Edición

Borrar
¿Qué fue de los libros de Vacaciones Santillana?

¿Qué fue de los libros de Vacaciones Santillana?

Su mayor triunfo fue que, contra todo pronóstico, muchos adultos los recuerden hoy con afecto

carlos benito

Martes, 30 de agosto 2016, 00:51

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Para empezar, antes de bajar a la piscina, van a escribir todos ustedes las fracciones correspondientes a varios decimales periódicos puros. Después, les tocará decidir si unas cuantas ecuaciones de segundo grado tienen solución o no, calculando sus correspondientes discriminantes. Y no se abalancen hacia la toalla, porque todavía les queda resolver un problema inspirado en la Vuelta Ciclista a España: «Si un coche del equipo Reynolds sale de Valencia hacia Murcia a las 8 de la mañana con una velocidad media de 72 km/h y, una hora más tarde, sale de Murcia hacia Valencia un coche del Hueso con una velocidad media de 87 km/h, ¿a qué hora se cruzarán, si la distancia entre Valencia y Murcia es de 241 kilómetros?». Por Dios, no pongan esas caras tan raras: estamos en 1985, ustedes acaban de terminar octavo de EGB y tienen que saber todas estas cosas si quieren convertirse en adultos de provecho cuando llegue el siglo XXI.

Hojear un libro de Vacaciones Santillana, como el de Matemáticas que contiene estos ejemplos, puede dar lugar a un extraño torbellino de sensaciones. Muchos nos damos cuenta, con asombro, de cuántas cosas llegamos a aprender para después olvidarlas a conciencia. Es probable experimentar, además, cierto alivio por verse libre de aquella antipática avalancha de polinomios e hipotenusas. Pero, a la vez, las páginas descoloridas por el tiempo y con olor a arcón viejo son capaces de suscitar una honda nostalgia: hubo un niño remoto que dedicó parte de su veraneo a resolver estos ejercicios, aunque seguramente se le iba la atención hacia las páginas de lectura, esas que explican qué parte del Airbus se fabrica en cada país, cuáles son las marcas de moto más vendidas en España (Vespa, Yamaha, Montesa...), por dónde circula el Transiberiano o cómo funciona el lenguaje Basic. O tal vez su mirada soñadora volaba una y otra vez hacia el boletín de participación en el «gran concurso con miles de premios» que cerraba el volumen.

  • La colección de libros para el verano de Santillana contó con una de esas cancioncillas publicitarias que se metían en la cabeza y se quedaban allí para toda la vida. El autor de aquel festivo ska fue el asturiano Manuel Pacho, que también compuso los jingles de Farala («tenemos chica nueva en la oficina») y Gugú («alucina, vecina»), además del himno del PP.

La editorial Santillana sabe un montón sobre nostalgias. Antes del material para las vacaciones, durante la reforma educativa de los 70, ya había lanzado los libros de lectura Senda, que cautivaron a una generación entera: hoy, tantos años después y en un mundo tan distinto, mucha gente consulta en internet cómo puede hacerse con la añorada historia de Pandora, que tenía todos los vientos guardados en una caja y los conocía por sus nombres. En aquella década, la empresa también publicó unos pioneros cuadernos de ejercicios para el verano, que serían el embrión de Vacaciones Santillana. ¿Por qué tuvieron tanto éxito aquellos libros de tareas estivales? «Nacieron en el momento preciso y ofrecían el enfoque adecuado a las exigencias de entonces. Era una época en la que las familias empezaron a preocuparse con mayor intensidad por la educación de sus hijos y en la que creció su poder adquisitivo, por lo que podían dedicar más dinero a comprar materiales para mejorar la formación de las niñas y los niños. Además, la mayoría de las familias se iban de vacaciones, y las madres y los padres empezaron a preocuparse de que sus hijos no perdieran el ritmo durante el verano», analiza Teresa Grence, directora editorial de Santillana.

Siguen existiendo

Los ejercicios de matemáticas, de inglés o de lengua tenían que abrirse hueco a codazos entre las mil tentaciones del verano: la piscina, la playa, la calle, la tele o el simple placer de dejar pasar el tiempo sin hacer nada, ese lujo supremo de la infancia. «Los cuadernos de vacaciones deben recoger contenidos y actividades con todo el rigor de un libro de texto y, a la vez, están obligados a ofrecer ese componente lúdico: su enfoque debe ser divertido», explica Grence, que habla en presente porque Vacaciones Santillana sigue existiendo hoy, en una versión adaptada a los tiempos.

Más allá de su permanencia en las librerías o de las cifras de ventas que ha acumulado a lo largo de su historia, quizá su mayor éxito sea haber logrado que muchísimos adultos muchísimos exniños, podríamos decir recuerden con afecto aquella intromisión de la disciplina escolar en sus vacaciones. «Yo fui una de tantas que utilizaron Vacaciones Santillana durante muchos veranos comenta la directora editorial y mi sensación es la misma que la de tanta gente. Es sorprendente que, cuando comentas que trabajas en Santillana, casi todo el mundo nombra en primer lugar Vacaciones Santillana. Y cuando indagas en los recuerdos que guardan, algo que yo suelo hacer, las respuestas son muy positivas: a casi todos les dejó buen sabor de boca y lo recuerdan con nostalgia, aunque a priori, efectivamente, lo de estudiar en verano no parezca muy atractivo».

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios