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Luigi di Maio, durante un acto político. EFE
El joven de 31 años 'sin estudios ni currículum' que revoluciona la política europea

El joven de 31 años 'sin estudios ni currículum' que revoluciona la política europea

El movimiento 5 Estrellas elige como candidato a las elecciones en Italia a Luigi di Maio,un joven de 31 años sin estudios universitarios ni currículum de relumbre

DARÍO MENOR

Martes, 26 de septiembre 2017, 00:50

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Luigi di Maio cumplió el pasado martes el ritual por el que han de pasar los políticos del sur de Italia que aspiran a agarrar las riendas del poder, sin importar que sean democristianos, comunistas, ateos o fervientes católicos. No hay mandatario que se resista a participar en el folclórico rito de la licuación de la sangre de San Genaro, patrón y pasión religiosa de los napolitanos que, tres veces al año, hacen fila para besar la pequeña ampolla de cristal donde, según la tradición, se guarda la sangre de este santo del siglo III. La ceremonia de la licuación es una fiesta en Nápoles. Después de celebrar una misa, el arzobispo sacude con fuerza la reliquia hasta que la sangre pasa del estado sólido al líquido, mientras la gente aplaude y agita sus pañuelos en el aire. Por suerte para Di Maio, el martes se produjo sin problemas el 'milagro' (fruto de un fenómeno llamado tixotropía). Cuando no es así, los napolitanos, supersticiosos hasta el tuétano, lo consideran un augurio de terribles e inminentes catástrofes.

Di Maio participó en esta popular ceremonia religiosa un día después de convertirse en el candidato in pectore del Movimiento 5 Estrellas (M5E) de cara a las elecciones parlamentarias que se celebrarán en Italia en los primeros meses de 2018. El joven vicepresidente de la Cámara de los Diputados (cumplió 31 años el pasado julio) es el único aspirante de peso en las primarias celebradas a través de internet por el partido 'anticasta' y será proclamado en el congreso de este fin de semana en Rimini.

Con aquel beso a la ampolla con la sangre de San Genaro que le ofrecía el arzobispo de Nápoles, Crescenzio Sepe, Di Maio daba un paso más para intentar convertirse en el próximo primer ministro italiano. Tratará así de completar la escalada al poder iniciada hace diez años por el fundador del M5E, Beppe Grillo. Asociado a una oscura agencia de comunicación, este cómico pasó de organizar protestas callejeras a poner en marcha un movimiento que con su promesa de darle la vuelta al sistema político, ya consiguió en los últimos comicios convertirse en la lista más votada. Solo las alianzas de diversos partidos impidieron que el M5E tomara el Palacio Chigi, sede de la jefatura de Gobierno.

Con sus elegantes trajes, buena labia y pose de tipo serio, Di Maio queda bien en televisión. Ofrece un aspecto institucional y un rostro atractivo y sosegado que contrasta con la beligerancia de Grillo, adicto al grito y al insulto. El problema es que, cuando se rasca un poco, se descubre que este joven crecido en Pomigliano d'Arco, una ciudad a las afueras de Nápoles, no cuadra con el proyecto del M5E de colocar en el vértice de las instituciones a universitarios brillantes o empresarios de mérito.

Doble sorpresa

Di Maio no acabó la universidad (comenzó Ingeniería y Derecho) ni tampoco cuenta con un currículum laboral de relumbre. Trabajó como camarero, reparador de ordenadores, agente comercial e incluso como azafato en el San Paolo, el estadio de fútbol del Napoli. Su declaración de la renta en 2012 fue de cero euros. Todo cambió con las elecciones de 2013. Primero consiguió colocarse como 'número dos' en las listas del M5E en Campania y el 15 de marzo de aquel año, entró en el Parlamento como diputado. «No dormí durante dos noches por la alegría. El teléfono no paró de sonar durante 48 horas, pero no respondía. Estaba cansado y confuso. No recuerdo nada de aquellos días», reconoce en su biografía, escrita por un amigo de la infancia.

No era aquel el único momento emocionante que le esperaba. La praxis parlamentaria preveía que al M5E le correspondiera la vicepresidencia de la Cámara de los Diputados, así que los legisladores de esta formación tuvieron que decidir quién iba a ejercer este cargo, uno de los más altos del Estado. Votaron a Di Maio, que con sus 26 años de entonces se convirtió en el político más joven en alcanzar esa responsabilidad. «Yo dije simplemente: no me referiré nunca más con el título de 'honorables' a los diputados. Y me eligieron de inmediato». Así de sencillo.

Hay quien ve en aquel reconocimiento una metida de pata más que añadir a su lista. Hay alguna memorable, como cuando criticó a Matteo Renzi comparándole con «Pinochet en Venezuela». Resulta igualmente difícil de olvidar la ocasión en que habló del «grupo de presión que forman los enfermos de cáncer». Este verano, durante un elitista encuentro con empresarios en Cernobbio, dejó al auditorio a cuadros al asegurar que Mariano Rajoy era su modelo a seguir por las reformas estructurales emprendidas y por haber conseguido que Europa «cediera sobre la flexibilidad». «¿Pero sabe realmente Di Maio quién es Rajoy?», se preguntaron los diarios italianos, sorprendidos de que se identificara con un gobernante conservador en lugar de con sus antagonistas de Podemos.

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