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Gonzalo Delacámara. José Ramón Ladra
«Creer que se aliviarán las sequías es ilusorio y temerario»

«Creer que se aliviarán las sequías es ilusorio y temerario»

Gonzalo Delacámara, asesor asesor de Naciones Unidas, asegura que nos encontramos ante un desafío global

efe

Martes, 21 de noviembre 2017, 14:30

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Creer que las sequías mejorarán de modo relevante es «ilusorio cuando no temerario», porque esta anomalía inicialmente transitoria formará cada vez más parte de nuestra vida como manifestación aguda de un desafío crónico, según el director académico del Foro de la Economía del Agua, Gonzalo Delacámara.

La sequía como escasez estructural de agua es uno de los principales desafíos globales, ha asegurado en una tribuna este economista asesor de Naciones Unidas, que además dirige el Departamento de Economía del Agua de la Fundación IMDEA (Instituto Madrileño de Estudios Avanzados).

Sobre este problema ha advertido de que «seguir mirando» hacia otro lado, «aturdidos por una actualidad que a veces creemos importante», no es más que un «monumento a la frivolidad».

El experto ha recordado que el consumo mundial de agua se ha triplicado en los últimos 50 años, mientras que su demanda crece a una tasa que duplica el ritmo de crecimiento de la población mundial.

La escasez estructural de este recurso afecta ya al 40 % de la población mundial, y en 2025 se prevé que 1.800 millones de personas vivirán en países o regiones con escasez absoluta y dos terceras partes de la población sufrirán «estrés hídrico» (una brecha entre disponibilidad a largo plazo de agua y demanda).

Desde 1900, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) estima que más de dos mil millones de personas se han visto afectadas por la sequía, más que cualquier otro riesgo físico para la salud.

Esta escasez estructural de agua exacerba la desnutrición y la recurrencia de hambrunas, potencia la pobreza extrema, aumenta las tasas de mortalidad prematura y de morbilidad, recuerda el experto.

Hay situaciones extremas en Irán, China, Indonesia, Afganistán, India, Chile, Jordania, Estados Unidos, y sequías recurrentes en regiones como la costa peruana, Brasil, Australia, algunos otros países de Oriente Medio, Singapur, España, Italia, Portugal, Grecia, etc.

El cambio climático aumenta la frecuencia, la intensidad (duración, descenso de precipitaciones y agua embalsada, área afectada) y el impacto (pérdida de cosechas).

En los primeros meses de 2017, las temperaturas medias en la superficie del planeta crecieron 0,94º C respecto al promedio del periodo 1950-1980, de acuerdo a la NASA, mientras que 2017 es el segundo año más cálido de la historia hasta el momento, después de que en 2016, 2015 y 2014 se batieran temperaturas récord entonces.

Pese a todo esto, el asunto no sólo parece recibir «una atención que, siendo generoso, uno podría calificar como descuidada, sino que la información sesgada hacia lo meteorológico o lo estrictamente hidrológico nos impide entender la verdadera dimensión del desafío e incentiva nuestra complacencia», advierte Delacámara.

«Una mirada indulgente, pasiva, a veces incluso abúlica» es la que se observa respecto a un fenómeno «cuyas consecuencias no serían tales de no ser por nuestra propia acción», puntualiza.

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