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Soldados como cisnes

Soldados como cisnes

Los reclutas de Corea del Sur incluyen el ballet en su preparación militar: «Nos ayuda a encontrar calmay equilibrio». «Les curte», matizanlos altos mandos

A. FERNÁNDEZ

Miércoles, 14 de septiembre 2016, 00:19

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En preparatoria». Suena el piano enlatado del equipo de música. «Primera posición». Se elevan quince brazos derechos. «Demi-plié». Cruje alguna rodilla perezosa. «Arriba y seguimos». Se oye un suspiro. Y vuelta a empezar. Esta vez el demi-plié da paso al grand-plié y el chasquido de las articulaciones se convierte en un ruido sordo que arranca una carcajada colectiva.

Uno de los quince alumnos de la clase de ballet ha caído al suelo vencido por la gravedad y la falta de flexibilidad. Pero lejos de que la profesora le abronque, ésta le tiende delicada la mano delicada al tiempo que esboza una generosa sonrisa. El pupilo se levanta y regresa a su sitio. Junta los talones, separa las puntas al máximo todavía no es mucho y se coloca de nuevo como quien abraza a un árbol imaginario, sin llegar a entrelazar los dedos.

La escena no está sacada de una academia de danza, sino del gimnasio de un cuartel. Los alumnos no son jóvenes con deseos de emular al fantástico Mijaíl Barýshnikov, al que en su momento apodaron como el más perfecto jamás visto. Su carrera discurrirá muy lejos de las bambalinas. Son soldados. Concretamente, reclutas de la División 25 del Ejército de Corea del Sur. Y estos ejercicios forman parte de su preparación para poder enfrentarse adecuadamente a su trabajo, como practicar la puntería.

Una vez a la semana, quince de ellos cambian sus rudas y pesadas botas por unas ligeras y maleables zapatillas de ballet negras, para ponerse a las órdenes de Lee Hyang-jo, su profesora, una bailarina profesional del Ballet Nacional. Cuando hace un año le propusieron ir a dar clases a la zona desmilitarizada entre las dos Coreas una franja de tierra de cuatro kilómetros de ancho y doscientos de largo establecida en 1953, no supo cómo reaccionar. «No estaba segura de qué tipo de ayuda podía aportar», reconoce. Ahora, doce meses más tarde, ya lo tiene claro.

Le basta con ver los avances de sus alumnos, sus risas y cómo se les relaja el gesto durante el transcurso de la clase. Porque su auténtico objetivo no es despertar Billy Elliots en los soldados, sino conseguir que desconecten de la rígida disciplina castrense y se evadan de la tensión a la que están sometidos como vigilantes de una de las mugas más fortificadas del mundo. Cada vez que Kim Jong-un abre la boca, sienten una punzada en el estómago y sus superiores extreman la vigilancia. No digamos cuando salen a la luz nuevas pruebas con misiles y armas similares, como la de esta semana.

«Vivimos en una unidad que está en primera línea del enemigo. A veces me siento inseguro», admite Kim Joo-hyeok en un receso entre tendu y tendu. Hace tiempo que ya no necesita agarrarse a la barra. Fue uno de los primeros alumnos de Hyang-jo. «El ballet me permite mantener la calma y encontrar el equilibrio», agrega este sargento de 23 años que está a punto de terminar el servicio militar obligatorio. La danza también le ha servido para «construir lazos de amistad» con el resto de la división... Y hasta para recibir sus primeros aplausos.

Puntería y buena postura

Las pasadas navidades, Kim y sus compañeros protagonizaron la primera función de su vida: El lagos de los cisnes, de Chaikovsky. Estos días han empezado a preparar la segunda, aunque no sueltan prenda porque quieren que sea una sorpresa. La profesora se esmera en cada clase para que sus pupilos aprendan y disfruten. Cuando lo logra, se lo toma como una victoria. «A medida que aprenden, se ríen y pasan un buen rato. Eso me hace pensar que ha valido la pena venir aquí», se sincera Hyang-jo, que vive en Seúl, a 55 kilómetros.

Pero danzar no solo hace sonreir al alma. Los altos mandos del escuadrón han descubierto que sus chicos están más en forma que nunca gracias a los ejercicios que les enseña la bailarina. Por ello, les animan a seguir con la afición. «El ballet curte. Requiere mucha fuerza física y ayuda al fortalecimiento muscular. También aumenta la flexibilidad y corrige la postura», glosa el teniente coronel Heo Tae-sol. En definitiva, que sus chicos están más fibrosos y ágiles, además de felices y sosegados. Para Corea del Sur, el secreto de una gran tropa no es solo una puntería certera.

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