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Pierre Danilo Larancuent, el sueco que ha asesinado a un policía y un peluquero en Valencia.
El descuartizador de Valencia asesinaba igual que en sus novelas: «Estaba enfermo»

El descuartizador de Valencia asesinaba igual que en sus novelas: «Estaba enfermo»

En una de las novelas del descuartizador de Valencia, las víctimas ficticias mueren de una cuchillada en el corazón. Como las reales, Albert y Blas.

INÉS GALLASTEGUI

Sábado, 16 de septiembre 2017, 01:39

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La realidad supera a la ficción, a veces de forma trágica. El sueco Pierre Danilo Larancuent, abatido a tiros por la Policía el martes tras acuchillar mortalmente a un agente y descuartizar a un peluquero en Valencia, era coautor de tres novelas negras. Las escribió en prisión, donde ingresó por narcotráfico, junto a Ricard Nilsson, un triple asesino condenado a cadena perpetua. En una de ellas, las víctimas ficticias mueren de una puñalada en el corazón. Igual que Albert F. y Blas Gámez, sus víctimas reales. «Pierre era una de las personas más buenas, leales e inteligentes que he tenido el honor de conocer», declaró ayer a este periódico el convicto Nilsson, que solo se explica los crímenes de su amigo por el trastorno bipolar que, según él, padecía.

A los vecinos del número 77 de la calle Sueca en el barrio de Ruzafa, donde vivía desde hacía unos meses, aquel forastero fuerte, calvo y con gafas les parecía «extraño». Algunos lo habían visto este verano durmiendo en el balcón. No se atrevían a sostenerle la mirada cuando se cruzaban con él en el portal.

Los hechos del martes demuestran que se quedaron cortos. Tras el hallazgo entre unos contenedores de una maleta con un torso humano en su interior, un rastro de sangre condujo a la Policía a su piso y, cuando dos agentes se dirigían a identificarle, se abalanzó contra uno de ellos y le clavó un cuchillo en el pecho. El compañero del subinspector Gámez disparó su arma y el corpulento sueco quedó muerto en el suelo.

Hijo de un inmigrante latino, en la cárcel estudió sin parar

Larancuent, de padre dominicano y madre sueca, nació hace 36 años en Kungälv, un barrio conflictivo de Gotemburgo. Idolatraba a Tony Montana, el traficante interpretado por Al Pacino en 'Scarface', y parece que decidió imitarle, porque en 2003 fue detenido como cerebro de una red de tráfico de éxtasis a Estados Unidos. Fue condenado a 14 años e ingresó en la prisión de Kumla. En su perfil de Linkedin, se presenta como editor y redactor de contenidos en Catena Media, en su ciudad natal, y exhibe siete títulos obtenidos durante su estancia en prisión, entre ellos un grado en Sociología. De la cárcel, ni pío.

Mientras cumplía condena, hizo buenas migas con Nilsson, encarcelado de por vida por matar a tiros a tres personas para robarles en 1999. «Al descubrir que los dos amaban la literatura, comenzaron a colaborar», relata el blog que compartían. En 2012 publicaron su primera novela, 'Hombres sin piedad', basada en el caso real de un refugiado iraní recluido en el misma penal. «Es la primera vez que los autores de una novela policiaca están en una institución de alta seguridad», se jactan. El libro fue bien acogido y un año después lanzaron el segundo, 'Con la muerte como sombra'. Es este el que guarda algún aparecido con los crímenes de Larancuent. En sus páginas, la Policía establece una conexión entre varios asesinatos caracterizados por un mismo 'modus operandi': todas las víctimas mueren con el corazón atravesado por un arma blanca. Así es como Pierre acabó con la vida de Blas Gámez y, según ha trascendido, también con la del peluquero Albert F., cuyo cuerpo posteriormente despedazó para ocultarlo. Finalmente, por motivos que aún se investigan, abandonó la maleta con el torso en mitad de la calle, en pleno día. El resto aún no ha podido ser encontrado.

El año pasado se publicó su tercera colaboración, 'Cuando la injusticia gana', que denuncia la corrupción, las violaciones y la brutalidad de las cárceles suecas.

«Tuvimos un gran éxito con nuestros libros», presumía ayer Ricard Nilsson. Y los comentarios de lectores, blogueros y periodistas que incluyen en su página parecen darle la razón. Los críticos literarios destacan el ingenio de la trama, la profundidad de los personajes, el ritmo trepidante y el final imaginativo. En algo se tenía que notar que los autores de la ficción policiaca estaban en chirona. «No hay clichés. Policías y criminales tienen su lado bueno y su lado malo», observa una reseña. «Además del entretenimiento, es importante la crítica al sistema y a la sociedad», apunta otra.

Sorpresa en Suecia

La prensa sueca se hizo eco enseguida de la noticia de los crueles actos de Larancuent -cuyo verdadero apellido era Andreasson- y de su propio final. Sus familiares fueron informados enseguida por las autoridades españolas y no han querido hacer declaraciones.

El abogado Ralph Ekman, que le defendió en su juicio por narcotráfico, se mostró impactado. «No era en absoluto violento. Era muy amable», declaró a 'Svenska Magasinet'. Lo mismo que su editor, Tomas Lindelöw, para quien después de cumplir su pena en 2014 tenía una nueva vida por delante. «Es triste», admitió.

Su amigo tras las rejas debió de ser uno de los últimos en hablar con él, el mismo martes. «Es todo muy trágico -aseguraba en un correo electrónico Ricard, antes de expresar sus condolencias a las familias de las víctimas españolas-. Sufría trastorno bipolar. Es importante recordar que mi amigo estaba enfermo cuando cometió el crimen, no había voluntad ni maldad detrás». Según declaró al diario 'Paragraf', Pierre le dijo que tenía problemas con la medicación. «Debe haber sufrido algún tipo de psicosis», especula.

En la segunda novela de este extraño dúo, la protagonista logra escapar del asesino. Albert y Blas no tuvieron esa suerte. Según los investigadores, el primero fue a su casa el domingo por la noche tras quedar con él a través de una app de contactos y allí encontró la muerte. El segundo, dos días más tarde y a muy pocos metros, falleció cuando trataba de resolver el crimen. Ojalá nunca hubiera pasado de la fantasía a la acción.

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