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Cereal Lovers, en el madrileño barrio de Antón Martín, le haría saltar las lágrimas al mismísimo Mr. Kellogg. ::
Los bares Kellogg's se ponen de moda

Los bares Kellogg's se ponen de moda

Llega de Londres una nueva tendencia para desayunar y merendar: los bares que sirven bols de cereales. En Madrid ya hay dos con más de 200 referencias de todo el mundo

irma cuesta

Sábado, 25 de junio 2016, 01:29

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Cuando Óscar Vela, Yván Ruiz y Jonás Jiménez viajaban por el mundo, en lugar de comprar postales, cargaban sus mochilas con cajas de cereales. Es esa obsesión compartida, y una amistad alimentada y mimada durante más de quince años, la que hizo que se liaran la manta a la cabeza y, hace cosa de un mes, abrieran en el castizo Mercado de Antón Martín, en pleno centro de Madrid, el primer café de España especializado en cereales. Desde entonces, los fundadores del Cereal Lovers, un lugar que haría llorar de emoción al mismísimo Will Keith Kellogg, inventor de eso que desde hace ya más de un siglo llena los tazones del desayuno de buena parte de los habitantes de este planeta, no dan abasto.

Pura casualidad

  • La historia de un error. En 1877, el doctor John Harvey Kellogg inventó un bizcocho hecho de trigo, avena y harina de maíz destinado a los pacientes que sufrían del intestino. Era, decía, un alimento «sano, listo para comer y efectivo para evitar la masturbación». Luego sería su hermano Will quien, tras olvidar los cereales en el fuego y convertirse aquello en una suerte de hojuelas, inventó los copos de maíz. Fundó la compañía Kelloggs en 1906. Tres años después, había vendido un millón de cajas. Un siglo después,

  • Kelloggs y Nestlé son las empresas que más cereales venden en el mundo.

Solo hace falta poner un pie en el bar para imaginar cuánto habrá costado dar con semejante botín culinario: casi 200 tipos de cereales llegados de todos los confines de la tierra que el visitante puede regar con nada menos que 25 tipos de leche; desde la fresca de vaca, que cada día les llevan desde una granja del sur de la capital, hasta la de cáñamo, además de todo tipo de zumos de fruta, yogur, café, té, helado vegano y ¡hasta gazpacho y sopa! Eso, por no hablar de los sesenta toppings Conguitos, Oreo, Filipinos, M&Ms, frutos secos... con los que uno puede coronar la jugada.

Óscar, que tiene 43 años y aunque esté embarcado en esta aventura no ha abandonado su trabajo como creativo publicitario, dice que él es de los que toma cereales por la tarde y por la noche. «Yo, nada del desayuno. Los cereales, de los que me declaro fanático, no solo pueden y deben tomarse al comenzar el día. En España aún hay poca cultura al respecto, pero poco a poco las cosas van cambiando», dice confesando que ha sido complicado cerrar acuerdos con distribuidores de Japón, Nueva Zelanda o Tailandia para poder ofrecer en el bar sus productos.

Abuelas con sus nietos

De momento, tanto él como sus dos socios ya han conseguido que el carnicero del mercado aparque un par de días a la semana el café con churros de la mañana y se pase por el Cereal Lovers. Porque, aseguran, solo hace falta probarlos para darse cuenta de que merecen la pena. «La verdad es que tenemos toda clase de público. Desde los jóvenes, que en principio son los que este tipo de producto les resulta más cercano, a señoras mayores que vienen a merendar con sus nietos, gente que llega de otras ciudades y nos busca, y personas que estuvieron en un país determinado hace tiempo y quieren encontrar los cereales con los que entonces desayunaban cada día».

El empresario habla del producto nacional, que sirven a tres euros el tazón pequeño, y del internacional, que se pone en 3,50, y de las ediciones limitadas, de las que Cereal Lovers tiene quince, incluidas las de Batman (de chocolate y fresa), Superman y Star Wars, o las de los míticos Froot Loops, esos que pueblan las películas americanas, tienen forma de aritos de colores y a él le vuelven loco.

La exitosa idea de los cereal bars partió de los hermanos Gary y Alan Keery, pioneros en Europa. Hace ya dos años que estos gemelos de Belfast inauguraron el Cereal Killer Cafe en Brick Lane, uno de los barrios hipsters de Londres. Famosos después de sufrir el ataque del grupo anarquista Class War, contrariado porque entendían que el negocio contribuía a atraer gente rica y con ello a subir los precios, se les encendió la bombilla una tarde de domingo con antojo de un tazón de cereales que en ningún bar de su barrio fueron capaces de servirles.

Inspirados en ellos, otros cuatro amigos de Madrid decidieron abrir Cereal Hunters en la calle Mejía Lequerica del mítico Malasaña. Este nuevo templo de los Lucky Charts, los Fruit Loops, los Vaffle Crisp, o los más modestos pero igualmente importantes Corn Flakes del señor Kellogg, levantó la persiana casi al mismo tiempo que Cereal Lovers.

Cuando uno piensa que está ante una más de las muchas iniciativas gastronómicas que está trayendo de la mano esta suerte de fiebre foodie, ellos aseguran que no; que sus cereales de medio mundo han venido para quedarse.

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