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1862: Isabel II protagoniza una visita 'estilo Obama'

1862: Isabel II protagoniza una visita 'estilo Obama'

La reina protagonizó la primera presencia regia en Almería desde la toma por parte de los Reyes Católicos y la por entonces deprimida provincia se volcó en fastos

VÍCTOR J. HERNÁNDEZ BRU

Domingo, 17 de julio 2016, 00:01

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Aquella Almería de la segunda mitad del siglo XIX presentaba importantes concomitancias con la actual: problemas económicos, aislamiento geográfico con respecto a otras provincias, ausencia de infraestructuras que sí habían llegado prácticamente al resto del país y un ambiente generalizado de discriminación dentro de un país en el que la situación política era convulsa y la económica preocupante.

En mitad de esta situación, la reina Isabel II iba a protagonizar la primera visita de un monarca a la provincia almeriense después de la culminación de la Reconquista por parte de los Reyes Católicos.

Una visita que se enmarcaría en el recorrido que la reina desarrolló por Andalucía y Murcia, entrando por Jaén y visitando primero la parte occidental, en Córdoba, Cádiz y Sevilla, y pasando luego a las provincias de Granada, Málaga y Almería, que serviría de antesala a un posterior recorrido por Murcia.

La visita podría hoy ser catalogada como de 'estilo Obama', puesto que apenas duró unas horas, tras arribar al Puerto de Almería procedente de Málaga, en el seno de una comitiva formada por una decena de barcos que atracaron en una infraestructura portuaria que aún estaba en obras.

Ilusiones

Almería recibía a Isabel II con ilusión y pensando que su llegada iba a ser poco menos que la idónea ocasión de trasladarle las muchas reivindicaciones socioeconómicas que llevaban años cocinándose.

Almería se encontraba en pleno desarrollo económico gracias a una incipiente minería, que había servido como 'efecto retén' para la amplia inmigración que se había desarrollado en la provincia, a la búsqueda de otras latitudes en las que mejorar las condiciones de vida.

Sin embargo, tal desarrollo no había llegado a impedir que Almería siguiese siendo una de las zonas más deprimidas del país y, sobre todo, de las más necesitadas de infraestructuras e inversiones.

Acaso por ello, tanto de forma privada como pública, tanto por parte de las instituciones como de las familias particulares más influyentes, la provincia y la ciudad se volcaron en agasajos, engalanamientos y fastos hacia una reina que poco o nada conocía sobre Almería a su llegada y que se fue más o menos con el mismo conocimiento.

Por la mañana, la comitiva marinera arribaba al Puerto y no más tarde de las 19 horas volvía al mismo lugar, para tomar el navío que habría de conducirles a Cartagena, que fue la siguiente etapa de su recorrido. En la expedición, medio centenar de personas, entre ellas cuatro ministros y dos de sus hijos, uno de ellos el que años después sería el rey Alfonso XII.

Fastos, lujos...

Llamó poderosamente la atención la inversión que se produjo con motivo de la visita, con decoración de calles, la compra de vehículos para el desplazamiento de la comitiva (incluso se cuenta que un grupo de particulares hizo traer uno de gran lujo desde París, aunque este extremo no está documentado). Es más, de la visita quedan como testimonio dos fotografías, de las primeras tomadas en la ciudad, una de ellas del denominado Pabellón del Esparto, una construcción efímera que se instaló en el Puerto, para que la regia visitante descansara allí y pudiera asearse tras el viaje procedente de Málaga.

Junto a ello, los periódicos de la época nos dejan testimonios de la ilusión colectiva con la que se recibía a la monarca, en el sentido de que una buena impresión por su parte podría significar la más positiva respuesta a las demandas colectivas de la provincia y de sus representantes, algo que generó muchas esperanzas entre todos los almerienses.

Las crónicas hablan de casi 80.000 personas llegadas de otros puntos de la provincia y repartidas por las calles para agasajar a Isabel II. Pero la fugacidad y la falta de compromisos tangibles por parte de la reina durante su estancia fueron una primera pista de que su llegada no tenía absolutamente nada que ver con el conocimiento directo de esta provincia. Más bien se ha apuntado, en diversas ocasiones, que la pretensión, no sólo en Almería sino en el resto de etapas de su recorrido, era darse un baño de masas en el momento en el que su popularidad y cariño popular estaba más bajo y en el que eran más fuertes los rumores y comentarios acerca del final de su etapa real, algo que consiguió, con decenas de miles de personas agasajándola en la capital de la provincia almeriense.

...y desilusión

Seis años después de que se produjera este viaje, Isabel II abandonaría el país, sin responder en absoluto a las expectativas que se habían generado con respecto a su visita y sin que esta provincia hubiera recibido prácticamente nada de su gestión. No sería novedad.

Cuarenta años después, Almería seguiría luchando por la llegada del ferrocarril a la provincia; y siglo y medio más tarde, los almerienses seguimos considerándonos ciudadanos de segunda en cuanto a las infraestructuras que nos permiten mejorar nuestra economía y nuestro nivel de vida.

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