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El exmarido de la infanta Elena se lanza a vender trajes

El exmarido de la infanta Elena se lanza a vender trajes

En plena eclosión de la moda rápida y desenfadada, Jaime de Marichalar se lanza con una marca de trajes artesanales

LUIS GÓMEZ

Lunes, 30 de abril 2018, 00:38

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Jaime de Marichalar, el exmarido de la infanta Elena, es, a su pesar, un icono de moda. El aristócrata, famoso por su afición a lucir capas castellanas, camisas inclasificables, pantalones 'arco iris' y calcetines estrambóticos, crea tendencias, aunque las aborrezca. Defensor de la sastrería tradicional, pretende hacerse un hueco en este complicado negocio con una marca de fabricación de trajes artesanales. Su apuesta supone un verdadero desafío en tiempos de consumo rápido y profusión de prendas deportivas y desenfadadas. Pero no siempre fue así. El noble que andaba en patinete por las calles de Madrid crujió los estándares del clasicismo en el verano de 1999, cuando se enfundó unos pantalones con estampado de paramecios de Tommy Hilfiger que dieron la vuelta al mundo desde la isla de Capri.

Hay que ir sobrado de carácter y despojado de toda clase de prejuicios para vestirse como lo hizo entonces y sigue haciendo en ocasiones el consejero de Loewe. El dandi excéntrico, amante de los bolsos y pulseras multicolores, vive instalado en un carrusel de emociones estilísticas. Con un perfil marcadamente dual, es un devoto de 'looks' excesivamente clásicos que salpimenta a menudo con coloristas y sorprendentes atuendos vacacionales. Curiosamente, la alta sastrería es un terreno pasto de las contradicciones. Sujeta a unos códigos irrenunciables, se reinventa cada momento con una modernidad impactante. Que se lo pregunten si no a Tom Ford o Hedi Slimane, que revolucionó el sector desde Dior Homme.

No es esta, en cualquier caso, la ambición de Marichalar, que se ha embarcado en una aventura empresarial contenida y sin ningún ánimo de saltarse las reglas. B Corner, la sastrería creada junto a otros dos socios y amigos -los tres estudiaron Económicas-, surgió de la «necesidad». De la suya, más concretamente. Tras fallecer el sastre de cabecera que le hacía los ternos, pensó que él mismo podría ser la solución a la desaparición de Antonio Díaz. «Federico (Zanolla) y Goyo (Fernández) tenían este proyecto más o menos armado, pero yo me apunté por razones meramente egoístas; necesitaba un sastre», confesó a la revista 'Vanity Fair'.

Clásicos y básicos

Podía haber elegido alternativas más arriesgadas. Al fin y al cabo, es uno de esos personajes que nunca pasan desapercibidos. Habitual de los desfiles de las grandes marcas de lujo, los sigue habitualmente desde una discretísima segunda fila por su alergia a los flashes. Sin embargo, nunca deja de llamar la atención por sus atildados trajes. Frente a las tendencias de usar y tirar, Marichalar reivindica la atemporalidad y valora el «saber hacer» artesano. La misma impronta que pretende trasladar ahora a una enseña que atiende todos los frentes: desde la búsqueda de los tejidos al corte y el patronaje.

Experto en combinaciones realmente imposibles -es un apasionado de los trajes de raya diplomática, camisas de rayas horizontales y chalecos cruzados- tiene en nómina a diez sastres. De momento, confeccionan dos líneas: 'ready to wear' y 'beskope'. Aficionado a las chaquetas con cuello de piel y los zapatos de la firma Norman Vilalta -los modelos no bajan de los 1.750 euros y la confección de cada par exige más de 50 horas de trabajo-, mima la fabricación. Cada traje de colección implica 27 horas de «trabajo manual», mientras que los hechos a medida necesitan dos días. Eso, advierten, sin contar las innumerables horas de corte y plancha.

B Corner casa con la calma y la paciencia y rehúye las prisas. Entre sus objetivos no figura «expandirse salvajemente» ni alcanzar, al menos de momento, una condición «global. Somos un negocio muy pequeño y así queremos seguir», argumentan. Limitan las unidades para evitar perder «el control de la producción. A los creadores se les exige ahora una capacidad creativa enorme para producir muchas colecciones al año. Tienen mucha presión y estrés, pero nosotros, por suerte, no tenemos nada que ver con ese mundo. Hacemos solo entretiempo», puntualizan.

Su sistema de trabajo es fruto de las reflexiones sosegadas. Un año antes de cada colección, los tres cofundadores de la compañía viajan a Inglaterra e Italia a comprar las telas. Trabajan fundamentalmente con Loro Piana y Drapers, dos de los mejores fabricantes mundiales de tejidos. A la vuelta, ya en Madrid, se sientan juntos para decidir los diseños.

Que nadie espere el último grito ni la propuesta más escandalosamente provocadora. La firma tiene una norma: desmarcarse de las tendencias y apostar por lo seguro y lo que más les gusta a ellos: modelos clásicos y básicos. «Si se lleva la pata de elefante, nunca haremos trajes con pata de elefante», prometen.

Marichalar, experto en mezclar estampados atrevidos y tirar de pashminas que se anuda de forma peculiar, apuesta por la sastrería de toda la vida, «típica española o inglesa», aunque con «un toque italiano», para restar trascendencia a los diseños y aportarles, sin excederse, la porción justa de modernidad. «Suena mal, pero seguir la moda es no tener personalidad. Pasa igual que en los desfiles, donde ahora todos están con sus teléfonos móviles radiando al mundo y transmitiendo por sus redes en directo. Una vez más, las tendencias. Todos siguiendo una moda», se lamenta Marichalar, creador de un estilo tan particular que es casi imposible de imitar.

Amigos y economistas. Los cofundadores de B Corner defienden un estilo que se aleja de las tendencias.

Forrado de pieles. Jaime de Marichalar ha hecho de las pashminas, que se anuda de forma peculiar, y las prendas de abrigo forradas generosamente de pieles algunas de sus señas de identidad.

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