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Nina Kulagina.
La guerra psíquica que intriga a todo el mundo

La guerra psíquica que intriga a todo el mundo

El Pentágono intentó entre 1972 y 1995 dar con el superespía paranormal. Temía que la URSS contara con individuos capaces de ver a distancia y alterar la materia con el pensamiento

luis alfonso gámez

Miércoles, 25 de enero 2017, 02:26

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Imagínese que es un espía. Está encerrado en una habitación sin ventanas de la sede de la agencia gubernamental para la que trabaja. Su jefe, un tipo que se entrena en secreto para atravesar las paredes, le ordena que viaje mentalmente hasta el cuartel general del enemigo y le cuente lo que allí escuche y vea. De los resultados de su misión, dependerá el próximo movimiento de su país en la guerra fría con su principal contrincante. ¿De locos? Sí; pero real. Durante más de dos décadas el Pentágono confió en que los poderes paranormales podían ser el arma definitiva contra la Unión Soviética, e hizo experimentos de visión remota como el descrito. Los documentos que lo demuestran, públicos desde 1995, pueden desde hace unos días consultarse en la web de la CIA.

Nina Kulagina

  • Orígenes

  • Supuestamente dotada para la telequinesia el movimiento de objetos sin tocarlos, sus vídeos sin sonido sorprendieron en la Guerra Fría.

  • En el laboratorio

  • Asombró con sus presuntos poderes a los científicos de la URSS, pero la pillaron varias veces usando imanes e hilos en sus demostraciones.

Estados Unidos y la URSS se enzarzaron en lo que se conoce como la guerra psíquica a raíz de una historia publicada en una revista de divulgación científica francesa. En febrero de 1960, el periodista galo Gérald Messadié publicó en Science et Vie un reportaje en el que contaba que EE UU había hecho con éxito una prueba de comunicación telepática entre el Nautilus, el primer submarino nuclear, y tierra. En un laboratorio de Westinghouse de Maryland, un hombre se había concentrado en cartas de la baraja Zener compuesta por cuadrados, círculos, estrellas, cruces y líneas onduladas extraídas al azar, y a miles de kilómetros, bajo el hielo polar, un tripulante del Nautilus había acertado la carta sacada en el 70% de los casos. ¡La transmisión del pensamiento había sido demostrada! «¿Es la telepatía una nueva arma secreta? ¿Será la percepción extrasensorial un factor decisivo en la guerra futura? ¿Han aprendido los militares estadounidenses los secretos del poder mental?», se preguntaba Messadié.

Una revolución

El avance no era menor. Hasta ese momento, para comunicarse con el resto del mundo un submarino tenía que salir a la superficie y desplegar su antena de radio, quedando a la vista del enemigo. «La transmisión telepática parecía la solución ideal porque no la impedían ni el agua ni ningún otro obstáculo terrestre. A su tiempo, con el desarrollo de los algoritmos apropiados para la corrección de errores, revolucionaría las telecomunicaciones. La radio y los códigos secretos quedarían obsoletos», decía en 1997 el periodista Jim Schnabel en su libro Remote viewers: the secret history of Americas psychic spies (Visores remotos: la historia secreta de los espías psíquicos de Estados Unidos). Al otro lado del Telón de Acero lo tuvieron claro nada más leer el reportaje de Science et Vie.

Uri Geller

  • Orígenes

  • El israelí se ganaba la vida en su país como ilusionista. Saltó a la fama mundial cuando disfrazó sus trucos de poderes paranormales.

  • En el laboratorio

  • Engañó a los parapsicólogos estadounidenses a sueldo de la CIA, pero fue desenmascarado por magos en todo el mundo, España incluida.

«La Marina estadounidense está poniendo a prueba la telepatía en sus submarinos atómicos. Los científicos soviéticos hicieron un gran número de experimentos telepáticos con éxito hace más de un cuarto de siglo. Es urgente liberarse de prejuicios. Debemos sumergirnos otra vez en la exploración de este campo vital», escribía en abril de 1960 a un grupo de colegas el psicólogo Leonid L. Vasiliev, de la Universidad de Leningrado, según un informe de julio de 1972 de la Agencia de Inteligencia de la Defensa (DIA) de EE UU. La investigación paranormal había estado prohibida en la URSS desde 1937 por ser contraria a los principios del materialismo, pero con Khrushchev el Kremlin se volcó en ella. Aunque el Pentágono dijo que el episodio de Nautilus nunca había ocurrido, los experimentos empezaron en la URSS de inmediato y en 1967 el país contaba con una veintena de laboratorios dedicados a la investigación psíquica e intentaba adiestrar a sus astronautas «no sólo en telepatía, sino también en precognición».

