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Cassandra, que nació como Ramón, en una calle de Murcia.
Cassandra da que hablar

Cassandra da que hablar

Tiene 21 años, estudia Historia en Murcia y quiere ser maestra. Su condena por los tuits de Carrero ha abierto un intenso debate nacional

FERNANDO MIÑANA

Domingo, 2 de abril 2017, 02:35

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No hace ni un año, el 12 de agosto del último verano, Cassandra Vera recibió un sobre que le dejó muy sorprendida, algo alarmada y del que jamás sospechó que le cambiaría la vida. Era una notificación de la Audiencia Nacional para que fuera a declarar en septiembre. La joven murciana de 21 años había escrito trece tuits haciendo «humor negro» sobre el atentado sufrido por Carrero Blanco el 20 de diciembre de 1973 -un etarra activó una bomba al pasar su coche, que propulsó el vehículo por los aires y segó la vida del almirante, su chófer y un escolta- y aquello le costó una acusación por humillación a las víctimas y enaltecimiento del terrorismo.

Cassandra pensó que sería imposible que aquello prosperara y decidió guardarse el secreto y pedir un abogado de oficio. Solo hizo dos excepciones: su hermana mayor, de 25 años, con la que vive en Cartagena, y la amiga que le dio cobijo en Madrid el día que fue al juzgado. Pero la amenaza iba en serio y el juicio le ha costado una condena de un año de cárcel -no la cumplirá porque carece de antecedentes penales- y siete de inhabilitación que, en su caso, frustrará su deseo de convertirse en profesora y la posibilidad de recibir una beca con la que sufragar la carrera de Historia, su «pasión desde pequeñita».

«Me han arruinado la vida», repite por teléfono con tono cansino esta mujer de Águilas (Murcia), que, de la noche a la mañana, ha pasado de ser una estudiante anónima a un personaje público en medio de un debate nacional entre sus defensores y detractores. «Mi vida se ha convertido en algo muy agobiante y estresante. Es muy duro todo esto, como aguantar cada día a cientos de miles de cretinos (lo que en las redes sociales se conoce como 'trolls'). Pero lo peor es que ahora mismo no sé qué va a ser de mí».

El asunto económico le angustia. Va a perder su beca y tiene que correr con las costas del juicio, mientras prepara el recurso al Tribunal Supremo. El dinero escasea en su familia. «Vivo de lo que me da mi hermana, porque mis padres necesitan lo poco que tienen», apunta. La crisis arrambló con los trabajos de sus progenitores -él, agricultor; ella, limpiadora- que ahora mismo viven de los 421 euros que reciben de ayuda por desempleo. Los Vera acabaron enterándose del asunto por la prensa, pero Cassandra asegura que le respaldan a ciegas. «Me apoyan muchísimo y dicen que me van a ayudar en lo que necesite». A su lado también se alinean políticos de izquierdas, como Pablo Iglesias, Ada Colau o Alberto Garzón.

No le gusta Ramón

Cassandra se presenta en algunas tertulias como feminista, chica transgénero y estudiante de Historia. En su blog relata que lleva tres años practicando el activismo feminista, el mismo tiempo que lleva «viviendo como mujer», que es, según explica, «el mismo que he empezado a sufrir la misoginia al que toda mujer se enfrenta y la transmisoginia (misoginia contra las mujeres trans) arraigada en espacios feministas».

La aguileña de media melena morena y pequeñas gafitas rectangulares detesta que recuerden que antes que Cassandra fue Ramón Vera. «Es que yo no me llamo así. Y aunque me bautizaran con ese nombre nunca me he identificado con él». La molesta tanto que considera un acto de transfobia que, durante el juicio, el fiscal se refiriera a ella «adrede» por el nombre de Ramón. Igual que está convencida de que en su primera entrevista de trabajo, para camarera, el dueño «se sintió incómodo porque era una chica trans».

La pregunta que más le hacen es si se arrepiente de esos tuits y tiene tan trillada la respuesta que le aburre. «Simplemente son un ejemplo del humor negro que se ha dado toda la vida a lo largo y ancho de este país». Sí se ve sorprendida cuando la cuestión es si esos comentarios sobre el atentado son de mal gusto. «No -titubea-. O sí. No sé, imagino que alguno igual sí».

Lucía Carrero Blanco, nieta de la víctima de ETA, los considera «repugnantes», pero no tuvo reparos en añadir que la condena le parecía «un disparate». Cassandra cree que la familiar «aportó sentido común» y se lo agradece, pero asegura que no ha hablado con ella. «No está entre mis deseos. No es necesario. Ella no quiere notoriedad y hay que respetarlo».

Cassandra se considera «una víctima», alguien utilizado para aplicar un castigo ejemplarizante. Ni por esas cierra su cuenta de Twitter y @kira_95 arrastra ya a 21.600 seguidores. Ahí tuitea sus opiniones, los artículos que le gustan o su intervención en una tertulia del programa 'Murcia Denuncia' donde explica que le parece «bien» que se hubiera prohibido en Madrid y Barcelona que circulara el autobús de HazteOír -el de los penes y las vulvas- porque «incita al odio». Precisamente lo que muchos le imputan por su dilatado pasado tuitero, en el que tampoco ha dudado en desear la muerte a políticos como Cristina Cifuentes.

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