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Verónica Lake se enganchó al alcohol para huir del mundo adulto.
Las 30 orgías más divertidas y demenciales de Hollywood

Las 30 orgías más divertidas y demenciales de Hollywood

Todo esto lo cuenta el escritor y periodista Juan Tejero en ‘El método Smirnoff’ (T&B Editores), un libro que desgrana con detalle, humor, cinismo y nada de moralina las melopeas de película

julia fernánfez

Miércoles, 29 de junio 2016, 02:04

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A Humphrey Bogart le recordaremos siempre con el pitillo humeante en la mano, el fedora marengo sombreándole la mirada y una gabardina de enormes solapas en el aeródromo de Casablanca. Al papel de Rick Blaine, un antihéroe que creía en el amor casi tanto como en el alcohol y que no siempre recordaba dónde había pasado la noche, hacía años que le tenía tomada la medida. Porque si algo compartían actor y personaje era precisamente su pasión por los licores de alta graduación.

Que Bogart era un dipsómano con clase, eso sí se ha contado mil veces, pero lo que quizá no todo el mundo sepa es que su primer papel importante lo consiguió gracias a esa afición por exprimir botellas hasta el amanecer. En 1936, emperrado en triunfar en Broadway, se presentó a la audición de El bosque petrificado de resaca, sin afeitar y con la ropa como si acabara de tirarse del tren. Nadie habría apostado un centavo por él, pero ganó. Y su interpretación del gánster Duke Mantee le abrió la puerta de la fama.

Todo esto lo cuenta el escritor y periodista Juan Tejero en El método Smirnoff (T&B Editores), un libro que desgrana con detalle, humor, cinismo y nada de moralina las orgías etílicas más demenciales de treinta estrellas de Hollywood. «El hilo argumental es su alcoholismo, pero va más allá», explica el autor. A través de la adicción, se desnuda al personaje con anécdotas tan increíbles que parecerían mentira si no fuera porque están documentadas. «Entonces, los reporteros deambulaban sin trabas por los platós. Lo sabían todo de los actores».

Como esa historia en la que Peter O Toole, el hombre de las mil amantes, y su amigo Peter Finch compraron, en plena curda, el pub donde tomaban la última para evitar que echase la llave aquella noche. Fue en 1959 y rodaban Secuestrados. OToole, que disfrutaba como nadie de las bebidas espirituosas, fue uno de los hellraisers británicos de Hollywood, «gente que cautiva tanto por su pintoresca vida privada como por su talento artístico». Un grupo divertido que no ahogaba sus penas en alcohol, sino que convirtió la ginebra y el vodka en su manera de celebrar la vida.

Con el irlandés bebían Oliver Reed y Richard Burton. Precisamente este último marido de Liz Taylor, con quien compartía afición protagonizó otro de esos chascarrillos de órdago. En una escena de El espía que surgió del frío, su personaje se bebía un whisky de golpe. A él le pusieron ginger ale para grabarla, pero se enfado y pidió que le sirvieran el destilado. Dicho y hecho. El problema fue que ese momento tuvo que repetirse 47 veces. No cuesta imaginar cómo acabó Burton... Y eso que tenía aguante, porque lo primero que se echaba al gaznate por la mañana era un bloody mary.

Ginebra hasta en la leche

Los hellraisers británicos la respuesta al rat pack americano creado por Bogart y heredado por Frank Sinatra, Dean Martin, Peter Lawford y Sammy Davies Jr., de cuyas tropelías también da cuenta Tejero, solo bebían con hombres. Pero en este volumen, catálogo de los últimos libertinos del celuloide, también hay mujeres, pese a que no fue fácil encontrar sus nombres.«Menos mal que estaba ahí Verónica Lake para aumentar el cupo femenino».

También Louise Brooks, uno de los rostros más conocidos y escandalosos del cine mudo. Deslenguada, ninfómana y alcohólica, le echaba ginebra hasta a la leche. Brooksie, como la apodaban sus queridos (y tuvo muchos), disfrutaba de su adicción, todo lo contrario que Frances Farmer, la actriz de Seattle a la que Nirvana dedicó una canción tan desgarradora como su vida. Lo tenía todo para triunfar, pero «la chica dorada de la Paramount era de izquierdas y no encajaba. Ahogó su frustración en vasos de tubo y anfetaminas para no engordar». Pasó hasta por un manicomio.

Sin embargo, la auténtica reina de estos grandes bebedores del cine fue Ava Gardner, «una depredadora sexual, alcohólica y hedonista que amaba la vida y la diversión sin freno». ¿Su cóctel favorito? Vodka, ginebra, whisky, coñac... todo junto. Por cierto, que si creen que las estrellas dipsómanas se extinguieron con el cambio de siglo, se equivocan. El último capítulo de libro recoge las bellaquerías de Russell Crowe, el hombre que engordó cuarenta kilos en dos meses para protagonizar El dilema «a base de bourbon y hamburguesas con queso».

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