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Una roca en el zapato

Una roca en el zapato

Gibraltar se ha colado en la negociación del ‘Brexit’. Los llanitos no quieren ni oír hablar de la cosoberanía española

Inés Gallastegui

Miércoles, 12 de abril 2017, 01:08

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La leyenda local dice que Gibraltar dejará de ser británica el día en que desaparezcan los famosos monos del Peñón. ¿Logrará el Brexit que los macacos hagan las maletas? ¿Pueden la amenaza a su atractivo régimen fiscal o el riesgo de perder fluidez en la aduana doblar la voluntad de los llanitos? «Somos británicos. Nunca aceptaremos la cosoberanía española», responden al unísono. Incertidumbre es la palabra que mejor define su estado de ánimo frente a la recién iniciada negociación para la salida del Reino Unido de la Unión Europea. El suyo, y el de los cerca de 10.000 trabajadores españoles que, dando la espalda a la mayor tasa de paro del país, cruzan cada mañana la frontera para ganarse la vida en el cuarto territorio más rico del mundo. Esta misma semana, controles extraordinarios de la Policía Nacional han provocado colas de tres horas para entrar y salir de la Roca. «Cuando hay problemas, el Gobierno español nos perjudica a nosotros», se queja Ana Tacea, vecina de La Línea y dependienta en un comercio de Main Street, la principal calle comercial del territorio.

«Para que la tenga y goce con entero derecho y para siempre, sin excepción ni impedimento alguno». Con esas palabras del Tratado de Utrecht entregó en 1713 Felipe V a Ana de Inglaterra «la ciudad y castillo de Gibraltar, juntamente con su puerto, defensas y fortaleza». Y sin embargo, desde entonces este territorio de apenas 7 kilómetros cuadrados ha sido un permanente motivo de enfrentamiento entre España y Reino Unido, en otra época, a cañonazos y últimamente, por la vía diplomática. A veces pequeño como una chinita en el zapato y otras masivo, gigantesco, como el propio Peñón, imponente con sus 426 metros. Imposible de ignorar.

Monos, dialecto llanito y exotismo

  • Turismo

  • Unos 8.000 turistas llegan cada día a Gibraltar por tierra, mar y aire para ver a los monos de la Roca, las playas del Este, los túneles del Gran Sitio, el faro de Punta Europa 0 el Castillo Morisco. Pero lo mejor es callejear por el centro y dejarse llevar por el exotismo de esta plaza tomar una pinta al sol en la terraza de un genuino pub inglés, asistir a un cambio de guardia y, sobre todo, escuchar la curiosa mezcla de inglés y andaluz que habla la población local. Una perla

En los últimos días, la controversia en torno al territorio británico de ultramar ha vuelto a adquirir las dimensiones de un conflicto internacional: este pueblo inglés de 33.000 habitantes, trasplantado en una esquina de la provincia de Cádiz, ha asomado la patita en una complejísima y tensa negociación, la del Brexit, que afecta a más de 500 millones de ciudadanos.

La primera ministra británica, Theresa May, envió la semana pasada al presidente de la Comisión, Donald Tusk, el anuncio formal de que su país quiere abandonar la Unión, tras el referéndum del 23 de junio. En la misiva, ni rastro de Gibraltar, una ausencia considerada «un enorme error estratégico» incluso en sus propias filas.

La respuesta comunitaria fue un espaldarazo para la diplomacia española: ningún acuerdo entre los Veintisiete y el Reino Unido podrá aplicarse en Gibraltar sin el acuerdo previo entre Madrid y Londres. El ejecutivo de May, tratando de enmendar el lapsus, ha insistido en que «permanece implacable y firme como una roca en su apoyo a Gibraltar».

Algunos han perdido los nervios:el exministro tory Michael Howard pedía una guerra como la de las Malvinas y los tabloides británicos competían en patriotismo de brocha gorda, lo que incluyó llamar «follaburros» a los españoles o afirmar que las bravas «solo son patatas con ketchup».

Historia

  • Utrecht no trajo la paz

  • En 1713 España renunció a sus territorios en Europa y entregó Gibraltar y Menorca a Gran Bretaña. La guerra siguió por décadas. Durante el Gran Sitio (1779-1783), los gibraltareños excavaron 50 kilómetros de túneles para defenderse. Resistieron.

  • Sociedad multicultural

  • Ingleses, genoveses, andaluces, portugueses, judíos y árabes se mezclaron en este punto estratégico entre dos continentes y lugar de paso hacia América. Eso explica la mezcolanza en los apellidos, la arquitectura, la gastronomía o el dialecto llanito.

  • 15.000 gibraltareños fueron evacuados en la Segunda Guerra Mundial a Marruecos, Reino Unido, Madeira y Jamaica. El retorno se completó en 1951.

  • 1969 cierre de la verja

  • Dos años después del referéndum en el que Gibraltar decidió su asociación con Reino Unido, Franco cerró la verja. La población de La Línea se redujo a la mitad.

