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Acción. Funcionarios de la Unidad Central Operativa detienen a un político sospechoso de corrupción.
La UCO, cuando las cosas se ponen feas

La UCO, cuando las cosas se ponen feas

Son 500 agentes, la élite intelectual y académica de la Guardia Civil, y ni mucho menos se ocupan solo de la corrupción. La unidad lleva 28 años trabajando con éxito en la sombra, aunque ahora está en boca de todos

MELCHOR SÁIZ-PARDO

Sábado, 20 de mayo 2017, 03:51

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Qué coño es la UDEF?», preguntó Jordi Pujol en una entrevista televisiva cuando le afearon que toda su familia estaba siendo investigada por la Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal del Cuerpo Nacional de Policía. La presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, quizás podría haberse hecho el martes la misma pregunta, pero en este caso sobre la UCO de la Guardia Civil, la unidad que le acusó en un informe remitido al juez Eloy Velasco de haber cometido los delitos de prevaricación y cohecho en la adjudicación de la cafetería de la Asamblea de Madrid.

Cifuentes no tardó en encararse con la Unidad Central Operativa cuando supo que ni el juez ni Anticorrupción iban a dar por buenas las acusaciones de la Guardia Civil. Lo que quizás no sabía la presidenta madrileña es que estaba poniendo en tela de juicio el trabajo de la élite intelectual y académica del instituto armado. Un grupo que ha intervenido en cerca de 3.000 investigaciones de altísima complejidad desde su fundación, en 1989. Unos agentes que no solo han puesto contra las cuerdas al Partido Popular de Madrid con las operaciones 'Púnica' o 'Lezo', al PP valenciano con 'Taula', a la vieja Convergència con 'Pretoria' o al PSOE andaluz con los ERE, sino que han desarticulado algunas de las mayores organizaciones de narcotráfico de Europa; que han golpeado a la cúpula de la mismísima Camorra; que trabajan sin descanso por hallar a Diana Quer o a Yéremi Vargas; que resolvieron el crimen de las niñas de Alcásser; que liberaron a la farmacéutica de Olot; que recuperaron el Códice del Beato de Liébana; que aclararon el crimen de Fago; que detuvieron a 'El Solitario', el atracador más buscado de la historia de España; que ganaron la batalla contra Odissey por el expolio del pecio de 'Nuestra Señora de las Mercedes'; que han recuperado miles de vehículos robados; que han acabado con decenas de redes de tráfico de seres humanos; que han puesto coto a las bandas del Este que desvalijan chalets. Pero, ¿qué es la UCO? «Es la unidad a la que llaman cuando las cosas se ponen feas o de la que tiran cuando la investigación, por su complejidad, supera la capacidad de las unidades territoriales de la Guardia Civil», apunta uno de sus mandos, que no oculta el orgullo corporativo de pertenecer a este selecto colectivo que solo componen algo más de 500 agentes de los 77.000 operativos del cuerpo.

Sus cifras apabullan: en la UCO se jactan de resolver el 90% de las operaciones que caen en sus manos, y eso que son las más complicadas. Ese poco más de medio millar de agentes mantienen abiertas de forma simultánea entre 175 y 200 casos. Cada año, afirman, cierran con éxito un centenar de investigaciones.

Sede secreta

La UCO es especialmente celosa de su intimidad. De hecho, hasta la ubicación de su sede -el conocido como 'Edificio de Cristal', que comparte con la Jefatura de Información de la Guardia Civil- es secreta. Nadie pensaría jamás que ese inmueble impersonal en una zona modestísima al noreste de Madrid es el cuartel general de los 'pata negra' de la institución armada.

Su estructura es muy compleja y casi única en las fuerzas de seguridad europeas. Constituyen una suerte de 'Equipo A' (el calificativo es de otro de los responsables de la unidad) que se desplaza por toda la geografía nacional a «apagar fuegos» a demanda de las investigaciones, los chivatazos o las carencias de las diferentes comandancias.

