Borrar
ALMERÍA

El 70% de las mujeres prostituidas de la provincia están en el Poniente

El perfil de las trabajadoras de los clubes es el de una joven de nacionalidad rusa o rumana con una edad de entre los 20 y 30 años

M. J. PEDROSA M.J.P.

Martes, 18 de diciembre 2007, 12:15

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Que el mayor número de clubs de alterne de la provincia se encuentra en la zona del Poniente es algo bien sabido por todos. Que el 70% de las mujeres que ejercen la prostitución en Almería están en el Poniente es algo que la mayoría de los ciudadanos podía imaginar, pero que la Asociación para la Atención Integral de Mujeres en Situación de Riesgo (APRAM) ha confirmado como una realidad inequívoca.

Esta organización que intenta ayudar a las mujeres que se prostituyen, concluye que de sus 700 usuarias, el 70% de las mismas trabajan en clubs del Poniente almeriense, especialmente en El Ejido y Roquetas de Mar, es decir, que al menos viven en esta zona 490 mujeres prostitutas.

El perfil de esta mujer corresponde al de una persona de una fragilidad indudable: joven, extranjera, sin recursos, sin conocimiento del idioma y sin una red familiar que la sustente en el país, pero sí una carga familiar en su país de origen. Y es que, aunque las nacionalidades son muy variadas, lo cierto es que la gran mayoría de estas chicas que se prostituyen son rumanas o rusas, y con una edad comprendida entre los 20 y 30 años, con un porcentaje bastante elevado rondando los 23 ó 24 años. Por si fuera poco, a esto se une su situación de ilegalidad en el país -no suelen tener los papeles en regla-, y una deuda que pagar.

Con el objetivo de ayudar a estas mujeres, la Asociación para la Atención Integral de Mujeres en Situación de Riesgo ha creado las unidades móviles o de calle. Se trata de un equipo formado por dos profesionales, una mediadora y una trabajadora social, que recorren el mayor número posible de clubs tratando de detectar los casos de explotación sexual, para con posterioridad derivarlos al centro de la asociación, donde se les atiende de una manera más integral.

«Lo que tratamos es de ofrecerles ayuda jurídica, psicológica y sociosanitaria», explica Mercedes Díaz, presidenta de la Asociación. Al ser la mayoría de las mujeres inmigrantes, de hecho el centro tan sólo tiene 4 ó 5 usuarias autóctonas, los problemas de documentación suelen ser muy frecuentes. Por regla general, no disponen de permiso de residencia ni de trabajo, por lo que desde la organización se les plantea la posibilidad de pedir una residencia por causa humanitarias, que quieran denunciar.

También se les ofrece atención psicológica. Según explica Díaz, «estas mujeres no están ahí porque quieren, a pesar de lo que muchos puedan creer». De hecho, la que no tiene deuda que pagar, no quiere volver a su casa porque su familia la ha echado o tienen una situación económica que no pueden mantener. Tampoco pueden denunciar los abusos que sufren debido a su situación de irregularidad en el país.

En palabras de la presidenta de APRAM, «no pueden trabajar por su situación de ilegalidad, pero tienen que vivir y necesitan un sustento». Pero el problema fundamental radica, según Díaz en que «ahora mismo la única actividad que ellas consideran que pueden realizar, y efectivamente es así, es la prostitución».

El caso es que cuando estas mujeres, normalmente de países procedentes de la antigua Unión Soviética, llegan a España, se encuentran con que no hablan el idioma, por lo que se les dificulta la búsqueda de trabajo. Además, está el ya mencionado pago de la deuda que paradójicamente contraen para venir.

En cualquier caso, cuanto más tiempo pasa, mayor es el deterioro tanto físico como psicológico de la mujer. Esta situación provoca que «las mujeres piensen que esto no tiene solución», apunta Díaz, quien añade que «algunas creen que es como ser adictos al alcohol o al juego, que esa manera de ganar dinero, al mismo tiempo tan dura y tan rápida, te hace cambiar tu perspectiva de las cosas».

El dilema de estas mujeres está en que aunque «se sienten sucias, indignas y explotas, consideran que es la única manera que tienen de estar aquí, y también mandar dinero a sus familias». Por supuesto que la mayoría de ellas preferiría 'un trabajo normal'. En conjunto, todas consideran que lo «que hacen es anormal y las perjudica física y psicológicamente».

