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El 'ghosting' o el 'irse a por tabaco' del siglo XXI

El 'ghosting' o el 'irse a por tabaco' del siglo XXI

Se trata de una tendencia al alza. «Detrás hay mucha inmadurez emocional», asegura el psicólogo Carlos Hidalgo

Inés Gallastegui

Jueves, 19 de enero 2017, 00:05

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Antes uno se iba a por tabaco y no volvía. Era la forma bestia de romper un noviazgo o un matrimonio. Sin dar la cara. Sin aguantar llantos ni reproches. Un corte limpio y rápido como un hachazo. En la era de internet, a eso mismo se le llama ghosting, algo así como desvanecerse. La diferencia es que en el pasado esas despedidas a la francesa eran la excepción, un caso dramático del que podían alimentarse los cotilleos de un barrio durante generaciones, y ahora evaporarse es una opción más en las relaciones afectivas. Algo muy de diario. A muchos jóvenes darse el piro cuando aparece el primer mal rollo en una pareja les parece normal. Y las nuevas tecnologías se lo ponen infinitamente más fácil: no hace falta cambiar de continente para cortar por lo sano, basta con dejar de coger el teléfono y bloquear a tu ex en las redes sociales. «Detrás hay mucha inmadurez emocional», asegura el psicólogo Carlos Hidalgo. «En el fondo se acepta que el silencio es una manera de decir que no. Hay aversión al conflicto», defiende el periodista Juanjo Cerero.

Raquel y Fabián (nombres ficticios) ella, periodista y él, taxista, los dos en torno a los 50 años y residentes en la provincia de Málaga se conocieron a través del sitio de citas online Plenty Of Fish (POF). Quedaron y se gustaron. Durante el mes siguiente, se vieron casi a diario, siempre en el entorno habitual de ella en su casa o en la calle con sus amigos porque él le explicó que sus padres estaban de visita. A ella no le pareció una excusa para ocultar una doble vida porque, aparte de su trabajo, no tenía muchos compromisos y dejaba el móvil olvidado durante horas sin preocuparse por él. La relación se iba consolidando y él incluso hablaba de un futuro juntos con toda naturalidad.

Fantasma

  • «Di que no estoy»

  • La palabra ghosting viene de ghost (fantasma en inglés) y podría traducirse como desvanecerse o desaparecer. Cuando no había móviles, el ghoster dejaba de contestar el teléfono de casa; sus familiares o compañeros de piso hacían el trabajo sucio. Tras unas cuantas llamadas fallidas, la víctima captaba el mensaje.

  • 13% de los encuestados habían sido víctimas de ghosting y el 11% lo habían practicado, según un sondeo de YouGov realizado en EEUUen 2014.

  • Ghostbot lo hace por ti

  • El usuario indica el número de teléfono de la persona que envía «mensajes no deseados» y la aplicación Ghostbot responde con textos que eluden el no rotundo. El remitente captará que le hacen el vacío.

Una mañana, la llevó en el taxi a su trabajo. «Y hasta hoy: nunca más he vuelto a verlo», relata Raquel. De eso hace casi dos años. Fabián dejó de contestar a los mensajes y las llamadas. El primer día, ella no le dio mucha importancia, pero al cabo de una semana estaba llamando a los hospitales, pensando que le había ocurrido algo. Era como si se lo hubiese tragado la tierra. Como buena periodista, activó todos sus recursos de investigación y lo rastreó: resultó que sí, vivía donde había dicho que vivía, y no, no había sufrido un accidente ni una repentina enfermedad. Simplemente, le había hecho un ghosting de manual.

«Pequé de ingenua porque no me lo podía imaginar. No soy paranoica ni ansiosa; tampoco cándida, pero sí confiada. La gente que me conoce sabe que yo dejo mucha cuerda. Si alguien me dice que no quiere estar conmigo, no le voy a acosar ni a presionar. Aquí paz y después gloria», se sincera.

«Maldigo el día que naciste»

Lo pasó mal, pero no porque estuviera enamoradísima, sino por la incertidumbre: «Nunca sabré qué pasó». Meses después, una de sus amigas lo vio en Málaga, al volante de su taxi. Se había cortado el pelo y la miró raro. «Mi amiga estuvo a punto de hacerle la escena en la que Charlotte le dice a Mister Big Maldigo el día en que naciste, en Sexo en Nueva York», se ríe Raquel, con distancia.

En su opinión, también le podría haber pasado si le hubiera conocido en la barra de un bar. Pero admite que, cuando se queda con alguien a través de una aplicación de contactos, uno no tiene más referencias de ese individuo que las que él quiera ofrecer en su perfil: no sabe si está casado, si tiene amigos o si sufre un trastorno mental.

El psicólogo Carlos Hidalgo considera que sí hay una relación directa entre el ghosting y las nuevas tecnologías. «Ahora lo hace cualquiera, porque es mucho más fácil», afirma. A veces, el fantasma envía un mensaje antes de bloquear a su víctima y escabullirse. Así se ahorra la cara de sufrimiento, las lágrimas, las recriminaciones o los insultos.

Para el periodista y bloguero Juanjo Cerero, es el signo de los tiempos. «En internet impera la mentalidad de la ironía, hay una actitud socarrona ante la idea del amor romántico y para siempre. Tener pareja es un lujo que uno puede o no puede permitirse y, a menudo, un hobby, un objeto más de consumo. Las relaciones de larga duración están en crisis y cada vez hay más gente que vive sola y prefiere el sexo casual», afirma. Y cree que el ghosting es, en cierto modo, un lugar común: está aceptado que el silencio es una respuesta plausible, una forma de decir adiós eludiendo el enfrentamiento.

Para el psicólogo, detrás de esta práctica hay «mucha irresponsabilidad e inmadurez emocional». Y no solo en el ámbito de las citas, sino en todos los aspectos de la vida. «La incapacidad para dar la cara y afrontar las dificultades es un fenómeno extendido. Muchas personas no saben resolver los conflictos y no se dan cuenta de que la huida no es la respuesta. Los problemas no se solucionan solos con el tiempo», advierte.

A su juicio, esta actitud es mucho más frecuente en los jóvenes y, sobre todo, en los varones. «Tengo consulta en Castellón desde hace más de 20 años y nunca, jamás, he visto a un hombre romper como Dios manda sentencia. Se portan mal, se ponen bordes o se buscan una amante para que la pareja los deje a ellos, pero raramente se sientan a hablar».

La víctima sufre en su autoestima. Tiene que superar el duelo de la ruptura pero, encima, no sabe qué ha pasado. «Acaba pensando que ha hecho algo mal para ocasionar la fuga», señala Hidalgo.

«Antes los electrodomésticos duraban toda la vida porque se reparaban. Ahora en cuanto tienen un desconchón, los tiramos. En las relaciones pasa igual», reflexiona. Si te he visto, no me acuerdo.

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