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Cómo era un templo de Palmira y cómo ha quedado. :: efe
Salvar Palmira

Salvar Palmira

La ciudad, Patrimonio de la Humanidad, restaña sus heridas. Por segunda vez ha sido arrebatada al Daesh, que ha arrasado sin pudor su yacimiento romano

FERNANDO MIÑANA

Lunes, 6 de marzo 2017, 02:09

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Palmira siempre fue un nudo, un cruce de caminos entre Oriente y Occidente que todos los imperios, a lo largo de los siglos, quisieron dominar. Su presente no es muy diferente y desde mayo de 2015 ha cambiado de manos en cuatro ocasiones. El Estado Islámico se la arrebató a la fuerza al régimen de Basher el-Asad que, por dos veces y con la ayuda de la aviación rusa y las milicias aliadas, ha logrado recuperarla. Este jueves retomó la ciudad monumental y pudo evaluar el daño que han causado los yihadistas a este fastuoso yacimiento romano.

  • Escondidas en Damasco

El balance de esta guerra fratricida también será desastroso para el patrimonio de Siria. Palmira ha sufrido daños irreparables que ya han sido calificados como «crímenes de guerra». La ciudad, un antiguo oasis en medio del desierto, está protegida desde 1980 como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, una etiqueta despreciada por el ejército islamista, que la ha saqueado y destrozado sin remilgos.

Primero dejó una dolorosa cicatriz, una enorme trinchera de dos kilómetros a través de la zona arqueológica, mientras las aduanas libanesa e italiana se iban incautando de diversos objetos expoliados con destino al mercado negro. Después, demostrando un gran desprecio por su historia, el Estado Islámico dinamitó varios de sus monumentos más singulares y decapitó ante uno de los restantes a Khaled Assad, exdirector de las prospecciones arqueológicas de Palmira. Todo un símbolo.

No fue el único. Los yihadistas decidieron utilizar el teatro romano como escenario de sus macabras ejecuciones. Consumaron su desprecio a este patrimonio volando por los aires el arco del triunfo y las bases de los templos de Bel y Baalshamin. Su justificación fue tan burda como señalarlos como «símbolos de idolatría pagana».

No les tembló la mano al machacar el legado de esta tierra que bajo el mandato de la reina Zenobia, una belleza de piel cetrina, inteligente y políglota -se comunicaba con los filósofos en griego, con los juristas en latín y con los antiguos sacerdotes en sirio y egipcio-, estuvo a punto de convertirse en un gran Estado oriental en el siglo III.

Su impulso vino años antes, cuando la visitó el emperador Adriano y la rebautizó como Palmyra Hadriana, nombre con el que floreció gracias al negocio de las caravanas que viajaban entre Occidente y Oriente. Aquellos dos primeros siglos convirtieron a Palmira en 'la perla del desierto', como es conocida desde entonces.

Daños irreparables

Otro foco de destrozos ha sido el Valle de las Tumbas, una de las necrópolis de Palmira, con sus panteones-torre e hipogeos excavados en la roca, mausoleos de cientos de difuntos. El historiador francés Maurice Sartre lamentaba que solo se había excavado el 15 o el 20% de Palmira y que todas las tumbas que no pudieron poner a buen recaudo fueron saqueadas y se perdieron para siempre. En los últimos meses, el Estado Islámico destruyó gran parte de la columnata del tetrapilón y dañó el teatro romano.

El régimen sirio, que ya había desalojado una vez a las tropas yihadistas, perdió por segunda vez Tedmur, como llaman los árabes a Palmira, cuando concentró sus fuerzas en entrar en Alepo, pero el jueves el ejército de el-Asad logró reconquistar la ciudad. En un primer balance de daños se pudo comprobar que el teatro y la ciudadela medieval habían quedado mermados, pero no tanto como se temía o se intuía por las fotografías por satélite, que se estudiaban con lupa. «Los daños no han afectado a su estructura básica», detalló a Efe Maamún Abdulkarim, el director general de Antigüedades de Siria. «Cuando volaron el teatro se pensaba que habían destrozado todo el proscenio, pero tiene solo una pequeña parte de la fachada frontal dañada. En el castillo también hay varios desperfectos, pero el resto está bien», señaló.

Tras la primera reconquista, Rusia envió a la orquesta sinfónica del teatro Mariinsky de San Petersburgo a Palmira para que diese un concierto en el teatro romano. En una pantalla se pudo escuchar un discurso de Putin hablando del renacimiento de esta ciudad monumental. El ejército islamista deja Palmira infestada de minas y su terrible huella en el yacimiento romano. «Es una pérdida inmensa para el pueblo sirio y para la humanidad», lamentó Irina Bokova, directora general de la Unesco.

La primera vez que la ciudad fue liberada, los arqueólogos sacaron muchas de sus esculturas para esconderlas en el subsuelo de Damasco. Entre ellas, el León de Al-Lat, una pieza de tres metros y medio de altura y con más de dos mil años de antigüedad, que también fue dañada por el Daesh.

La comunidad internacional no se ha quedado de brazos cruzados ante estos atentados al patrimonio histórico. Expertos del Instituto Superior para la Conservación y la Restauración de Roma se han esmerado en la recuperación, con tecnología 3D, de dos bustos fúnebres de caliza alabastrina, del siglo II d C. y que fueron dañados por milicianos yihadistas.

Otras ciudades han sufrido daños, como Alepo, donde se ha perdido el 40% de sus lugares históricos.

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