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Martes, 12 de diciembre 2017, 09:51
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El pasado mes de septiembre, Nicole Yarran perdió la vida después de que le fuese diagnosticado un cáncer fulminante durante una prueba a la que fue sometida como seguimiento del embarazo de su tercera hija. Tiempo antes de que se le diagnosticase, un experto descartó la posibilidad de que padeciese un cáncer de intestino “al ser muy joven” para padecerlo. Se presentó con síntomas peculiares.
Estaba constantemente constipada y se encontró sangre en sus heces, pero la valoración en aquel momento fue la del ‘síndrome del intestino irritable’. Otro médico al que consultó apuntó a que fuese celiaca. Ninguno apuntó al cáncer.
En vísperas de la Navidad de 2015, embarazada de su tercera hija, se sometió a una ecografía. Ahí los doctores descubrieron ocho tumores del tamaño “de una pelota de golf” en el hígado. Poco más tarde se le diagnosticó cáncer colorrectal metastásico. Tres días después comenzó el tratamiento.
Su madre se lamenta y denuncia que no fuese atendida de la forma idónea. “Si le hubiesen realizado las pruebas respectivas en 2014 habrían encontrado el cáncer. El embarazo alimentó los tumores”, señala. Por su parte, Nicole sabía que no vería a sus hijos crecer, algo que también supuso un severo varapalo.
Ahora es su progenitora quien se encarga de difundir su historia “para destacar la importancia de respetar la opinión de los pacientes”. No tuvo tanta suerte esta mujer como Shay Wignall, la niña milagro de 11 años que venció su batalla a pesar de serle diagnosticada otra enfermedad fatal.
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