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Manifestación contra la violencia de género.
La pena por pegar a una mujer

La pena por pegar a una mujer

Paulina recibió una paliza porque a Juan Ramón no le gustó la cena, Florencio golpeó a Lorenza por hablar con otros hombres. Al día se denuncian unas 340 agresiones. Contados son los maltratadores que acaban en la cárcel

Mateo Balín

Jueves, 24 de noviembre 2016, 13:18

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12 de junio de 2016. Juan Ramón llega a su casa de una pequeña localidad de Valladolid pasadas las diez. Bebido. Hace días que ha recaído en el alcohol tras unos meses sin probar gota. No le gusta la cena que ha preparado Paulina. "Eres una mierda, eres una puta". Estos gritos suenan más suave que el primer puñetazo de la noche. La agarra del pelo, le golpea la cabeza, las patadas vienen de todos lados con la misma virulencia que la llama "marrana". Aquel fue el último día. Paulina, casada desde hace 15 años con Juan Ramón, con quien tuvo dos hijos (de 13 y 10 años), se cansa de tanta hostia. Rompe con él. Denuncia. Cinco meses de prisión. Es la pena que le impuso el juez por darle una paliza a su mujer, como autor de un delito de malos tratos, con la concurrencia de la eximente incompleta de embriaguez. Juan Ramón fue absuelto de un delito leve de injurias y condenado al pago de la mitad de las costas procesales. La otra parte la pagó ella.

Este relato, como el resto de los que se recogen en esta información, está extraído de una sentencia judicial. Son hechos reales, probados; los nombres son ficticios, para proteger a las víctimas. Con esta sucesión de historias sólo se pretende dar a conocer una realidad que casi siempre pasa inadvertida, a qué penas se enfrenta un hombre por maltratar, incluso matar, a su mujer. La cifra de asesinadas es la punta del iceberg de una lacra que al año golpea, y no de forma simulada, a más 123.000 mujeres. Eso que se sepa. Porque aún hoy hay quien calla, quien no denuncia, quien no encuentra una salida. El 016 supone para muchas una luz al final del túnel. Este viernes, como cada 25 de noviembre, es el Día de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. En lo que va de año han sido asesinadas 39 mujeres.

El móvil de Lorenza

8 de abril de 2014. Lorenza supo escapar pronto de su maltratador. Su relación con Florencio dura dos meses y un día. Se conocen el 9 de febrero en O Grove y el 28 de marzo deciden irse a vivir juntos. Toda la ilusión puesta se desvanece a las primeras de cambio. El único hombre de la vida de Lorenza tiene que ser él. Solo él. Le rompe la tarjeta del móvil, en la nueva no le deja grabar teléfonos de hombres. El 2 de abril discuten. Florencio la agarra del cuello y la empuja contra la pared, luego la toma por los brazos y la tira en la cama. No consta parte de lesiones, no acude al médico. No puede. Aquella noche trata de huir por la ventana. No fue hasta el 8 de abril cuando se libra de Florencio. Y denuncia. Florencio fue condenado como autor responsable de un delito de malos tratos a 67 días de trabajos en beneficio de la comunidad, prohibición de aproximarse en un radio de mil metros a Lorenza. Además, como autor responsable de un delito de coacciones, el juez le impuso una pena de un año y nueve meses.

Inés lo niega todo

13 de febrero de 2016. Juan Francisco e Inés inician de madrugada una discusión en una calle de Murcia. En un momento dado él la agarra del cuello y la arrastra unos metros. Una vecina observa horrorizada la escena desde una ventana de su casa. Llama a la Policía. A la zona también acude asistencia sanitaria. No hay denuncia. Pero se abre causa judicial, con el relato de la vecina y el parte de lesiones aportado por el médico que atiende a Inés, en el que se lee "agresión por parte de la pareja". "Tenía la cara enrojecida, cuello marcado y lloraba", declara en el juicio uno de los agentes que acudieron a la llamada de auxilio. "Vi al hombre tirando del brazo de una mujer que llevaba cara y cuello muy rojos", dice el otro agente. Juan Francisco e Inés ofrecen idéntica versión, que la vecina creyó ver lo que no era. El juez no duda, condena a Juan Francisco como autor criminalmente responsable de un delito de malos tratos en el ámbito familiar a seis meses de prisión y a un año y seis meses de prohibición de comunicarse o aproximarse a menos de 500 metros de Inés.

