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FRANCISCO APAOLAZA
Jueves, 11 de agosto 2016, 01:58
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Ahora ha publicado el ensayo Un lector llamado Lorca, ¿a qué edad se leyó las obras completas del poeta?
Descubrí el tomo de la editorial Aguilar con las obras de García Lorca en la biblioteca de mis padres, al final de los años 60 (tendría 10 ó 12 años). Claro que no me lo leí entero. Recuerdo la sensación física que me provocaron esos primeros poemas de Lorca. Algo que se convertía en piel y en mundo propio. Este libro es un homenaje al poeta y al adolescente que lo descubrió.
¿Y a qué edad tuvo su primer rollo?
Más allá de las quimeras infantiles, creo que a los 15 o 16 años. Yo iba al Club Hípico de Granada a montar a caballo, y allí surgieron los primeros amores adolescentes.
Su hija estudia piano. ¿Se imagina que hubiera sido tronista en MYHYV?
Esos programas de telebasura me entristecen. La zafiedad sentimental que representan son el mayor atentado contra la cultura popular que existe. La telebasura impone una realidad de bajos instintos y zafiedades. Es desolador.
Su hija del Rayo Vallecano, su mujer Almudena Grandes colchonera y usted merengón. Desayunan en un derbi madrileño.
Sí, un jaleo. Pero eso demuestra que el fútbol no es tan importante. Soy muy del Granada y muy del Madrid. Ahora los atléticos (Almudena, sus hermanos, mi editor Chus Visor, Joaquín Sabina...) están muy crecidos y dan mucho la lata. No podemos ver los partidos juntos, sobre todo las finales de la Champions. Son muy simpáticos los atléticos.
Whisky en invierno y manzanilla en verano. Salvo agua...
Cada bebida tiene su hora. La cerveza antes de la comida sienta muy bien. Y comer con vino dignifica cualquier mesa. La buena conversación y la lectura solitaria mejoran con la compañía de una copa. El gran Francisco Ayala, cerca de los 100 años, pedía a los camareros que retirasen los vasos de agua de la mesa. Con el agua decía, conviene tener mucho cuidado
¿Qué encuentra en Rota?
Amistad, allí nos reunimos muchos amigos, nombres de esos que forman mi segunda familia: Felipe (Benítez Reyes), Benjamín (Prado), Joaquín, Silvia, Ángeles, Bienve, María, Jimena Además me gusta mucho la gente de la Bahía de Cádiz, su elegancia sentimental y su ingenio.
¿Una costumbre banal?
El amor a las pastelerías, digo yo, o el fútbol.
Sus mujeres a la playa y usted al bar...
Ese fue uno de los motivos de que fuésemos a Rota, la playa y los bares. Busqué un sitio en el que vivía mi amigo Felipe Benítez, para consolarme de la obligación familiar de llevar a los niños a la playa. Ahora han crecido los niños, y Almudena y yo bajamos al mar por las tardes, para caminar por la orilla hasta Punta Candor. Eso me gusta.
¿Qué sería de los poetas sin los bares?
¡Qué sería de España! Me gusta nuestra facilidad para vivir en la calle y celebrar la vida con los amigos. La soledad como ámbito de independencia está bien, pero no como condena al anonimato y la deshumanización. Me gusta el bar de siempre, ese al que vas y te encuentras con amigos sin necesidad de quedar. Por lo que se refiere a la poesía, es verdad que hay una estirpe basada en el exceso. Por eso son tan peligrosos los poetas que tienen mala bebida. Dan mucho el latazo.
¿Se puede ser poeta en una playa atestada?
Sí, y hasta escribir sobre eso. Decía Pasolini que no hay nada más solitario que una plaza del siglo XX tomada por una multitud. Yo creo que algunas playas le hacen la competencia a esas plazas.
Almudena Grandes se inspira cocinando. ¿Y usted?
Ayudo poco en la cocina. Sólo me salen bien los huevos con patatas. Me inspiro más metiendo los vasos en el lavaplatos y oyendo el rumor de la calle desde la butaca de la biblioteca.
¿Tenemos demasiado miedo?
Es un miedo provocado. Nada nos inmoviliza más que el miedo. Eso que llamamos poder crea situaciones de debilidad e incertidumbre para dominarnos. Nadie protesta si corre el peligro de perder su puesto de trabajo, si no se siente amparado por unos derechos. El mejor remedio contra el miedo, que es social, es una buena seguridad social.
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