La decidida apuesta soviética hizo a EE UU temer que su enemigo pudiera poner en marcha un programa de espionaje psíquico; manipular a distancia las mentes de militares y líderes civiles, y hasta inutilizar a equipos militares, incluidas naves espaciales. Así que en 1972 elPentágono creó el proyecto Stargate, un programa sobre visión remota a cargo de los parapsicólogos Harold Puthoff y Russell Targ en el Instituto de Investigación de Stanford, en Menlo Park (California). Uno de los sujetos que estudiaron fue Uri Geller (Tel Aviv, 1946). En uno de los experimentos, explicaron en octubre de 1974 en la revista Nature, Geller estaba en una habitación cerrada, alguien hacía un dibujo había varios métodos azarosos para determinar qué se dibujaba y el israelí tenía que replicarlo mediante telepatía. Según los investigadores, acertó en siete de las trece ocasiones, y una resultó especialmente llamativa: el objetivo era un racimo de uvas y dibujó uno con el número exacto de frutos, veinticuatro. Aunque Geller hizo las delicias de Puthoff y Targ doblando cucharas, éstos no lo consideraron prueba de nada porque no habían establecido los mínimos mecanismos de control. Los resultados del experimento telepático eran, sin embargo, espectaculares.

La increíble realidad

  • Atravesar paredes. El general de división Albert Stubblebine III, ahora retirado, quiso en los años 80 crear una unidad de supersoldados que pudieran doblar cucharas con el poder de la mente era un fan de Uri Geller y con otras capacidades extraordinarias, dentro del proyecto Stargate. Estaba convencido de que, si se concentraba lo suficiente, podía llegar a atravesar las paredes y lo intentó más de una vez al trote en su despacho de Arlington (Virginia), con el impactante resultado previsible. La hilarante escena, con la que abre JonRonson su extraordinario libro-reportaje Los hombres que miraban fijamente a las cabras (2004), es un reflejo de la locura que se apodera de algunas personas cuando de lo paranormal se trata.

  • El libro de Ronson, y la película homónima protagonizada por George Clooney, giran en torno al intento de conseguir matar cabras con la mirada. No por sadismo. Hubo un tiempo en el que algunos dirigentes militares pensaron tanto en EEUUcomo en la URSS que podían existir los asesinos psíquicos, individuos que mataran a otros con el poder de la mente, y qué mejor que tenerlos en el propio bando. Nadie ha conseguido matar a una cabra con la mirada, ni prever el futuro, ni tener visión remota, ni comunicarse telepáticamente con nadie. De ser posible alguna de esas cosas, el mundo sería muy diferente.

Geller, el no tan asombroso

Ante el éxito de Geller, el teniente coronel Austin Kibler, psicólogo y director de Investigación Conductual de la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados de Defensa (ARPA) de EE UU, pidió a su colega Ray Hyman, de la Universidad de Oregón, que examinara el trabajo. Hyman concluyó que las medidas de control habían sido insuficientes y que Geller era «un completo fraude», y Puthoff y Targ perdieron su contrato con el Pentágono. Aunque habían asegurado que, durante las pruebas telepáticas, Geller estaba en una habitación aislado, no era así. El cuarto tenía una ventana transparente a la estancia desde la que se entraba y, a unos 80 centímetros de altura, un agujero relleno con gasa por el que podían meterse y sacarse cosas. El israelí podía ver y ser visto, escuchar lo que se decía al otro lado de la puerta y hasta recibir papeles.

Además, enre los asistentes a los experimentos «Geller contaba con dos cómplices en las personas de Shipi y Hannah Shtrang, a los que habían entrenado en Israel para que le transmitieran información durante las pruebas. Jean Mayo, devota de Geller, también estaba presente», indica en su libro Flim-flam! (1980) el ilusionista James Randi, que desenmascaró al psíquico en los años 70. Esos compinches podían hacer gestos que Geller viera sobre lo que tenía que dibujar, y hay constancia de que, al menos en una ocasión, Mayo tarareó el tema principal de la película 2001: una odisea del espacio cuando Targ pidió que se incluyera una nave espacial en el dibujo que su amigo tenía que adivinar.

Los experimentos sobre visión remota siguieron con sujetos como el cienciólogo Ingo Swann y Pat Price, un oficial retirado de la Policía de Burbank que aseguraba ser capaz de viajar mentalmente hasta instalaciones soviéticas. En 1984, la Academia Nacional de Ciencias emitió un dictamen desfavorable sobre los resultados de las investigaciones, el Ejército cortó la financiación y el programa se transfirió a la DIA. En 1995 ésta pasó la patata caliente a la CIA, que pidió inmediatamente un informe sobre la visión remota a los Institutos Estadounidenses para la Investigación (AIR), una organización científica independiente. Los expertos dictaminaron que no estaba justificado seguir financiando unos trabajos que ya habían costado 20 millones de dólares sobre algo que no había pruebas de que existiera. La CIA suspendió el programa y desclasificó toda la documentación sobre él, que desde 1995 puede consultarse en los Archivos Nacionales, en Washington, y ahora la agencia de espionaje ha colgado en su web.

Dos décadas después del experimento telepático del Nautilus, el escritor Martin Ebon preparaba un libro sobre la guerra psíquica cuando visitó en París a Gérald Messadié, el autor del reportaje de Science et Vie. El periodista francés le dijo que la historia se la había contado Jacques Bergier, uno de los autores de El retorno de los brujos (1960), y que con el tiempo él había descubierto que era falsa. Así que la URSS empezó a investigar el potencial militar de los poderes paranormales porque se tragó un fraude periodístico, y EE UU, donde sabían que el episodio del Nautilus era un cuento chino, se sumó a la carrera por algo de cuya existencia no había ni una mínima prueba. De locos.

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