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¿Por qué están acudiendo este año más flamencos a Andalucía? Llegan más de 37.000

¿Por qué están acudiendo este año más flamencos a Andalucía? Llegan más de 37.000

Más de 37.000 flamencos acuden este año a la laguna de Fuente de Piedra en busca de pareja y descendencia. Un censo histórico, porque «las condiciones son inmejorables»

SUSANA ZAMORA

Lunes, 28 de mayo 2018, 01:23

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Es primavera en Fuente de Piedra. Entre olivos centenarios y acacias, entre yacimientos romanos y vastos campos de cereal, emerge al norte de la provincia de Málaga, a 400 metros de altura, un espacio natural único en Europa. Allí, la vida es de color rosa. Lo tiene todo: agua, alimento, cálidas temperaturas, un entorno privilegiado, protección y, sobre todo, tranquilidad. Son 1.554 hectáreas (6,8 por 2,5 kilómetros) de paz imperturbable en donde ni los aviones pueden pasar a menos de 2.000 metros de altura. En 1983, la laguna de Fuente de Piedra fue incluida entre los humedales de importancia internacional (convenio Ramsar) y en 1987, declarada Zona de Especial Protección para las Aves. Desde entonces, aquello es un paraíso natural al que cada primavera miles de flamencos comunes ('Phoenicopterus roseus') se escapan para buscar pareja y descendencia.

Son esbeltos (pueden llegar a 1,5 metros de altura), zanquilargos y de alargado cuello, serpenteante en época de cortejo. Son bellos por naturaleza, pero ahora toca mostrar su mejor cara, que en ellos se traduce en su mejor plumaje. Su color rosáceo lo adquieren a través de la alimentación, que contiene carotenoides. Un estudio realizado por científicos del CSIC reveló la existencia de esos pigmentos en las secreciones de las glándulas uropigiales que tienen cerca de la cola. «Con el pico, extienden esta especie de grasa a otras partes del cuerpo para maquillarlas y realzar su color rosa, y evitar así que el sol lo degrade. Por eso, cuando nacen sus crías y ya no tienen tiempo para ellos, su plumaje se vuelve más blanco», explica Manuel Rendón, director-conservador de la laguna.

Este año no será tarea fácil encontrar a la media naranja entre tanto candidato, ya que, tras las intensas lluvias de marzo y abril, que han dejado un inmejorable nivel de agua de 75 centímetros, la afluencia de bandadas ha sido histórica. «El censo actual de 37.000 ejemplares es el máximo conocido para un mes de mayo», precisa Rendón. Aunque siempre hay flamencos en este enclave, es en febrero cuando empiezan a llegar desde otros humedales mediterráneos (nacionales, como las marismas del Odiel, del Guadalquivir, Delta del Ebro, Manjavacas, Pétrola y Santa Pola; e internacionales, como Turquía, Grecia, Italia y sur de Francia) y del noroeste de África (Senegal, Mauritania, Marruecos, Argelia y Túnez) para su reproducción, que suele abarcar entre abril y junio. «Los flamencos suelen otear el mejor humedal para establecerse; de un día para otro pueden cambiar y desplazarse hasta 1.300 kilómetros», puntualiza Rendón.

Durante el periodo reproductivo, son aves especialmente vulnerables y la mayor parte de la población se concentra en unos pocos núcleos. A día de hoy, solo existen dos colonias relativamente estables en el Mediterráneo occidental: La Camarga, en el sur de Francia, y Fuente de Piedra. Sin embargo, cualquier situación ambiental adversa puede echar al traste con los planes para tener crías. Por eso, este será un año para recordar en Málaga, porque todas las circunstancias son favorables: un nivel de agua suficiente; la existencia de islas para el establecimiento de la colonia, que les proporcionan protección; y disponibilidad de alimento, tanto en la propia laguna como en un radio de 200 kilómetros en torno a ella, principalmente, Doñana y las marismas del Guadalquivir.

«El gran valor de Fuente de Piedra es que, por su carácter temporal (se abastece de las precipitaciones, la escorrentía y las aguas subterráneas) y salino, favorece una especie de zooplacton y crustáceos de los que se alimentan los flamencos». Con esta base nutricional al alcande del pico, en torno a las 10.500 parejas reproductoras que se formarán sacarán adelante a sus polluelos. Cada una de ellas tendrá un único huevo, que incubarán al 50% el macho y la hembra durante 29 días en nidos de barro. Acabado el verano y con el deber cumplido, tocará buscar otros horizontes más cálidos.

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