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Turistas chinos se hacen fotografías en las hileras de los campos de lavanda de Brihuega, en Guadalajara.

¿Qué hacen estos chinos en la Alcarria?

En los años 60 un vendimiador descubrió en Francia la lavanda y la trajo a Brihuega. Hoy se cultiva un mar violeta de mil hectáreas que vuelve locos a los turistas del Gran Dragón

FRANCISCO APAOLAZA

Lunes, 5 de diciembre 2016, 01:07

En la alameda de Brihuega, en la anochecida quietísima de la Alcarria, una guirnalda de bombillas cuelga suspendida entre los árboles. Deja caer a la ... plaza una luz amable y dorada. Ilumina una chiquillada de pantalón corto que juega al toro con dos carretones de ruedas. De pronto, toda la escena cambia, como si adquiriera una dimensión más: el aire ha traído desde las colinas secas y calcáreas de los campos una caricia clarísima, franca y profunda: no hay duda, es lavanda. El visitante casi gira la cabeza, como si le hubieran llamado, como si hubiera escuchado un grito, o un golpe, y quisiera ver de dónde viene. El origen del aroma está lejos de allí, a un par de kilómetros, en las lomas y los valles en los que tiene lugar el prodigio violeta. Allí lejos, en la parte alta del pueblo, Manuel recibe un contenedor de plantas para destilar. Hace unas semanas, veía cómo extrañas parejas de chinos vestidos de novios con trajes blancos se hacían fotos en esos campos ante su mirada absorta de labriego. Es el último episodio de una historia casual, fragante y casi inverosímil: el milagro malva de la Alcarria.

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