis, el albañil, que quiere saber cuándo podrá ir a casa de Lola. Tiene que saberlo para preparar los materiales que necesita para arreglarle el techo, que desde hace años está trufado de grandes goteras. Loreto quiere primero hablar con la inquilina, pues es algo desconfiada. Mientras tanto, Francisco, tapicero de profesión y vecino de Lola, le cuenta a María, de El Zapillo, y a Olga, de Cenes de la Vega (Granada), retazos de una vida, la de ella, que empieza a interesar a más gente de la que se hubiera imaginado nunca.
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«Siempre ha vivido en esa casa junto a su madre, que la pobre estaba medio ciega. Todo el mundo la conoce y le saluda, mucha gente le tiene afecto y en el barrio le ayudamos en lo que se deja», cuenta Francisco, que trata de rememorar los años de juventud de su vecina de toda la vida, siempre pegada a una madre a la cual rendía devoción. Ahora la siente por sus gatos callejeros, a los cuales alimenta diariamente pese a que por ello le está costando desde hace años el acoso de pequeños vándalos.
Según Francisco, estos desalmados van a su casa y le gritan o le dan patadas a la puerta hasta que sale, es entonces cuando le tiran naranjas, le insultan o le pegan. «Nosotros le decimos que no les haga caso, pero no es capaz. Es una mujer con carácter», certifica el vecino, que tiene que pelearse con ella muchas veces para que vaya al médico o para que no comparta «con los pobres» -como si a ella le sobrara- la comida que le dan la monjas.
Curiosamente hace ya cinco días que nadie se atreve a enturbiar la rutina de esta mujer de 69 años. Más bien todo lo contrario. Desde que el vídeo de Juan Manuel, otro vecino, recorriera las redes como la pólvora, las visitas que recibe han dado un giro de 180 grados. Ya nadie le da patadas a su vieja puerta o tira cosas por sus ventanas destartaladas. La gente que últimamente ve son desconocidos que le brindan un interés y afecto que hacía años que no recibía. Todo fruto de la magia expansiva de las redes y la pertinaz denuncia audiovisual de un hombre harto. Su mala vida se hizo viral y a partir de entonces son muchos los que ya no pueden separarse de esta señora mayor, a la que ya ofrecen ayuda de todo tipo en internet y desde muchos puntos de España. Lo mismo un señor que le sobra un mueble, como una trabajadora social que vive en Granada y que se desplaza a su casa sólo para hacerle compañía.
El amor de Loreto
Loreto cuelga el teléfono en cuanto la ve venir. Lola sube por Narváez cargada de grandes bolsas, con las cuales equilibra su pausada forma de caminar. «¿Cómo estás cariño?», le pregunta con ternura a varios metros. Sin dejarle ni tiempo para respirar ya le comenta emocionada lo del albañil. El tal José Luis, un peón en paro que está dispuesto a hacerse 40 kilómetros en bus y gratis para solucionarle el problema del techo.
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«¡Uy, qué lío!», se le escapa a Lola, que se descuelga algo reticente a todos los cambios que va oteando en el horizonte. La reacción altruista de José Luis, Loreto, María, Olga y muchos más que de momento le son invisibles, le ha cogido por sorpresa. Tras haber gastado 69 años de vida sesteando sinsabores, ahora y de repente, un grupo de personas que apenas conoce va a su encuentro y se preocupa por su salud, por lo que come o por el estado de su vivienda.
De ahí su resistencia. «Mañana que no se le ocurra venir, que tengo muchas cosas que hacer», avisa la protagonista respecto al albañil, que finalmente tendrá que ir el sábado. Se lo dirá Loreto, que es de momento quien se está encargando de las negociaciones con Lola y de coordinar el alud de solidaridad que ha ido creciendo desde que ella misma se desplazó a Almería tras el primer vídeo y mostró en las redes sociales las condiciones en las que vivía esta vecina.
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Por eso y ya que los vándalos no han vuelto desde que comenzó el movimiento ajeno al barrio, el primer objetivo es mejorar su calidad de vida. Con esta intención se ha formado a la velocidad de un rayo un equipo multidisciplinar de atención a Lola entre gente anónima que se ha conocido a través de internet.
Loreto es la que parece llevar la voz cantante. Ella es vecina de Atarfe (Granada), aunque natural de San Sebastián. Es trabajadora social y su historia con Lola fue un flechazo. Así lo reconoce: «Me impactó el vídeo que vi y sentí que tenía que ayudarla». Con las mismas cogió su coche y se presentó, con ayuda de un vecino, en la misma puerta de su casa. Se vieron las dos, hablaron y se hicieron amigas. A la donostiarra le impresionó su peripecia vital, el corazón que tiene y la casa que habita, «un reflejo de cómo está ella: muy deteriorada y totalmente abandonada», lamenta.
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Con esta sensación volvió por donde había venido y colgó su vídeo, esta vez la protagonista de la historia recorría entre cachivaches y comida de gato una vieja casa llena de humedades, oquedades peligrosas en techos y paredes y con una cocina y baño terroríficos. La respuesta fue «inesperada». De tanta gente ofreciendo ayuda que hasta se ha visto obligada a abrir una cuenta corriente, que usará para todo lo que pueda necesitar esta vecina, que sin quererlo se ha convertido en la protagonista de un inesperado cuento de Navidad.
«No me gusta la Navidad»
Desde que murió su madre a Lola no le gusta la Navidad. Así se lo dice a 'Lore' y al pequeño grupo que ha ido a verla el Día de la Inmaculada, que le recuerda a su tía, también fallecida. De ambas tiene fotos en su casa, en la que vive de alquiler gracias a que paga con su mísera pensión 105 euros al mes. Lo que le sobra tras cumplir con el resto de facturas no lo gasta en ropa, ya que lleva siempre la misma: la que le da Francisco.
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Esta le vale a pesar de ser de caballero, pues lo que Lola prefiere es ir «suelta». Tampoco lo invierte en arreglar una casa que no es suya o en comida para ella. Lo que más le preocupa son los gatos, su «única compaña», tal y como dice. Cada mañana recorre varios puntos de la ciudad donde sabe que le esperan. Los alimenta y vuelve para casa, donde se encierra hasta el día siguiente.
Con esto de Loreto y sus nuevas amigas anda con la rutina algo revuelta. Será por eso que se le olvida de vez en cuando alguna cosa. Es entonces cuando 'Lore' le agarra la cara con cariño, le dice guapa y le planta un beso en la mejilla. Le recuerda con amor lo de la cita. La del albañil, sí, pero también la que tienen en Nochebuena y Navidad.
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«¿Qué te vas a poner para nuestra cena?», le pregunta esta trabajadora social, que como no le tocan los niños ha tomado la determinación de cenar y comer esos días a casi 200 kilómetros de su casa. Lo hará en compañía de Lola, que no sabe hoy ni qué decir. Después de muchos años se había olvidado de la suerte, la misma que se ha presentado sin avisar y de repente en el último tramo de su vida.
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