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Llanos del Caudillo.
En un lugar de La Mancha…

En un lugar de La Mancha…

Llanos del Caudillo no quiere suprimir su 'apellido'. "De la dictadura no estoy orgulloso, del nombre sí", dice su alcalde

José Antonio Guerrero

Martes, 17 de noviembre 2015, 11:44

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En un lugar de La Mancha de cuyo nombre. Ayyy cuánta tinta ha hecho correr el nombre de ese enigmático lugar que hoy casi todos apuntan a Argamasilla de Alba. Casi tantos como ese otro pueblo manchego de cuyo nombre hay también quienes no quieren acordarse. «¿Se imagina que en Alemania tuvieran un municipio que se llamara El Führer? Impensable, ¿verdad? Pues eso sucede con Llanos del Caudillo», critica un vecino en 'Los colonos del caudillo' (2013), un documental que propone una revisión del legado franquista a partir de uno de los 300 asentamientos construidos por el dictador en los años 50 y 60. Ese asentamiento se llama Llanos del Caudillo, está a 160 kilómetros de Madrid, en un desvío de la A-1, cerca de Manzanares. Cuentan en La Mancha que la 'culpa' de que exista Llanos es de las perdices. A Franco le gustaba abatirlas al vuelo con su escopeta en los campos de Ciudad de Real, donde las hay a mansalva. Una mañana se dirigía junto al gobernador militar de la provincia a disfrutar de una de aquellas esperpénticas jornadas de caza en las que se cerraban negocios y se firmaban sentencias de muerte. El coche oficial atravesaba las eternas llanuras manchegas cuando Franco lanzó una observación a su acompañante algo así como qué carretera más larga sin un solo pueblo. Dicho y hecho. En plena fiebre del Instituto Nacional de Colonización por crear de la nada aldeas que pusieran a producir las tierras yermas de la posguerra surgió Llanos del Caudillo.

Son 757 habitantes gobernados por Andrés Arroyo (PP), que en las últimas municipales sacó 241 votos frente a los 185 del PSOE. Fueron los dos únicos partidos que se presentaron a las elecciones. Arroyo no se cree la curiosa versión cinegética del origen de su pueblo y se inclina más por el hecho de que las tierras subterráneas de Llanos están regadas por las aguas del acuífero 23, uno de los mayores de España, que aporta su caudal al Parque Nacional de las Tablas de Daimiel. «El pueblo se creó porque había mucha agua y se dieron tierras de regadío. Así empezó todo».

Llanos del Caudillo (o Llanos como lo llaman sus paisanos no por vergüenza sino para simplificar) cuenta con colegio público (El Oasis) con 70 alumnos de 3 a 12 años, consultorio médico, botica, pabellón de deportes, piscina municipal, ludoteca, centro de día, plaza de toros estable, iglesia y un Ayuntamiento con 600.000 euros de presupuesto. Tiene cinco bares: El Rebaño, Los Llanos, La Plaza, El Hogar Cultural Manchego y el Jose y Gema, donde un café con leche cuesta 1 euro y la caña, 1,10. El paro roza el 15%, diez puntos menos que la media en Castilla-La Mancha, pero este pasado verano, cuando Llanos bulle de actividad agrícola con la recogida de melón, sandía, pimientos, maíz, cebollas tuvieron serias dificultades para adjudicar un puesto de trabajo por falta de demandantes. «Nos falta un hotel rural», lamenta el alcalde, que ahora anda ilusionado con transformar las antiguas casas de los maestros en un albergue juvenil, que ayude a atraer turismo.

Los primeros colonos

Arroyo, que tiene 39 años y trabaja de comercial, es nieto de uno de aquellos primeros 46 colonos que en 1955 estrenaron el pueblo, todavía en obras y con las viviendas sin terminar (faltaban puertas y cristales en las ventanas y había calles sin construir). A cada familia se le entregó una casita de 80 metros cuadrados, con otros 450 metros de parcela, una yunta de mulas para arar la tierra y una vaca. Tenían que ser familias numerosas. «Mi abuela eran ocho hermanos y mi abuelo, cuatro; a medida que los hermanos se hacían mayores, unos se iban buscando su propio sitio, y otros emigraron a Barcelona y Alicante».

Casi todos los que llegaron a Llanos en los 50 eran campesinos sin tierra que trabajaban como jornaleros en los pueblos cercanos. «Iban buscando un futuro mejor para sus familias». Finalmente se construyeron 200 casitas, que hoy, 60 años después, siguen todas ocupadas. Precisamente, con motivo de esta efeméride y la que se recuerda el 20-N con el 40 aniversario de la muerte de Franco, el alcalde ha recibido llamadas interesándose por el nombre del pueblo. La última, de una periodista de un medio holandés. Hasta allí ha llegado la polémica denominación. Si bien en Llanos cualquier controversia al respecto parece ya superada. El actual alcalde no cuestiona el nombre, y el anterior, del PSOE, siempre defendió que se respetara el nombre original, una decisión surgida de una consulta popular celebrada ya hace años. Es verdad que ha habido voces que han apelado a la Ley de Memoria Histórica para suprimir la referencia al caudillo, pero en el pueblo consideran que estas cuestiones las deciden los propios vecinos y, tras ser preguntados por ello, dan por zanjado el asunto.

Calles rectas y casitas blancas

Que nadie espere gran cosa de Llanos si lo visita como turista. Lo admiten los propios llaneros, que ése es su gentilicio. No deslumbra por sus monumentos, que, lógicamente en un pueblo de poco más de medio siglo, brillan por su ausencia. Sí llama la atención de la disposición lineal de las calles, siempre escoltadas por magníficas arboledas, y de las casitas, todas muy blancas. Ese diseño urbanístico trazado a escuadra y cartabón da sensación de orden y limpieza. A falta de cuestas y curvas, es perfecto para caminar, como lo atestiguan las mujeres que al caer la tarde salen a gastar suela a buen paso. Ni ellas ni sus maridos, ya jubilados, ni tampoco sus hijos se sienten incómodas por vivir en una localidad con reminiscencias franquistas. No sienten que cargan con una pesada losa. «Ninguna dictadura es buena. Yo no estoy orgulloso de que la tuviéramos en España, pero el nombre de nuestro pueblo es parte de la Historia, como los pueblos que llevan el nombre de Calatrava o de Santiago, que eran órdenes militares. Es verdad que nos lo puso un dictador que persiguió las libertades. También hay que ver que salíamos de una guerra civil y que en Llanos, lo que se hizo, fue dar una casa y tierras al que no tenía nada. Le aseguro que hoy la gente está más preocupada por dar un futuro a sus hijos que por el nombre del pueblo», dice el alcalde, que no esconde su orgullo por vivir bajo esa denominación. Y ante la duda, concluye: «En los cuatro meses que llevo de alcalde han venido muchos vecinos a verme, pero ni uno me ha pedido que cambie el nombre».

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