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Mujeres en caída libre

Mujeres en caída libre

Consuelo Castiglioni y Diane Von Fürstenberg pierden el control de sus empresas en la moda

PPLL

Martes, 29 de noviembre 2016, 01:52

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Salvo el ascenso de Maria Grazia Chiuria a los altares de Dior, las mujeres siguen en caída libre en las altas esferas de la moda. Por circunstancias diferentes, Consuelo Castiglioni (Lugano, 1959), exdirectora creativa y ya también expropietaria de Marni, y Diane von Fürstenberg están a punto de pasar página a unos de los momentos más memorables de la historia de la moda de los últimos 50 años. La italiana lleva dos décadas defendiendo en solitario «la elegancia silenciosa», mientras que a la segunda se le debe el descubrimiento de uno de los hallazgos más fabulosos y sencillos: los famosos vestidos de corte cruzado. Si Yves Saint Laurent revolucionó los armarios femeninos con el esmoquin y la sahariana, la veterana Diane hizo lo propio con el 'wrap dress'. Envolvió siluetas y realzó curvas con un magisterio que toca a su fin. El tiempo corre en contra de la inmensa mayoría de creadoras. Salvo para Miuccia Prada, Isabel Marant, Phoebe Philo y pocas más, parece como si una extraña maldición se cebara sobre las agujas de corte femenino.

Consuelo ha sido la última en sucumbir a la inmensa voracidad de Renzo Rosso. El dueño de Only The Brave sigue engordando su holding de marcas de Lujo. A Martin Margiela y Viktor&Rolf incorpora ahora un nuevo estandarte: Marni. Esta firma familiar funciona como un oasis en un mundo de opulencia. Consuelo se echó a las espaldas hace veinte años la antigua fábrica de pieles de la familia de su marido y logró algo impensable: vender abrigos de visón a una clientela joven. ¿Su secreto? Trazar cortes diferentes y teñir pieles de colores inexistentes por entonces en una industria que olía demasiado a alcanfor. Consuelo fue mucho más lejos. Epítome del lujo intelectual, como se lo recuerdan cada dos por tres las grandes editoras, marcó sus propias reglas. Se desmarcó de las tendencias y de las alfombras rojas. Tampoco apostó por unas colecciones sexys, al estilo de las de Versace o Roberto Cavalli. Lo suyo es la discreción. Consuelo siempre ha mantenido que no es la ropa la que debe ser sensual, sino la persona que la luce. «Lo sexy es la forma en la que alguien se mueve y cómo habla. Eso es más importante que la piel que enseñas», esgrime una creadora a la que nunca le han gustado los vestidos «apretados y escotados»; más bien, todo lo contrario. Opta por las holguras y lo proclama bien alto: «Eso no es lo mío».

Multiplicar las ventas

¿Qué es lo suyo? Un diseño que desde 1994 ha desconcertado a una industria con propuestas aparentemente absurdas, pero que al final casi todo el mundo acaba imitando. Por algo es una de las modistas más copiadas. El discurso de Castiglioni se explica en el masivo y sorprendente éxito de sus sandalias de apariencia ortopédica y con suelas enormes, bautizadas como 'ugly shoes'. Si a eso se añade que muchas de sus modelos, incluida la propia creadora, las lucen con calcetines se explica por qué es uno de los versos sueltos fashion más respetados. A Castiglioni, que comenzó a diseñar pasados los treinta y sin experiencia, no le importa que le copien. «Me lo tomo como un piropo. Prefiero que me plagien a mí que no a otros. Significa que a la gente le gusta tu diseño y que tu estilo vende», defiende.

Vender precisamente es la clave que maneja Rosso. El empresario italiano que ha levantado un emporio vendiendo vaqueros -Diesel- se distingue por su olfato comercial para multiplicar las ventas de firmas de culto. Y ahí Marni era una de las piezas más deseadas. En un mundo infestado de tiburones, a las compañías independientes cada vez se les pone más cuesta arriba la pervivencia. Por eso la venta, más si viene acompañada de muchos ceros, estaba cantada. La operación se cerró hace unos cuantos años. El contrato establecía que Consuelo se mantuviera al frente durante un tiempo de adaptación, que culmina ahora. Su discurso nunca ha cambiado: «Creemos en lo que hacemos y seguimos lo que nos gusta, no las tendencias». Su lenguaje desafía todas las leyes comerciales, ya que siempre ha trabajado en el lanzamiento de prendas atemporales que mantienen su vigencia al término de las temporadas. «No quiero que se tire nuestro trabajo cada seis meses. Nuestras piezas se adquieren porque uno se enamora de ellas, y ese sentimiento dura más de seis meses. ¿Qué clase de amor sería si no?», se cuestiona. «Es un placer cuando veo a alguien en la calle con ropa mía de hace años. No nos gusta imponer una estética concreta y que las clientas sigan al pie de la letra los estilismos que ven en los desfiles», alega una diseñadora que tiene por norma no regalar sus modelos a las famosas. Quien lo desee, que se lo compre. Así actúa.

Colección de amantes

Años es la palabra que marca también el devenir de Diane von Fürstenberg, la diseñadora que coleccionaba amantes, incluido Richard Gere. Suele recordar que durante años llevó una «vida de hombre en un cuerpo de mujer». A punto de entrar en los 70, prepara el relevo al frente de su marca. A diferencia de modistas que están al pie del cañón hasta el último de sus días, prefiere echar una mano a las mujeres para que sean lo que quieran y «ayudarlas a encontrar su fuerza».

Con el relevo asegurado -traspasará los poderes al escocés Jonathan Saunders-, Von Fürstenberg es una superviviente. Hija de una judía belga de origen griego que fue deportada a Auschwitz, su empresa quebró en los años ochenta, pero su amistad con Barry Diler, un magnate al que le dio calabazas durante 26 años hasta que finalmente se casó con él -«no fui siempre muy gentil con él, pero es el hombre de mi vida»-, le ayudó a encauzar una empresa que vive sus mejores momentos de gloria. Tras superar un cáncer, su compañía factura más de 500 millones de dólares anuales y sigue vistiendo a mujeres como Madonna o Michelle Obama. Preside el Consejo de Diseñadores de América y la revista 'Time' la tiene entre las mujeres más influyentes. Pero su tiempo en la moda se extingue. Es otra víctima más de una virulenta plaga que se ensaña con las mujeres como no lo hace con los hombres.

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