La UCO se enmarca dentro de la Policía Judicial y está dirigida por un coronel de la Guardia Civil desde su creación (ahora es Manuel Sánchez). Se divide en cuatro grandes departamentos, subdivididos a su vez en grupos, y dos unidades adscritas. El primero es el Departamento de Apoyo Técnico y Operativo, que se ocupa de las vigilancias, los pinchazos y el control de los confidentes. «Somos los manitas de los micrófonos, los espías», ironizan de forma socarrona. El segundo es el Departamento de Delincuencia especializada y Drogas, dedicado a combatir el tráfico de estupefacientes y obras de arte, de los delitos contra las personas, búsqueda de huidos, ilícitos contra el medio ambiente y la lucha contra el blanqueo de capitales.

El tercero es el que ha saltado ahora a todas las portadas, el que apuntó contra Cifuentes y el que ha llevado a la cárcel a Francisco Granados o Ignacio González: el Departamento de Delincuencia Económica y Tecnológica. Esta tercera área se divide en tres grupos: el de Delincuencia Económica, el de Delitos Telemáticos y el de Delitos contra la Administración. Este último, el GDA, es el responsable de rastrear el desvío de fondos de los ERE en Andalucía o las operaciones 'Lezo' y 'Púnica' en Madrid, y en el que trabajan menos de un centenar de agentes, si bien el número puede variar dependiendo de cada momento. Desde su creación, el GDA (antes denominado Grupo de Delitos Urbanísticos) ha intervenido en cerca de 140 investigaciones relacionadas con la corrupción, aunque en colaboración con las diferentes comandancias, por lo que nunca consideran «propios» esos casos.

El cuarto departamento es el de Delincuencia Organizada, con una sección dedicada al robo de vehículos, un grupo a la trata de seres humanos, otro que se ocupa de las organizaciones criminales complejas y un centenar de agentes destinados a los Equipos contra el Crimen Organizado (ECO), la única parte de la UCO descentralizada (todo lo demás está en Madrid) y con bases estables en Andalucía, Comunidad Valenciana, Baleares, Canarias, Galicia y Cataluña. Completan el organigrama una unidad adscrita a la Fiscalía Especial Anticorrupción y otra a la Fiscalía Especial Antidroga.

Club de fans

Formar parte de la UCO no es algo que un guardia civil pueda elegir. Toda la gente que entra en la unidad es designada por los mandos, que escogen entre lo más granado de las unidades de Policía Judicial de las comandancias. Hay que pasar numerosos exámenes y exhaustivas pruebas psicológicas, que pueden durar varios meses. Abundan los licenciados en Derecho y en Económicas, pero los perfiles son muy variados. La media de edad supera los 35 años, algo mayor que en el resto de la Guardia Civil. Entre sus privilegios está el de no vestir el uniforme casi nunca, y son los únicos en todo el cuerpo que tienen un club de fans oficial, con web incluida.

La formación es continua, sobre todo entre quienes trabajan en el GDA. Todos los 'anticorrupción' de la institución han hecho cursos especializados en investigación judicial económica y siguen continuamente estudiando, muchas veces con la ayuda de especialistas del Tribunal de Cuentas o del Instituto de Estudios Fiscales. Coinciden al unísono en que estar en la UCO es «vocacional», porque el dinero no es la recompensa. Si un guardia civil medio gana entre 1.500 y 1.600 euros netos al mes, ellos tienen un sueldo de entre 1.800 y 1.950. Eso sí, hay dietas, ya que un agente de la UCO de los 400 destinados en Madrid pasa unos cien días al año fuera de casa.

Son remuneraciones muy alejados de las unidades de élite de las policías autonómicas, en particular de los Mossos, donde los funcionarios de formación y responsabilidad similar pueden rozar fácilmente los 2.500 euros. O superarlos. Los mandos de la UCO llevan años pidiendo aumentos que nunca llegan con un argumento de peso que casi se ha convertido en el lema de la unidad: «El trabajo de cada uno de los nuestros reporta al Estado cerca de dos millones de euros al año en dinero o bienes recuperados».

«Es muy sacrificado. No solo por estar fuera de Madrid constantemente, sino también por los picos de trabajo», afirman. En momentos álgidos de las investigaciones, como pudo ser el análisis de la ingente documentación incautada en las primeras fases de la 'operación Púnica', los funcionarios destinados al caso tuvieron un horario constante de seis y media de la mañana a una y media de la madrugada. «Así, semanas enteras», recalcan.

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