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Una joven pareja se hace un 'selfie'. Fotolia

Alerta preocupante: se disparan las depresiones en adolescentes por el abuso de las redes sociales

Una baja autoestima, un físico que no gusta, una burla y una falta de seguidores puede acabar en episodio depresivo

ideal.es | agencias

Sábado, 16 de junio 2018, 11:05

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Instagram, Twitter, Facebook,... los jóvenes de hoy cuenta casi al dedillo su vida en las redes sociales, ya sea a través de fotos, contando algo que les ha pasado o vídeos. Da igual que los 'selfies' sean solos, acompañados mostrando el amor por su amigo, perro o novio; con el último look que se han comprado o en bikini, la cuestión es conseguir ese 'me gusta' tan ansiado y cuantos más mejor.

Precisamente de ahí viene uno de los problemas. Ver que tu publicación no tiene todos los 'me gusta' que deseas o que recibes un comentario no esperado, puede mermar tu autoestima. Con esas publicaciones muchos adolescentes buscan la imagen, la valoración, el respeto, la admiración. Pero si además la persona es adolescente, la situación se puede poner bastante fea.

Recientemente, los psiquiatras han constatado un incremento de consultas de jóvenes y menores de 18 años que abusan de las redes sociales y que padecen depresión: tienen baja autoestima, rechazan su imagen corporal, afrontan de forma inadecuada las dificultades cotidianas y a veces también sufren un «vacío existencial».

El abuso, no el uso, de las redes sociales en los menores y en los adultos jóvenes, de 20 a 34 años, es uno de los asuntos que actualmente más preocupan a los psiquiatras, tal y como se ha constatado en el seminario 'Millennials y Generación Z. La Depresión invisible', organizado por la farmacéutica Lundbeck. Preocupa porque, según Marina Díaz-Marsá, presidenta de la Sociedad de Psiquiatría de Madrid y psiquiatra del Hospital Clínico San Carlos, cada vez hay más diagnósticos de jóvenes depresivos que pasan «horas y horas en las redes sociales».

«Cuando ves su vida, te das cuenta de que está metido todo el día en casa, que no sale de su habitación, sólo está en el ordenador, en internet, en las redes sociales, no se separa del móvil. Son muchas las familias que lo cuentan», según la especialista. Ese uso constante de las redes puede conllevar a alteraciones en la calidad del sueño, a una menor autoestima, ansiedad, depresión e inquietud. Las redes «no duermen» y los jóvenes pueden sufrir al no poder responder de inmediato a textos o mensajes durante la noche.

Esos jóvenes «enganchados» tienen la necesidad de mirar compulsivamente a los otros y se disgustan porque sienten que su vida no es así. Se sienten mal, según cuentan en las consultas, por considerar que no están «a la altura» de sus amigos: tienen muchas visitas y las fotos que exponen son de «personas felices», argumentan. Para muchos «ser popular» se ha convertido en su máxima aspiración. Y eso hace, sobre todo en algunos, que, con tal de sumar amigos, seguidores, comentarios o «likes», lleven ese deseo al extremo e incurran en conductas de riesgo para sí mismos, como exhibicionismo (en las chicas) o agresiones hacía otros.

La depresión va en aumento y las previsiones no son buenas, ya que, según Víctor Pérez Sola, director del Institut de Neuropsiquiatria i Addicions del Hospital del Mar de Barcelona, se espera que en 2030 sea la primera causa de incapacidad laboral. Esta enfermedad se ha convertido, junto con las adicciones, en una de las lacras en salud mental de los jóvenes, y además cada vez los primeros episodios son a edades más tempranas.

No se sabe por qué las tasas aumentan año tras año, a pesar de que se conoce cada vez mejor la enfermedad, se diagnostica con más precisión y hay antidepresivos más eficaces y seguros. Los factores más determinantes para que alguien sea vulnerable a la depresión son, además de la genética (entre el 30 y 40 % está vinculado a ella), el lugar y entorno en la infancia o adolescencia.

En esos espacios y situaciones, muchos de los jóvenes con depresión han sufrido malos tratos, abusos, «bullying» o acoso, y no lo han contado, no han accedido al sistema sanitario. «Es muy difícil que una persona de 18 o 22 años vaya al médico, al psicólogo o psiquiatra con un cuadro depresivo, porque no entiende que tenga que acudir ahí. No creen en ellos y piensan que lo que les pasa no tiene que ver con lo que dicen los médicos», dice Pérez.

Por eso, el reto es acercarlos al sistema sanitario e intentar llegar a ellos a través de propuestas, como la de situar a equipos de salud mental fuera de los ambulatorios, en centros sociales y culturales de referencia para la juventud.

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