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El héroe secreto

El héroe secreto

El Giro de Italia homenajeará al legendario Gino Bartali tomando la salida en Jerusalén.Salvó la vida a 800 judíos. Nunca lo contó.

JAVIER GUILLENEA

Lunes, 25 de septiembre 2017, 01:27

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Si aún siguiera vivo, posiblemente habría corrido a gorrazos a los autores de la idea de que el Giro de Italia empiece el próximo año en Jerusalén. La carrera saldrá de Europa por primera vez en sus 101 años de historia para rendir homenaje a una de sus grandes leyendas, pero no lo hará por sus méritos deportivos sino por lo que hizo durante la Segunda Guerra Mundial. Gino Bartali fue miembro de la red clandestina Delasem, que salvó a miles de judíos del exterminio, toda una hazaña que nunca quiso revelar. Por eso es probable que hubiera acogido de mala gana los reconocimientos que se le han tributado. No es que fuera un héroe silencioso, es que le daba igual. Cuando uno de sus hijos le preguntó por qué no contaba su historia, él respondió: «Hice lo que tenía que hacer».

Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, Gino Bartali ya era una leyenda en Italia. A sus 25 años había ganado dos Giros y un Tour de Francia y todos sus compatriotas, con Mussolini al frente, le adoraban. El monje volador, apodo que recibió por sus sentimientos religiosos, era el símbolo de los fascistas y de los soldados que acudían al frente, un ejemplo en el que toda la nación se miraba. Y él se aprovechó de ello.

Con la guerra las competiciones se paralizaron pero Bartali siguió entrenando por las carreteras de Toscana, que conocía como la palma de su mano. Lo hizo con una intensidad desconocida para cualquier deportista de su época, recorrió día y noche más kilómetros que nunca, no paraba quieto. Atravesaba sin problemas las patrullas militares, que saludaban efusivamente a su héroe, y jamás permitía que nadie se acercara a su bicicleta. Quien lo intentaba recibía una andanada de insultos que siempre alejaban a los curiosos.

Bartali gritaba que su bicicleta era demasiado sofisticada como para que la tocaran otras manos, pero el motivo era diferente. En los tubos del cuadro y bajo el sillín transportaba pasaportes falsos destinados a judíos italianos que intentaban abandonar el país. Los documentos habían sido elaborados en imprentas clandestinas controladas por una red de religiosos empeñados en luchar contra el exterminio y el famoso ciclista, el gran héroe del fascismo, era el encargado de transportar los papeles hasta sus destinatarios. Se calcula que salvó de esta manera a 800 personas.

«Era la imagen de la Italia profunda, un hombre muy católico, callado, un poco bruto y de derechas, pero muy difícil de manipular», afirma el periodista Martiño Suárez, autor de 'Bestiario do vestiario', un libro en el que refleja anécdotas del mundo del deporte, sobre todo del ciclismo. Gino Bartali tenía cara de boxeador, le gustaba el vino y antes de cada etapa se fumaba un cigarrillo para desmoralizar a sus rivales. Fue el último ciclista épico, de aquellos que coronaban cumbres a la brava y cuya única técnica era la fuerza bruta. Tras él llegó la modernidad de Fausto Coppi, su gran rival y mejor amigo.

El corredor de Mussolini

Después de la guerra Gino Bartali aún ganó otro Giro y un Tour, pero el peso de los años le obligó a ceder su trono a Coppi. El viejo campeón se retiró con su secreto a cuestas y la etiqueta de haber sido el corredor de Mussolini. Bartali murió en 2000 a los 85 años de un ataque al corazón. Tres años después, los hijos de Giorgio Nissim, uno de los responsables de la red Delasem, encontraron entre las pertenencias de su fallecido padre un viejo diario en el que detallaba el funcionamiento de la organización. Entre sus páginas figuraba el nombre de Gino Bartali, que en 2013 fue elegido 'Justo entre las Naciones' por la Yad Vashem, la institución que mantiene viva la memoria del Holocausto.

La pregunta que hasta ahora nadie ha sabido responder es por qué el héroe no reveló su secreto. «Frente a su imagen conservadora de la vieja escuela estaba la figura de Coppi, el moderno de izquierdas que iba bien vestido y con gafas de sol, que representaba en aquella época todo lo que Italia quería ser», afirma Martiño Suárez. «Bartali se dejó adelantar por Coppi, no le importó que la figura de su rival se fuera agrandando mientras él quedaba como el malo de la película. No hizo nada para evitarlo aunque solo tenía que haber contado lo que hizo durante la guerra». Pudo hacerlo pero guardó silencio. «El bien se hace pero no se dice», confesó un día a su hijo.

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