  • Contencioso

  • España denuncia la ocupación ilegal del istmo, el espacio aéreo y las aguas territoriales. En 1963 la ONU apoyó la reclamación de España sobre una colonia en su territorio. Es motivo de conflicto el uso de rellenos para ganar terreno al mar en el puerto y el aeropuerto.También la presencia de submarinos nucleares como el Tireless y el Ambush.

Pero quien busque exaltación nacionalista en Gibraltar se llevará una decepción. Si la hay, va por dentro. No se ven en la calle, los balcones o los comercios la Union Jack ni la bandera local, salvo en algunos edificios oficiales y en los escaparates de las tiendas de souvenirs, donde conviven en armonía con mantones de Manila y vestidos de flamenca. El póster (de papel y virtual) que el diario sensacionalista The Sun regaló el martes a sus 1,6 millones de lectores con la obvia intención de inflamar la vena nacionalista «La Roca no se toca» no se ve por ninguna parte.

Tampoco se aprecia en la gente. «Los periódicos amplifican el problema para vender más lamenta Ishwar, encargado de una perfumería, nacido en India y con nacionalidad británica. Lo que dijo Howard fue inapropiado. Hablar de guerra no soluciona nada».

«Obsesión enfermiza»

El Gobierno español ha hecho a los gibraltareños una oferta de cosoberanía: doble nacionalidad, estatuto fiscal propio, amplio autogobierno y aplicación del acuerdo Schengen, lo que eliminaría el control policial y aduanero en la frontera. En Gran Bretaña se ha levantado alguna voz que la considera una buena salida del atolladero. «Se seguirían sirviendo pintas en los pubs ironizaba el jueves en The Guardian el exministro laborista Peter Hain. Los gibraltareños conservarían sus instituciones: el autogobierno, el Parlamento, los tribunales y la Policía». La única concesión, aseguraba, sería dejar ondear la bandera española junto a la británica. Para Fabian Picardo, no es más que otra demostración de la «obsesión enfermiza» de Madrid sobre su territorio. Sin embargo, el alcalde de Algeciras y presidente de la Comisión de Exteriores del Senado, José Ignacio Landaluce, aprecia un cambio de la «bravuconada y chulería» de hace unas semanas a «una actitud más cauta». «España no quiere perjudicar a los gibraltareños, sino aprovechar estas circunstancias para reclamar la soberanía, con una oferta generosa que beneficia a ambos lados de la frontera», señala el senador del PP.

Pero la mayoría de los gibraltareños no quiere ni oír hablar del tema. «Si nos volvemos españoles, ¿qué vamos a ser, 30.000 parados más?», se pregunta Vanessa, dueña de una inmobiliaria. «Los turistas vienen aquí porque esto es un pueblo inglés», explica Clara Cohen, propietaria de la joyería Cohen & Massias. La gente quiere fotografiar al bobby, tomarse una pinta o comer fish and chips. «Si fueramos como los pueblos españoles, seríamos uno más, perderíamos todo el encanto», sostiene. «¿Para qué quieren Gibraltar, con toda esa tierra preciosa que tienen? Esto es británico. Para siempre. No queremos negociar con España. Les das la mano y te cogen el brazo», apostilla Anne Byrn.

La abogada española Rosa Arrimadas, casada con el parlamentario socialdemócrata Damon Bossino y nacionalizada británica, comprende este punto de vista: la parte de España que ven desde su Roca no es la imagen más favrecedora de nuestro país. «La gente de la calle mira al otro lado de la frontera y no le gusta lo que ve. No cambian oro por plata», explica. El oro incluye un PIB per capita de 64.000 euros, pleno empleo y sanidad y educación gratuitas: el gobierno paga los estudios universitarios de todos los jóvenes en Gran Bretaña.

Gibraltar es rico, pero no ostentoso: no hay grandes alardes arquitectónicos modernos y muchos edificios podrían pasar perfectamente por bloques de VPO. A pesar de todo, la vivienda está carísima: por un piso normalito de dos habitaciones se pagan 1.500 euros, lo que costaría alquilar un casoplón en el cercano Sotogrande. Eso explica que algunos residentes en Gibraltar vivan habitualmente en España o, al menos, compren su segunda residencia frente a las interminables playas de la Costa del Sol.

«La inseguridad ya es un perjuicio»

  • economía

  • El turismo, los servicios financieros, las apuestas online y el comercio marítimo son los pilares económicos de Gibraltar. Lo que atrae a las 80.000 empresas con sede en el territorio británico de ultramar es la combinación entre su baja fiscalidad y la pertenencia a la Unión Europea. No hay IVA, el impuesto de sociedades es de un 10% (30% en España) y el tipo máximo del impuesto sobre la renta, del 25% (frente al 56%). Pese a todo, la Roca quedó fuera de la lista negra de paraísos fiscales de la UEen 2015, tras firmar acuerdos de intercambio de información fiscal con 53 países, incluida España, para luchar contra el fraude y la evasión de capitales.

