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borja olaizola
Viernes, 9 de diciembre 2016, 00:18
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Toro Sentado, el carismático jefe de la nación sioux que puso en jaque al Ejército de Estados Unidos, tiene desde el pasado fin de semana un buen motivo para sonreír desde su tumba. El rechazo de las autoridades estadounidenses a la construcción de un oleoducto que iba a atravesar el Estado de Dakota del Norte ha supuesto un triunfo en toda regla de los colectivos indígenas y las agrupaciones ecologistas. Los descendientes de los pobladores originales habían hecho un frente común contra el proyecto porque supone una amenaza para las fuentes de agua potable de la tribu Standing Rock Sioux. El previsible impacto ambiental del paso del oleoducto por el río Misuri y un lago artificial ha llevado a las autoridades a denegar la autorización.
La batalla que han ganado los descendientes de Toro Sentado golpea de forma indirecta a los defensores del fracking, un sistema de extracción de petróleo muy cuestionado por sus repercusiones medioambientales. El oleoducto, de 1.885 kilómetros de longitud, había sido precisamente concebido para transportar el crudo obtenido mediante la fractura hidráulica del subsuelo desde Dakota del Norte, que es ahora uno de los epicentros del fracking, a Illinois, de donde sería bombeado a su destino final. Se trata de una obra con un presupuesto de 3.700 millones de dólares con capacidad para transportar el equivalente a 470.000 barriles de petróleo al día.
Población
El censo total de nativos americanos en Estados Unidos, incluida Alaska, supera los cuatro millones. Cherokis, navajos y sioux, por este orden, son las tribus más numerosas.
Distribución
Hay 562 gobiernos tribales reconocidos a nivel federal en Estados Unidos, distribuidos en ocho grandes zonas.
Reservas
La Oficina de Asuntos Indígenas administra una superficie total de 225.000 km2 (algo menos de media España), cedida en fideicomiso por el Ejecutivo estadounidense.
Autogobierno
Estas tribus tienen el derecho a formar su propio gobierno, hacer cumplir las leyes y cobrar impuestos, entre otras facultades. No pueden declarar la guerra, acuñar moneda ni tener representación internacional.
Idioma
Actualmente menos de 400.000 indios hablan alguna de las 135 lenguas nativas que sobreviven a la colonización.
El oleoducto había puesto en pie de guerra a los sioux de Dakota del Norte, que montaron en abril un campamento en un lugar conocido como Roca Sagrada, cerca de los trabajos de construcción de la tubería. Los acampados, entre 2.000 y 3.000 personas, muchas de ellas indígenas de la tribu Standing Rock Sioux, han protagonizado desde entonces multitud de protestas y también enfrentamientos con policías. La noticia del rechazo al proyecto llegó precisamente un día antes de que se cumpliese el plazo establecido por las autoridades para desalojar el campamento. Entre los acampados el anuncio fue acogido con muestras de júbilo, aunque también con cierta cautela. «No es una victoria al 100%, pero los que hemos estado aquí desde hace ocho meses nos hemos ganado el derecho a estar emocionados», dijo a Reuters Eryn Wise, uno de los promotores de la protesta.
La ley de Trump
Los recelos obedecen sobre todo a la postura abiertamente favorable al oleoducto de los principales representantes políticos de Dakota del Norte. El congresista Kevin Cramer y el senador John Hoeven, ambos republicanos, han lamentado la paralización de la obra, al tiempo que han insinuado que los trabajos continuarán con la llegada al poder de Donald Trump. Cramer, muy próximo al círculo que rodea al nuevo hombre fuerte de Estados Unidos, ha asegurado incluso que el presidente electo «restaurará la ley y el orden» en cuanto desembarque en la Casa Blanca, el próximo 20 de enero. «Trump podría aprobar el oleoducto en cuestión de horas desde su toma de posesión», señaló Brigham McCown, responsable de Seguridad de Oleoductos y Materiales Peligrosos durante el mandato de George W. Bush. «Le bastaría reinstaurar la anterior decisión o aprobarlo mediante ley ejecutiva invocando intereses nacionales».
Los indios confían, sin embargo, en que Trump no considere prioritaria una decisión que pondría en peligro sus recursos hídricos. Hasta ahora la Administración estadounidense había actuado con pies de plomo para evitar que los ánimos se caldeasen más de lo debido. El todavía presidente, Barack Obama, había pospuesto la aprobación de una serie de permisos que hubiesen hecho posible el inicio de las obras con el fin de acercar posturas con los líderes indígenas. Los portavoces de los sioux se han mostrado dispuestos a explorar soluciones alternativas. «No nos oponemos a la independencia energética, al desarrollo económico o a las preocupaciones por la seguridad nacional, pero debemos asegurarnos de que estas decisiones se adoptan con arreglo a las consideraciones de nuestros pueblos indígenas», sostiene Dave Archambault, el cabecilla de los opositores al proyecto.
La posibilidad de variar el trazado del oleoducto para que no interfiera en el río Misuri tiene escasas posibilidades de salir adelante. Energy Transfer, la empresa encargada de los trabajos, no se ha planteado un recorrido alternativo y deposita todas sus esperanzas en la nueva política energética de Trump. Si se cumplen esas expectativas y la construcción de la tubería sigue su curso, a los sioux no les quedará otra salida que invocar el espíritu de Toro Sentado y volver al campo de batalla.
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