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El misterio tras la cuesta abajo de Facebook

El misterio tras la cuesta abajo de Facebook

La filtración de datos de 50 millones de personas pone contra las cuerdas al gigante de Zuckerberg y revela el enorme poder de internet para influir en los procesos electorales sin que los votantes se den cuenta

JAVIER GUILLENEA

Jueves, 22 de marzo 2018, 00:29

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La red de redes se ha visto atrapada en una tormenta global. Las revelaciones de Christopher Wylie, un antiguo empleado de la consultora Cambridge Analytica, ha dejado al descubierto la existencia de una fuga masiva de datos de usuarios de Facebook que en 2016 sirvieron para llevar al poder a Donald Trump en Estados Unidos. Al margen de las repercusiones que este hecho está teniendo para la empresa fundada por Mark Zuckerberg, el escándalo pone de relieve hasta qué punto internet puede ser utilizado para influir en la opinión pública sin que nadie se dé cuenta.

Resulta inquietante pensar en lo sencillo que es dirigir las opiniones de millones de personas para que acaben votando a un candidato presidencial con la tranquilidad de quien ha decidido en conciencia. Lo de influir es lo que siempre se intenta hacer en las campañas electorales, para eso están la propaganda, los mítines, los debates y las zancadillas habituales entre candidatos, pero en líneas generales se trata de convencer a la gente. Lo de Cambridge Analytica es, sin embargo, de otro nivel.

Según ha relatado Christopher Wylie a los periódicos 'The New York Times' y 'The Observer', una consultora de matriz británica creada en 2013 por Steve Bannon, el editor y periodista ultraconservador que ayudó a Trump a llegar a la presidencia, compró en 2014 los datos de 50 millones de estadounidenses que habían sido recogidos por el psicólogo Alexandr Kogan a través de Facebook. Esta información, en principio reservada a investigaciones académicas, fue utilizada con intereses políticos. Y, además, con bastante éxito.

Lo que se ha sabido es una auténtica bomba para la credibilidad y el futuro de Facebook. Al parecer, durante varios años Cambridge Analytica ha trabajado para construir una herramienta destinada a influir en la opinión pública a través de campañas diseñadas para audiencias concretas según sus gustos e ideologías. No es tanto convencer como controlar la información que llega a los electores aunque para ello haya que difundir de todo menos la verdad.

El camino más rápido para lograrlo es conocer los gustos del mayor número posible de personas. Bastan unos cuantos 'me gusta' en la red para adivinar los gustos, hábitos e ideas políticas de cada usuario. A partir de los algoritmos creados por el propio Christopher Wylie es posible dirigir las preferencias hacia el candidato deseado. No hay más que ofrecer a cada uno la información que quiere oír, convenientemente manipulada con la ayuda de psicólogos, creativos y científicos de datos, para crear burbujas de personas con intereses afines y fácilmente manipulables.

Facebook ha negado su responsabilidad en una operación de este calado pero hasta ahora ha convencido a pocos. Lo peor es que no puede alegar que no lo sabía. En 2015 el periódico 'The Guardian' ya había advertido sobre lo que realmente estaba haciendo Cambridge Analytica. Lo que hizo la compañía de Zuckerberg fue recordar que esos datos no podían ser compartidos o vendidos y que habían sido obtenidos de forma no lícita. También exigió a la consultora que eliminara la información pero para entonces ya estaba diseminada en múltiples copias. La tormenta no fue a más.

El escándalo murió antes de nacer pero esta vez no parece que vaya a ocurrir lo mismo. Las repercusiones sociales, políticas y económicas parecen inevitables. Las acciones de la compañía han caído en Bolsa, Alex Stamos, el responsable de seguridad de la empresa ha anunciado su marcha por desavenencias en la gestión y Zuckerberg puede acabar dando explicaciones en Estados Unidos y Gran Bretaña.

En su país, la Comisión Federal de Comercio investiga si Facebook violó los términos de su contrato de consentimiento, establecido en 2011, al proveer datos de sus usuarios a Cambridge Analytica, lo que podría suponerle una cuantiosa multa. En su contrato, la red social se comprometía a solicitar el consentimiento de sus usuarios antes de realizar determinados cambios en sus preferencias de privacidad, como parte de un acuerdo con la Administración de EE UU, que en ese momento acusaba a la compañía de engañar a los consumidores al compartir con terceras empresas más información de la autorizada.

El Gobierno británico también ha abierto una investigación y el presidente del comité de asuntos digitales de la Cámara de los Comunes, Damian Collins, avanzó ayer que llamará a declarar a Zuckerberg y al consejero delegado de Cambridge Analytica, Alexander Nix. «Alguien debe asumir la responsabilidad por esto. Es momento de que Zuckerberg deje de esconderse detrás de su página», dijo. Horas después, Nix fue suspendido por el consejo de administración de la firma.

En la UE, la comisaria europea de Justicia, Vêra Jourová, ha calificado las revelaciones de Christopher Wylie de «horripilantes si se confirman». «¡Los datos personales de 50 millones de usuarios de Facebook podrían haber sido mal gestionados y utilizados con fines políticos de una manera tan sencilla! No queremos esto en la UE», ha escrito en Twitter.

La Comisión Europea insistió en que las compañías deben asumir la responsabilidad del correcto tratamiento de los datos personales y el Parlamento Europeo ha asegurado que investigará el caso. «El uso indebido de datos de usuarios de Facebook es una violación inaceptable del derecho a la privacidad de los ciudadanos», ha afirmado el presidente de la Eurocámara, Antonio Tajani.

Sin cuartel

Acorralada contra las cuerdas, Facebook no encuentra la manera de esquivar los golpes. Su vicepresidente, Paul Grewal, ha declarado como única defensa que todo lo ocurrido ha sido «una estafa y un fraude». «Proteger la información de la gente está en el centro de todo lo que hacemos y se requiere lo mismo a quienes ofrecen aplicaciones en Facebook. Si estos informes son ciertos se trata de un abuso de nuestras reglas», añadió. La empresa, que se esfuerza por adoptar el papel de víctima, ha contratado a una firma especializada para auditar lo sucedido y ha cancelado su relación con la polémica consultora, a la que no se augura un gran futuro.

Steve Bannon concebía Cambridge Analytica como un arma para librar una guerra sin cuartel. La empresa contaba con equipos destinados a confeccionar contenidos a medida de cada burbuja social a la que se dirigía y mantenerla aislada de la información de los oponentes. «Sabíamos a qué tipo de mensajes serías susceptible, incluyendo la forma en la que entregártelo, los temas, el contenido, el tono, si el mensaje necesitaba ser aterrador o no, ese tipo de cosas; sabíamos cuántas veces necesitábamos pasarte ese mensaje para cambiar la forma en la que piensas sobre algo», ha explicado Wylie.

En un programa de cámara oculta de la cadena Channel 4 varios directivos de la consultora, entre ellos Alexander Nix, se ufanan de su capacidad de interferir en los procesos electorales. Dicen que podrían enviar «chicas de Ucrania» a eventuales adversarios políticos, para filmarlos y difundir ese material por internet. «Eso funciona muy bien», asegura uno de ellos como quien no es la primera vez que lo dice. Y ese mensaje sí que es aterrador.

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