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¿Por qué prohíben abrir este McDonald's en Florencia?

¿Por qué prohíben abrir este McDonald's en Florencia?

La cadena de comida rápida exige 18 millones a la ciudad italiana por impedirle abrir un restaurante en el Duomo

borja olaizola

Viernes, 11 de noviembre 2016, 02:37

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Un McDonalds no es precisamente lo que uno espera encontrarse al asomarse a la Plaza del Duomo de Florencia, patrimonio de la humanidad y uno de los conjuntos monumentales más armoniosos alumbrados por el urbanismo. Cuesta conciliar las hamburguesas, las patatas fritas y demás comida prefabricada con la geometría afilada de la catedral de Santa Maria del Fiore y la silueta de su imponente cúpula, una de las obras maestras del Renacimiento. Temeroso de que la mezcla derive en indigestión y ahuyente a una parte de los más de tres millones de turistas que frecuentan el lugar, el Ayuntamiento de Florencia ha denegado a la cadena la licencia para abrir uno de sus establecimientos en los bajos de la plaza.

La negativa municipal no ha sido el resultado de un capricho. Muchos florentinos no veían con buenos ojos que McDonalds, que ya tiene una decena de establecimientos en la ciudad y su periferia, plantase sus reales en uno de los enclaves más emblemáticos de la capital toscana. La polémica se trasladó a las redes sociales, donde han saltado chispas durante todo el verano, a la vez que se iniciaba una campaña que suma ya 24.000 firmas contra la instalación de la hamburguesería en la plaza. Los vecinos, hartos de ver sus calles invadidas por bazares y franquicias de las grandes multinacionales, habían presionado al consistorio para que endureciese la concesión de licencias en el casco histórico de Florencia: el pasado enero entró en vigor un reglamento que prohíbe la implantación de restaurantes que se abastezcan de productos congelados, a la vez que obliga a que la mayor parte de los alimentos que se sirven tengan procedencia local.

McDonalds asumió la norma y se comprometió a cumplirla a rajatabla en su establecimiento de la Plaza del Duomo. Para empezar, prometieron los responsables de la cadena a las autoridades municipales, el local tendría mesas que estarían atendidas por camareros y las máquinas registradoras no estarían a la vista, algo que se sale de los cánones de la franquicia. La oferta de la carta, además, iba a ser sometida a una profunda revisión para adecuarla a las nuevas exigencias. Las promesas de la multinacional, sin embargo, no terminaron de convencer al equipo municipal de gobierno. El alcalde, Dario Nardella, un profesor universitario que es un estrecho colaborador del primer ministro italiano, Matteo Renzi quien fue su antecesor en el cargo, se negó a dar el visto bueno a la apertura recordando que el casco histórico de la ciudad es patrimonio de la Unesco y que uno de los compromisos que asumió ante los florentinos es resguardar las señas de identidad de la ciudad. Los detractores del proyecto lo celebraron con un almuerzo multitudinario en la plaza en el que solo se ingirieron, claro está, alimentos con el sello de producto local.

Precedente jurídico

McDonalds no está dispuesta a dejar pasar la afrenta. El equipo jurídico de la cadena ha formalizado ante la Justicia italiana una demanda en la que reclama una indemnización de 19,8 millones de dólares, unos 17,8 millones de euros, por los daños y perjuicios que le ha ocasionado una decisión que representa a su juicio «una injusticia grave y manifiesta» y un ataque en la línea de flotación a la libertad de empresa. Habrá que ver si los argumentos del consistorio en la línea de que la conservación del patrimonio histórico es incompatible con la instalación de franquicias resultan convincentes a los magistrados transalpinos.

La batalla se presenta interesante, máxime porque puede sentar un precedente jurídico para otros casos similares. McDonalds, paladín supremo del concepto de comida rápida, es vista con recelo en muchas localidades europeas. Las suspicacias vienen de lejos: hace ya tres décadas se produjo una tormenta muy similar con motivo de la apertura en la Plaza de España de Roma, junto a los palacios de Borromini y Bernini, del establecimiento más grande del mundo de la cadena de hamburguesas, con un total de 450 empleos. Las protestas sacudieron los cimientos de la capital italiana, pero los romanos terminaron dando su brazo a torcer y la multinacional estadounidense conquistó la plaza.

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