La lápida de Mariluz

18 de enero de 2012. Es la fecha que aparece en la lápida de Mariluz. 25 años convivió con su asesino. Su sentencia de divorcio, de julio de 2010, supuso también su sentencia de muerte. Mariluz aporta una hija al matrimonio, Gema, y al año de la boda nace Rosaura. En la modesta casa de Alcaudete, en Jaén, en la que (mal)viven, términos como puta y loca son el pan nuestro de cada día. "Eres un bulto que no sirves para nada". Basilio se acostumbra a humillarla, a lanzar cuchillos, a estampar el plato de comida contra lo que sea. Y eso sin contar empujones y bofetones casi a diario. El divorcio no arregla las cosas. Ya no hay golpes físicos, pero las amenazas suben de tono. Basilio se presenta el día negro en la peluquería que regenta su hija mayor, pide que llame a su madre para que le traiga un juego de llaves del coche; las suyas no van. Aparece Mariluz. Atemorizada. "Os tengo que matar a las dos, primero a ti (dirigiéndose a su hija) que eres más mala y luego a tu madre". Y aparece un cuchillo, de 20,5 centímetros. Forcejeo, tres puñaladas. "No hace falta que llames a nadie, no se va a mover del sitio", dice Basilio. Muerte en el acto. Gema se libra. El tribunal condenó a Basilio a 13 años de prisión por homicidio con agravante de abuso de superioridad y parentesco, a otros tres años y nueve meses por intento de homicidio a su hija y otros dos años de prisión por malos tratos habituales en el ámbito familiar.

Gabriela tenía miedo

30 de septiembre de 2013. Queda probado que ese día, a las 17.25, Segundo envía un mensaje al móvil de Gabriela. "Puta de mierda". Tres horas después llega otro. "Llevo buscándote un día y medio, te buscaré hasta que te encuentre y cuando te encuentre no será bonito. Me da igual las consecuencias que pueda haber para mí". Denuncia. Un juez de Palma de Mallorca dicta orden de alejamiento. Se inicia la batalla judicial. Cuenta ella que los primeros años no fueron malos, que los insultos, que los golpes en la cara y en los brazos comienzan en diciembre de 2012; que aguanta hasta septiembre de 2013 por temor a posibles represalias, a que se lleve a su hijo de 4 años. Dice él que todo es una invención de ella para beneficiarse en el proceso de divorcio. Los mensajes están ahí. Segundo fue condenado a nueve meses de prisión por un delito de lesiones en el ámbito familiar y otros seis meses por amenazas a su expareja.

Rebeca sale viva

27 de marzo de 2014. "Tengo aquí una lata de gasolina y como no abras la puerta le prendo fuego al edificio". Y lo hizo. Raimundo es condenado en noviembre de 2013, por un delito de amenazas, a 44 días de trabajos en beneficio de la comunidad y el juez le prohíbe aproximarse a Rebeca durante un año. Da igual, él se salta continuamente la orden de alejamiento. El 26 de marzo de 2014 se las ingenia para acceder al que un día fue su domicilio familiar en un barrio de Gijón -y en el que ahora residen Rebeca con Florián (hijo de una relación anterior), Basilio y Antonieta-. Al tiempo que le implora volver, se hace con un juego de llaves y también se lleva el móvil de su exmujer. Rebeca pide cambiar la cerradura. Sin falta. Ya. Su corazonada no falla. Al día siguiente, de madrugada, Raimundo trata de abrir la puerta. Nada. Y comienzan los insultos, las amenazas y... Rocía la puerta de gasolina. Y le prende fuego, sin importarle que dentro se encuentran Rebeca y dos de sus hijos (esa noche Antonieta duerme con su abuela). Un denso humo se adueña del inmueble de cinco plantas. La rápida intervención de los bomberos propicia que la cosa no vaya a más, que no haya que lamentar muertes. Tan solo alguna atención médica por inhalación de humos. Raimundo fue condenado como autor de tres delitos de intento de homicidio a nueve años de prisión por cada uno de ellos, y a un año por delito continuado de quebrantamiento de condena.

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