  • Es difícil aventurar cómo afectará el Brexit a las actividades que costean la prosperidad del Peñón. ¿Seguirá siendo ventajoso para las empresas europeas instalarse en un país extracomunitario? ¿Cómo serán los trámites administrativos y aduaneros? ¿Qué impuestos se aplicarán a los beneficios? ¿Y a las compras? ¿Qué ocurrirá con la reciprocidad en el régimen de Seguridad Social? ¿Habrá deslocalización de empresas?¿Se perderán empleos?¿Y turistas?

  • «Es política-ficción», admite José Ignacio Landaluce, alcalde de Algeciras y senador del PP. «El Brexit ya ha generado perjuicios para todos. La incertidumbre y la inseguridad frenan decisiones de inversión, desarrollo y consumo. Y la libra se ha depreciado un 10%», advierte. ¿Y tras la desconexión británica? «Es difícil que Gibraltar se quede como está o vaya a mejor fuera de la UE. Lo lógico es que vaya a peor. Con España solo puede ganar», afirma.

  • El ministro principal lo ve de otra manera. «Gibraltar siempre se ha adaptado a las distintas circunstancias para reorientar su economía y estoy convencido de que en esta ocasión lo lograremos igualmente», dijo Picardo a La Razón.

Una vez traspasado el control de pasaportes español, lo primero que uno se encuentra, ya en suelo británico, es un rótulo con un welcome sobre un vidrio roto. Lo segundo es un supermarket Eroski y lo tercero, una estación de servicio Cepsa con el gasoil a 0,89 euros el litro, casi 20 céntimos más barata que al otro lado. Además de los carburantes, la ausencia de IVAen las transacciones en la Roca hace muy atractivos los precios de las joyas, los perfumes, el alcohol y el tabaco. Por el contrario, muchos gibraltareños cruzan la frontera para comprar medicamentos, llenar la nevera los alimentos son mucho más baratos o tomar cañas y pescaíto. El trasiego en ambos sentidos es constante.

Flema llanita

Los llanitos son una comunidad unida y orgullosa, pero también un pueblo de comerciantes. Y no pierden de vista que el 90% de su fuerza de trabajo y buena parte de sus turistas proceden de la piel de toro. Quizá sean morenos y salpiquen de quiya, pisha y mi arma su discurso, pero pueden mostrarse tan flemáticos como un lord inglés; hacen gala de una exquisita diplomacia para distinguir a los españoles de su gobierno. Y su concepto de gobierno español es amplio: desde el siglo XVIII hasta hoy, incluyendo los innumerables ataques bélicos, el cierre de la verja ordenado por Franco y el endurecimiento de los controles de acceso que periódicamente provocan colas eternas en la frontera.

El último, esta misma semana, por el establecimiento de controles antiterroristas. Algunos los consideran arbitrarios, un pretexto para fastidiar. «Es la excusa perfecta para decir que es cosa de la Unión Europea afirma Fidelio Bonfante, que ofrece a los visitantes tours para ver las principales atracciones turísticas del Peñón. Si cuando se reabrió la verja no hubieran seguido los problemas, si no hubieran intentado partir la economía de Gibraltar, quizá... Pero esto es bullying».

El ministro de Exteriores, Alfonso Dastis considerado más conciliador que su antecesor, García Margallo ha garantizado que la verja no se cerrará. El temor es que el paso fronterizo, convertido ya en frontera exterior de la UE, se vuelva menos permeable.

«Los gobiernos no se llevan bien, pero nosotros, sí. A los españoles se les trata bien aquí y a nosotros se nos trata bien allí», destaca la pintora y galerista Willa Serfaty. «Nos necesitamos: es una simbiosis», subraya la linense Ana Tacea, emparejada con un gibraltareño. «Somos vecinos», insiste Ana. «Somos buenos vecinos», matiza Mrs. Cohen.

Aun antes de entrar en vigor, la desconexión del Reino Unido ya ha tenido su primera consecuencia: la depreciación de la libra en un 10% de 1,31 euros en junio a 1,17 el viernes, por lo que los trabajadores españoles han perdido poder adquisitivo. Eso no impide que en la calle Real te cobren un refresco a 2,68 euros, valorando la libra a 1,50, por encima de su valor pre-Brexit.

Es casi imposible encontrar a un gibraltareño que votara sí el 95% eran partidarios del bremain, pero hay una curiosa unanimidad en asumir la derrota. A diferencia de los escoceses, que pretenden hacer valer su 62% de noes en el referéndum, los gibraltareños apechugan con el resultado. Es difícil oírles criticar a su ministro principal o al gobierno de la metrópoli.

Incluso hay quien no pierde la esperanza. «Reino Unido ha pedido el divorcio, pero mientras una pareja se está separando aún se puede volver a juntar apunta el dependiente de una joyería, rebosante de wishful thinking. Esto puede dar la vuelta».

Mientras se despeja la niebla londinense que cubre este soleado rincón de Andalucía, los llanitos siguen a lo suyo. «El pueblo está tranquilo. Hay inquietud, pero no pánico afirma Willa Serfaty. Seguimos viviendo nuestra vida, comerciando. Algo va a cambiar, pero no sabemos cómo. Esperemos que no sea tan malo. Somos muy luchadores. Y este no es el primer asedio que vivimos».

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