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Nacho camina con su inseparable carrito frente a un volcán nevado en el lago Chungará, en Chile. N. DEAN
El superhombre español que busca otra gesta: unir a nado los 5 continentes

El superhombre español que busca otra gesta: unir a nado los 5 continentes

Nacho Dean ha caminado 33.000 kilómetros. Ahora quiere unir a nado los cinco continentes

JAVIER GUILLENEA

Martes, 12 de junio 2018, 00:44

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Lo malo de los sueños es que algunos se cumplen y entonces el soñador, convertido ya en alguien distinto, se pregunta qué diablos hará a partir de ahora. Es lo que le pasó al malagueño Nacho Dean el 20 de marzo de 2016 en el kilómetro cero de la madrileña Puerta del Sol, que miró a su alrededor, a la gente que había acudido a recibirle, y se vio desprovisto de sueños porque el suyo, el de dar la vuelta al mundo a pie, lo acababa de cumplir.

Pero lo bueno de los sueños es que tienen recambio a nada que uno se lo proponga. Y Nacho está a punto de comenzar un nuevo proyecto, el de unir a nado los cinco continentes para difundir el mensaje de que es necesario conservar el mar. Si el tiempo acompaña, esta semana enlazará Europa y África a través del Estrecho de Gibraltar. Durante los próximos cinco meses unirá Europa con Asia con una travesía entre la isla griega de Kastellórizo y la costa turca; cruzará el golfo de Áqaba, entre África y Asia; el estrecho de Bering, entre Asia y América; y el mar de Bismarck, para abrazar Asia con Oceanía.

Nacho ríe cuando se le pregunta si acabó tan harto de tener los pies sobre la tierra que ahora lo único que busca es el agua. Durante tres años recorrió en solitario 33.000 kilómetros por 31 países de cuatro continentes. Todo ello sin ninguna asistencia, con la única compañía de un carrito de niños adaptado para la ocasión y de la gente que fue encontrando en su largo viaje.

No fue fácil. «En India temí que el sueño se convirtiera en una cárcel porque solo sufría, y entonces me di cuenta de que no iba a ser un viaje romántico», admite. Y no se equivocó. Sufrió un atraco en Perú, se zafó de jóvenes con machetes en El Salvador y México, país en el que contrajo la fiebre chikunguya, y fue testigo de un atentado en Bangladesh.

Soledad extrema

En Australia y América atravesó desiertos en los que durante días no vio a ningún ser humano. La soledad era total y Nacho tuvo que hacer lo posible para sobrellevarla. «Hablas solo o te inventas canciones y papeles en películas», recuerda. Era todo lo contrario a lo que le ocurrió en las primeras etapas, cuando no veía el momento de encontrar un rato de tranquilidad. «Salí a dar la vuelta al mundo y la primera noche dormí a 30 kilómetros de Madrid. Al principio venían mis padres y mis amigos para ver cómo estaba y traerme cosas». Aquello no parecía una gran aventura sino una excursión de colegio, pero llegó un momento en el que miró hacia atrás y no vio a nadie. «Paso a paso te vas alejando hasta que un día te das cuenta de que no tienes billete de vuelta, de que la única forma de regresar es seguir adelante hasta encontrar el punto de partida».

Salió de Madrid con 32 años, 3.000 euros y poco equipaje. Tenía pensado recorrer también África, pero después de los sustos de Perú y México cambió de opinión, lo que confirma la idea de que no es indispensable estar loco para dar la vuelta al mundo a pie. «Para hacerlo -afirma Nacho- hay que estar muy cuerdo, hay que tener los pies en la tierra y la cabeza amueblada, hay que planificar, detectar los peligros y cubrirte las espaldas».

El viajero que regresó a la Puerta del Sol no era el mismo que tres años antes había posado para los fotógrafos justo antes de partir. Era un hombre «silencioso y solitario» al que le costó adaptarse a su nueva existencia después de tanto tiempo viviendo a poca velocidad. «Pasé a estar sentado en una silla ante un ordenador, me mareaba en coche y durante una temporada dormí en el suelo», explica. Acostumbrado a «vivir todo el tiempo alerta», cada vez que oía un ruido a su espalda se volvía sobresaltado.

Nacho recuerda que «el final psicológico» de su aventura llegó cuando puso el pie en Nueva York, una de las últimas etapas del viaje. «Pensé que el sueño, lo que le daba sentido a mi vida, había acabado». Estaba en lo cierto, pero también equivocado. Ahora está embarcado en una nueva ensoñación y tiene en mente algunas más para cuando termine de unir a nado el mundo. Como él dice, «lo difícil es tomar la decisión». Una vez adoptada, solo queda echar a andar.

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