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La resurrección de Lu

La resurrección de Lu

Un famoso pintor chino sobrevive a un grave tumor en el Camino de Santiago que le tiene postrado en un hospital de Burgos. Su «milagro» inspirará una obra en homenaje a la ruta jacobea

antonio corbillón

Jueves, 29 de septiembre 2016, 10:54

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Es uno de los grandes representantes en China de la pintura campesina, que hunde sus raíces mil años atrás en las tradiciones artísticas más rurales de su cultura. Lu Yongzhong (Jinshan, Shangái, 1970) siempre apostó por «ser un pintor campesino, un artista que se aleja de la vida real». Pero un día de 2011 llegó a Le Puy-en-Velay (Alto Loira), el Roncesvalles francés del Camino de Santiago, y este hijo de padre budista y madre católica sintió la llamada de la ruta jacobea.

Ese tramo francés de casi 700 kilómetros se le metió bajo la piel y, con ayuda de su galerista en Francia, Christine Arsoneau, emprendió el proyecto de llevarlo a sus pergaminos sobre papel de arroz. En el horizonte le esperaba una gran exposición para celebrar en 2017 el 30 aniversario de la declaración del Camino como Primer Itinerario Cultural de Europa.

Comenzaron la parte española y todo fue bien desde Roncesvalles hasta La Rioja. «En Logroño encontramos sol. España me inspira tanto como Francia», escribió en su Facebook en junio. Pero esas musas se acabaron pronto. Lu se sintió repentinamente indispuesto mientras cruzaba la provincia de Burgos. A la altura de Atapuerca y vencido por la fiebre, su marchante consiguió un taxi para llevarlo a toda prisa hasta la capital.

Tras un primer rechazo en un centro privado, Lu llegó al Hospital Universitario donde no dudaron en operarle de urgencia para reducir el tumor que sufría. Diez días después, el 14 de julio, una nueva complicación inesperada le llevó a las puertas de la muerte, lo que hizo necesaria una segunda intervención. «Habría muerto al día siguiente», asegura Arsoneau. Y, al día siguiente, mientras Francia lloraba la pesadilla yihadista de Niza, en el hospital burgalés también se intuía un velatorio y trataban de localizar a la familia de Yongzhong, cerca de Shangái, para anunciarle que su fallecimiento sería cuestión de días.

Pero Lu salió adelante porque «ha tenido mucha paciencia y, sobre todo, esperanza», admite una aliviada Christine. Ella ha permanecido todo este tiempo a su lado, tratando de buscar un lenguaje para comunicarse. El artista solo habla chino y ella no sabe español. Tuvieron que improvisar. «Mi hermano vive en París y habla español explica ella. Con un altavoz en la habitación, él me traducía al francés y yo le traducía a Lu al chino». Por suerte, el idioma del cuerpo humano es universal. Un esperanto de órganos y tejidos que no cambia con la raza. La entrega y el compromiso del equipo sanitario completó su salvación.

Curtido en la enfermedad

Él resume la situación en que lo suyo es «un renacimiento». Ella lo eleva a «milagro». A la fortaleza de ánimo, curtido de influencias budistas y cristianas, el artista une una vinculación directa con la enfermedad desde muy niño. Pasó de los 6 a los 12 años hospitalizado. Las lecturas de cuentos de sus abuelos y los libros con imágenes de sus hermanas despertaron la vocación por la pintura.

A sus 46 años, Lu es uno de los grandes representantes de esa pintura naturalista, romántica y llena de luz, muy naif, cuya capital para toda China es Jinshan, su tierra natal y en cuya Academia da clases. Su obra ha sido reconocida por todo el mundo, con exposiciones por Europa y Estados Unidos.

Hombre zen pero muy pasional por su trabajo, en 2014 llamó la atención de toda China al crear la pintura más grande de arroz que se recuerda. Utilizó 5.000 metros cuadrados y a 3.000 voluntarios para convertir un arrozal en un grito contra la contaminación y el cambio climático.

Una vez que los médicos le han confirmado que ha pasado lo peor, Lu Yongzhong espera recuperar las fuerzas suficientes para conocer la ciudad donde le han salvado la vida y de la que solo tiene las fotos que Christine le lleva en sus visitas diarias. «Está impresionado con las imágenes de la Catedral y las zonas históricas. Está deseando levantarse y conocerlas».

Y en ese horizonte cercano continúa en pie el encargo de participar en las celebraciones del 30 aniversario de la Ruta Jacobea. Su idea es llevar a un gran mural sobre papel de arroz, una especie de pergamino chino (15 metros de largo por 80 centímetros de ancho) todo lo que le seduzca de esta peregrinación que también ha atrapado en los últimos años a muchos asiáticos. Andar todavía será una quimera durante mucho tiempo. «Cuando salga, haremos etapas en coche. Queremos llegar a Compostela antes de que regrese a China», confirma su agente.

Esta experiencia ¿ha cambiado su visión del Camino?

Dice que va a poner más emoción a todo porque el 14 de julio parecía que iba a morir en unas horas. Para él ha sido como tener una segunda vida.

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