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La artista Jana Leo fue violada en 2001 a los 35 años por un hombre que vivía en la azotea de su edificio. :: elvira megías
Violada, secuestrada y desahuciada

Violada, secuestrada y desahuciada

La artista Jana Leo fue forzada hace 16 años en Nueva York. Logró demostrar que su casero descuidó a propósito la seguridad para expulsar a los inquilinos. «La violencia sexual sigue siendo un tabú»

ANTONIO PANIAGUA

Martes, 26 de septiembre 2017, 00:51

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Aquel día Jana Leo estaba cansada y le dolía todo el cuerpo. El 25 de enero de 2001 había ido al médico porque en un accidente de moto se había roto la clavícula y sufrido abrasiones en el abdomen. Hizo la compra y enfiló el camino a su apartamento de Harlem (Nueva York) cargada de bolsas. Cuando subió a casa se encontró la cerradura rota y la puerta abierta. Tendría que presentar otra queja. Entró. Dejó la compra y el gorro, y cuando se disponía a cerrar, se encontró con un hombre armado con una pistola. La violó y la mantuvo secuestrada dos horas. Con el tiempo el agresor fue detenido y condenado, pero también el casero. Porque se pudo demostrar que el arrendador actuó de forma negligente. Le venía bien que sus bloques de viviendas fueran un nido de delincuencia. Así los inquilinos se sucedían rápidamente, subía el alquiler a los nuevos y de paso se embolsaba la fianza de los que abandonaban la vivienda. Jana fue víctima a la vez de un crimen sexual y de un acoso inmobiliario. «¿Te crees que vives en Park Avenue?», le dijo el casero cuando le refirió lo ocurrido. «Por mí como si te matan», remachó el magnate, un gay bien parecido que vestía esmoquin y salía en las crónicas de sociedad por sus donaciones filantrópicas.

Steven Green, el usurero que administraba los edificios de Harlem, igual organizaba subastas de arte benéficas como adiestraba a dos patanes a hacer una chapuza con los cables de los edificios para provocar un cortocircuito. Todo valía para espantar a los arrendatarios y quedarse con los tres meses de alquiler pagados por adelantado.

Toda esta historia está contada en 'Violación Nueva York' (Libros del Lince), un ensayo en el que la artista conceptual Jana Leo, de 51 años, denuncia la especulación inmobiliaria en Nueva York y el desalojo forzoso de los inquilinos tradicionales de los barrios. Los especuladores han conseguido en parte su objetivo: Harlem ha cambiado su estampa de pobreza, aunque sólo a medias. Las casas en que se hacina la población negra en bloques de pisos miserables aún perviven.

Leo considera cómplice al portero porque sabía que el agresor vivía en la azotea del edificio y no hizo nada para desalojarle

El violador fue extrañamente educado. Pidió permiso para fumar e incluso accedió a ponerse un condón. Le robó 30 dólares a su víctima, aunque desdeñó quedarse con el vídeo, la tele o su cámara fotográfica. Le interesaba el cuerpo de Jana, así que le ordenó tumbarse en la misma cama donde ella y su novio hacían el amor y allí la forzó. El hecho de que no la golpease ni se ensañara con ella trastocó sus esquemas mentales. «De esta manera quizá no pudiera incriminarle más tarde. Al no haber marcas de violencia visibles, alguien podía interpretar que era sexo consentido. No obstante, en el examen que me hicieron en el hospital se comprobó que mi útero tenía moratones».

Veinticinco cajas

La víctima sospecha que el portero era cómplice del magnate Green. Por algo sabía que el violador, un negro 'sin techo', vivía en la azotea del edificio. Nadie hizo nada para desalojarle.

Desde el mismo momento de la violación se dedicó a recoger pruebas incriminatorias y a documentar su caso. Recopiló informes policiales, revisiones médicas, fotos del inmueble, artículos periodísticos sobre su casero, estudios sobre la violación, estadísticas. Un sinfín de papeles coleccionados a lo largo de siete años y que llenaban 25 cajas. Hizo público su caso con imágenes de sí misma y le dio un cariz político al asunto. «Porque la violación sigue siendo un tabú en EE UU e incluso más en España», dice Jana Leo, que subraya que el sexo forzado en los campus universitarios del país norteamericano está a la orden del día, al igual que las citas que degeneran en agresiones sexuales.

Mientras, la artista llevó una vida errabunda. Vivió en casas de amigos, porque alquilar una covacha en Nueva York es una tarea titánica. «Estuve tres años sin volver a tener mi propio apartamento. En ese tiempo hice quince mudanzas. Llegué a diseñar una cama que hacía las veces de mesa y almacén para poder desmontarla y meterla en un taxi». Ahora vive en Chinatown.

Al cabo de dos años su violador fue detenido en el transcurso de un tiroteo. Como el agresor había dejado dos colillas en el apartamento de Jana, se pudo cotejar el ADN. La víctima dudó si presentaba cargos. La artista, filósofa y arquitecta no cree en el sistema carcelario y le parecían más perversas las añagazas del casero que la violación misma. Al final declaró contra su agresor para salvaguardar su propia seguridad y porque también había violado a una inmigrante mexicana cuyo testimonio fue desestimado. El jurado condenó al agresor a 20 años de cárcel.

También emprendió un proceso civil contra el casero. Green ya había sido condenado a 33 meses por evasión fiscal y fraude, pero Jana presentó alegaciones y consiguió que fuera considerado culpable por negligencia. A las pocas semanas, cuando se dirigía a su Rolls Royce, el magnate inmobiliario fue arrollado por un vehículo cuyo conductor se dio la fuga. «Se dijo que él mismo había instigado el atropello para evitar la cárcel. Parece que se les fue la mano».

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