Según explica la presidenta de APRAM, el deterioro en la salud de estas mujeres es más que evidente: «muchas veces por exigencias del lugar en el que están siendo explotadas tienen que realizar los servicios sin preservativo y otras veces los propios clientes los rompen poco antes de eyacular, con lo cual hay muchos embarazos por rotura de preservativo».

De esta forma, se hace bien difícil evitar los embarazos no deseados, por lo que la asociación intenta informalas sobre el uso de la píldora del día después. De hecho, APRAM tiene usuarias que han interrumpido voluntariamente el embarazo hasta cuatro y cinco veces, con el consiguiente peligro que ello conlleva para la salud.

Por todo ello, y para prevenirlas de las enfermedades de transmisión sexual, la unidad móvil o de calle de la Asociación, les ofrecen charlas y les explican la importancia de usar el preservativo en todos y cada uno de los servicios. Esta atención primaria y puntual de la unidad móvil de APRAM se realiza cada noche. A veces, les da tiempo de visitar dos o tres clubes, otras tan sólo uno. Éste último caso se da normalmente porque llega un gran número de mujeres nuevas al club. Y es que como dice Mercedes Díaz, «pasan rápidamente de un club a otro porque los dueños de los locales quieren que haya variedad para los clientes».

La mafia que mueve a estas mujeres y cómo entran en el país es bien conocida. Normalmente, acuden a agencias de trabajo en sus países de origen, donde les arreglan el pasaporte y les pagan el viaje por una cantidad que ronda entre los 1.000 y 2.000 euros. Teniendo en cuenta que la gran mayoría no tienen dinero, es en este momento en el que contraen la famosa 'deuda', por la que se ven después obligadas a trabajar.

Muchas de ellas no consiguen el visado para entrar directamente en el país, por lo que dan un rodeo, y entran, por ejemplo, desde Grecia. Una vez aquí tienen que devolver el dinero del viaje y además pagar por su estancia.

Además, últimamente desde la APRAM han conocido que «están firmando contratos que, aunque hayan pagado la deuda tienen el compromiso de no moverse del club durante tres meses». Esto conlleva que una vez pasado este tiempo se les ha caducado el visado y, por lo tanto, si hay alguna redada, la Policía las detiene. Normalmente, los centros de internamiento suelen estar saturados, así que al final las dejan en la calle, pero sin pasaporte, por lo que no se pueden mover. «De esta forma son aún más vulnerables», puntualiza Mercedes.

Toda esta situación de vulnerabilidad de la mujer prostituta, que además es inmigrante, se acentúa debido al rechazo que provoca en la sociedad en general. Según comenta la presidenta de APRAM, «falta mucha concienciación y sensibilización en este tema, y sobre todo, leyes que protejan a estas mujeres».

En este misma línea, Díaz añade que «aunque la gente no lo dice, observo que hay un rechazo total y absoluto hacia ellas, considerándolas como mujeres viciosas, a las que les gusta lo que están haciendo y cuyo único fin es ganar dinero». En palabras de Mercedes Díaz, «en ningún momento se las considera como lo que son, como víctimas de la sociedad».

Para Díaz la prostitución no es otra cosa que violencia de género. «La desigualdad entre mujeres y hombres no es tan sólo el maltrato doméstico, es también la prostitución». Así pues, para la presidenta de esta asociación abolicionista de la prostitución, «esta explotación sexual es cosa de hombres porque son ellos los que demandan la existencia de mujeres a las que comprar». De esta forma, según Mercedes, se aprecia quien tiene el poder y quien es vulnerable.

Esta desprotección de las mujeres prostitutas es tan evidente, que basta observar el reciente caso de Nadezda, la joven rusa que fue asesinada en Almerimar presuntamente a manos de un cliente. «Nadezda era usuaria nuestra», explica Mercedes con resignación.

Por el momento, la Asociación para la Atención Integral de las Mujeres en Situación de Riesgo continuará ayudando a todas las que lo necesiten a través de sus actividades, que giran entorno a las unidades móviles. Si bien, también se realizan otras actividades para ayudar a este colectivo tan desprotegido. Una de las principales son las clases de español, que les permiten superar las trabas del idioma. Otros talleres son los de informática y los de ornamentación floral.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios