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ESTER REQUENA
Martes, 13 de septiembre 2016, 00:29
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Entrar en un restaurante en Bangkok y encontrarse una muñeca sentada en la mesa y con un plato combinado del menú infantil delante como un hijo más es una escena que se repite. O paseando a esas mismas muñecas subidas en un carrito y vestidas con modelitos de diseñadores de renombre. La última moda en el país asiático pasa por comprarse una muñeca que se asemeja a las de toda la vida (nada del realismo de los bebés 'reborn')... pero 'habitadas' por un espíritu. O eso aseguran quienes atesoran una 'luk thep' (ángeles infantiles, les llaman), cuyo precio oscila entre los 50 y los 300 euros, aunque se han llegado a pagar hasta 2.000 por una de ellas.
Las 'luk thep' no vienen de fábrica con el supuesto espíritu dentro, sino que hay que acudir a un monje para que les realice una especie de ceremonia. Un ritual habitual en Tailandia para bendecir amuletos que ahora se ha actualizado para estos juguetes y que ha llegado a desbordar templos budistas. Muñeca en mano, muchos tailandeses acuden a 'dar vida' a sus peponas buscando la buena suerte que aseguran que proporcionan estos artículos.
Las 'luk thep' se consideran la modernización de la adoración que se rendía antiguamente a los fetos humanos que morían en el útero. La empresaria Mae Ning asegura que se comunica con la diosa hindú Parvati y media para que las almas de los niños no nacidos se instalen en sus muñecas y den buena suerte a sus dueños. «El alma puede vivir en la muñeca y por eso sus propietarios pueden criarlas como si fueran sus hijos y pasearlas en público al igual que a otro niño normal».
Las 'celebrities', por supuesto, se han apuntado al carro. Uno de los que no para de aclamar sus bondades es el DJ y locutor tailandés Bookkoh Thannatchayapan, que 'adoptó' un muñeco. «El primer día que lo tuve me lo llevé a comprar ropa en la sección de bebés y justo después de pagar recibí una llamada por la que un trabajo que se había cancelado seguía finalmente adelante», relata con entusiasmo. Poco después le prometió a su muñeco un collar de oro si le lograba un puesto mejor. Enseguida le telefonearon ofreciéndole un casting para una película. «Lo amo como a mi hijo», repite. Con semejantes testimonios, normal que la fiebre se haya multiplicado. Hay dueños que incluso detallan que les han soplado los números de la lotería o mejorado enfermedades. La locura ha llegado a tal punto que el primer ministro ha pedido a los ciudadanos que no se dejen arrastrar por esta tendencia si ven que no pueden permitirse los lujos que requieren.
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