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La "perfecta" casa de Ikea para refugiados

La "perfecta" casa de Ikea para refugiados

Una estructura modular de la empresa sueca para albergar a desplazados gana el premio Beazley de diseño

borja olaizola

Viernes, 3 de febrero 2017, 01:12

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Apenas son 18 metros cuadrados, pero representan mucho cuando uno ha perdido todo lo demás. El refugio ideado en 2015 por la Fundación Ikea, una división sin ánimo de lucro de la multinacional sueca, en colaboración con el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) ha revolucionado las condiciones de vida de cientos de miles de desplazados. El bungaló ha comenzado a sustituir a las carpas de tela que habían conformado hasta ahora el paisaje de los campos de refugiados repartidos por todo el planeta. El modelo acaba de obtener el premio Beazley 2016 a la mejor idea arquitectónica que otorga el Museo del Diseño de Londres, una de las distinciones que tienen mayor proyección internacional.

Coste

  • 1.170 euros cuesta cada nuevo refugio, el doble de lo que valen las carpas de tela que hasta ahora se utilizaban. El nuevo modelo mejora las condiciones de seguridad e higiene.

  • 68 elementos

  • Cada refugio consta de 68 componentes que se distribuyen en dos cajas de cartón. Se montan en cuatro horas con la única ayuda de un martillo.

  • Placa solar

  • Equipan una placa solar capaz de proporcionar energía para tener una luz encendida durante cuatro horas y cargar un móvil.

El refugio consta de una estructura de tubos metálicos y unos paneles hechos con plástico reciclado. Tiene 68 componentes que se distribuyen en dos cajas de cartón, lo que facilita sobremanera las tareas de transporte. En un solo contenedor caben hasta 48 unidades desmontadas. Se ensambla en menos de cuatro horas siguiendo las instrucciones que se adjuntan en un pequeño manual. Se ha buscado simplificar al máximo las cosas, así que no hay ni llaves allen ni destornilladores:la única herramienta necesaria para levantarlo es un martillo. Cada estructura es capaz de acoger a una familia de cinco miembros. Todas equipan además una pequeña placa solar que se instala en el techo y que proporciona energía suficiente para mantener encendida una luz durante cuatro horas y cargar un teléfono móvil.

«No se puede ni comparar, es mil veces más cómoda que cualquier carpa». Hind y Saffa Hameed, que permanecen en el campo de refugiados Al Jamea de Bagdag desde que en 2015 fueron expulsados de su casa de Ramadi por los yihadistas del Estado Islámico, figuran entre los primeros desplazados que se beneficiaron del nuevo modelo. Saffa, de 34 años, explica a Acnur que al principio fueron de carpa en carpa con sus cuatro hijas: «Las carpas de tela son inestables y no proporcionan ninguna intimidad, era muy incómodo vestir a mis hijas todas las mañanas ante las miradas de todo el campamento. Además, apenas ofrecen protección frente a la lluvia o el frío. Los nuevos refugios son mucho más seguros y limpios».

Uno de los grandes avances del modelo es que incorpora una puerta que puede cerrarse desde dentro, algo que da cierta sensación de seguridad en un entorno tan imprevisible como un campo de refugiados. La Fundación Ikea y Acnur han distribuido unas 16.000 unidades en diferentes campos de refugiados. La presencia de los bungalós se ha hecho habitual en Irak, Djibuti e incluso la isla de Lesbos, donde se arremolina una parte de los más de 60.000 desplazados que permanecen ahora en territorio griego.

Otra de las ventajas del nuevo modelo de refugio es que su concepción modular le otorga múltiples posibilidades. Médicos sin Fronteras, por ejemplo, pudo habilitar clínicas para atender a las víctimas del terremoto de Nepal ensamblando varias estructuras. Cada unidad cuesta 1.170 euros, casi el doble que una carpa de tela, pero proporciona a cambio unas condiciones de habitabilidad muy superiores. Los paneles de plástico que recubren la estructura tienen una vida estimada de unos tres años. Aunque los módulos se deterioren, advierten los diseñadores del proyecto, la estructura metálica sigue siendo válida. Per Heggenes, responsable de la Fundación Ikea, precisa que el esqueleto puede recubrirse con materiales locales como chapas de madera, ladrillos de adobe o incluso telas.

Incertidumbre prolongada

La concesión del premio Beazley constituye un reconocimiento a sus promotores. Daniel Charny, profesor de Diseño de la Universidad de Kingston, fue una de las autoridades que avalaron la candidatura ante el jurado del certamen. «Es un ejemplo que pone los valores humanos por encima de los beneficios. El buen diseño tiene que dar respuestas a las necesidades de las personas y no hay duda de que la crisis de los refugiados es una de las mayores que tenemos en la época que nos ha tocado vivir».

La Fundación Ikea y Acnur tienen intención de seguir sustituyendo las carpas de tela por las nuevas estructuras en los campos de refugiados. Se trata de un reto de dimensiones colosales porque la cifra de desplazados no cesa de aumentar. Además, la tendencia de los conflictos a enquistarse prolonga las incertidumbres de los refugiados. Acnur estima que hay unos 2,6 millones de desplazados que llevan viviendo en campamentos desde hace más de cinco años. Muchos niños e incluso jóvenes no han tenido oportunidad de conocer otra realidad.

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