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RUGBY MUNDIAL

A la conquista del unicornio oval

Francia-Inglaterra y Argentina-Suráfrica, las semifinales

ANTONIO ASTORGA

Sábado, 13 de octubre 2007, 03:51

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El unicornio es un animal fabuloso que fingieron los antiguos poetas, con forma de caballo y con un cuerno recto en mitad de la frente. Hoy se transforma en oval en Francia, y a su conquista se aprestan un gallo y una rosa (en la 'batalla de Norte': Francia e Inglaterra, y un puma y un antílope (los 'rebeldes' del Sur: Argentina y Suráfrica: las semifinales del Mundial de Rugby

Sebastien 'Chabalix' es el nuevo héroe de las Galias. Inglaterra ha resucitado de las Cruzadas a 'Lord' John Wilkinson 'Corazón de León'. Argentina dispone de un 'pie de Dios' (Juan Martín Hernández), y Suráfrica lleva tatuado en la piel el abrazo del alma de Mandela y François Pienaar tras ganar el Mundial de 1995 al Brasil del rugby: la Nueva Zelanda del tren de mercancías Jonah Lomu, que anotó un memorable ensayo cabalgando sobre Rob Andrew y Will Carling, a él pegados. El mundo es oval.

Francia e Inglaterra repiten la semifinal de hace cuatro años en Australia. La 'batalla del Norte'. Wilkinson, con cinco lanzamientos a palos y tres 'drops', liquidó entonces a los galos: 24-7. Pero Francia ha humillado al XV de la rosa dos veces en agosto: una de ellas en el templo sagrado de Twickenham (21-15), un centenario estadio forjado en madera verde -donde los lores tienen palco propio- y en cuyos vestuarios no hay duchas, sino bañeras. Allí, los héroes de la melé se bañan y el reloj del vestuario arbitral está adelantado tres minutos.

Como el reloj del héroe de Francia, que no es un francés, sino un inglés. Se trata de Dave Ellis, el discreto pero muy influyente especialista en la defensa de contención de los 'Bleus' (azules), que adelantó tres segundos los placajes. Veamos: desde que trabaja codo a codo con Bernard Laporte, seleccionador francés -octubre de 2000-, este anglosajón, que engrandeció los terrenos del Rugby a XIII desde las minas de Yorkshire, ha construido de nueva planta el trabajo defensivo de los galos.

Argentina

Los pumas (la selección argentina) se enfrentan a Suráfrica en una semifinal inédita. Una marea albiceleste ha invadido los Campos Elíseos, ¿presagio de la merienda de gacelas surafricanas por los pumas? Dicen los expertos que cuando un equipo se recita de carrerilla es que ha hecho historia. El XV de Marcelo Loffreda está a punto de clara. A saber: Roncero, Ledesma, Scelzo; Ignacio Fernández Lobbe, «Pato» Albacete; Ostiglia, Juan Martín Fernández Lobbe, Gonzalo Longo; «Napoleón» Pichot; Juan Martín Hernández, Felipe y Manuel Contepomi; Agulla, Borges; Corleto.

El centro de los pumas, Manuel Contepomi, sostiene que Argentina puede hacer historia si se adapta a la forma de jugar de los surafricanos: «Antes eran sólo fuerza y mucho corazón. Hoy mejoraron en la ductilidad». Loffreda plantea los encuentros en el terreno contrario, y para eso apuesta en su ruleta a la patada de Hernández por detrás de los zagueros y los tres cuartos rivales. Los Albacete, Ledesma, Scelzo y Roncero se encargarán de cazar antílopes en territorio comanche, ganar 'touches', melés y empujar a la línea de ensayo. Sueñan con un suculento safari.

Suráfrica -los 'Springboks'- sueña con repetir la final de 1995, cuando el rugby -deporte tradicionalmente practicado hasta entonces por las clases blancas- unió al país y placó el «apartheid» (segregación racial establecida por la minoría blanca, que motivó que la nación africana fuera apartada durante muchos años de las competiciones internacionales). En aquel equipo surafricano jugaba Chester Williams, un explosivo ala negro que anotó cuatro ensayos ante Samoa en cuartos. Una hora antes del encuentro contra Nueva Zelanda, que partía como favorita, el presidente Nelson Mandela llegó al estadio de Johannesburgo, repleto con 72.000 espectadores (sólo el 5% eran negros). Enfundado en la camiseta número 6 del capitán, Pienaar, saludó a los jugadores, y el estadio prorrumpió en un grito unánime: «¿Nelson, Nelson!». Pero faltaba el triunfo en un Mundial y lo consiguió un judío, Joel Stransky, de un 'drop'. Fue el 'drop' del alma, que unió a negros y a blancos.

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