Edición

Borrar
Carruaje en la localidad húngara de Kocs en 1890. :: R. C.
¿Por qué llamamos coches a los coches?

¿Por qué llamamos coches a los coches?

Los carruajes ligeros que se empezaron a montar en Kocs (Hungría) revolucionaron el transporte y acuñaron el vocablo que da nombre al vehículo en varios idiomas

borja olaizola

Jueves, 16 de junio 2016, 01:37

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

En el origen era un carruaje pesado y rígido tirado indistintamente por bueyes o caballerías que no se diferenciaba mucho de los que cargaban los pertrechos de las legiones romanas en sus campañas. Durante siglos los carros fueron utilizados únicamente para el transporte de mercancías. Su peso les hacía encallar con frecuencia en los caminos, sobre todo cuando había barro, y cualquier desplazamiento requería una buena dosis de paciencia porque los que iban a pie solían ir más ligeros que los que viajaban en el pescante. Quienes tenían necesidad de viajar con cierta premura (y poseían los recursos y la forma física para hacerlo) recurrían por tanto al caballo, animal sin el que es imposible concebir el transporte hasta la llegada de la Revolución Industrial.

A finales del siglo XV la pequeña localidad húngara de Kocs, al noroeste del país, era parada obligada en la ruta entre Budapest y Viena, una de las más frecuentadas en la época. Al calor de ese tránsito de vehículos, caballos y viajeros había nacido una pequeña industria especializada en la reparación de los carruajes, los trailers de la época. El encargado de uno de aquellos talleres tuvo una visión que revolucionaría el transporte de viajeros a partir de entonces: aligerar uno de los carruajes para que fuese capaz de ir más deprisa y añadir a su chasis un compartimento cubierto para proteger a los pasajeros de las inclemencias del tiempo.

Cerca de Budapest

  • Lagos y bosques. Kocs apenas alcanza los tres mil habitantes. Se encuentra al noroeste de Hungría, a 75 kilómetros de Budapest, muy cerca de la frontera con Eslovaquia. Está rodeada de bosques y lagos.

  • Kocswagen. En 1518 el diplomático austriaco Sigmund von Herberstein, habitual viajero entre Moscú y Viena, descubrió el célebre carruaje y lo llamó Kocs Wagen (el coche de Kocs), contribuyendo a su popularización.

  • Coaching Kocs también ha dado al diccionario la palabra coaching, hoy tan de moda.

No fue lógicamente un proyecto que cuajó de la noche a la mañana, sino un proceso que fue avanzando poco a poco a base de éxitos y fracasos. Los responsables del resto de los talleres de Kocs acogieron muy probablemente con risotadas y chanzas la ocurrencia de su colega, pero a medida que fueron comprobando que su idea podía no ser tan descabellada empezaron a ensayar sus propias soluciones. Uno utilizaba maderas más ligeras, otro incorporaba una primitiva suspensión para hacer más estable el vehículo, el de más allá sustituía las ruedas macizas por otras con las llantas ahuecadas... Kocs, en fin, se transformó en una especie de laboratorio de la industria del carruaje, una versión primitiva de uno de esos polos de investigación y desarrollo que suelen alumbrar el camino del futuro.

La experimentación empezó a dar sus frutos y en los primeros años del siglo XVI ya estaban perfiladas las características básicas de lo que con el tiempo pasaría a ser conocido como el kocsi szekér, carruaje de Kocs en húngaro, y más tarde simplemente como kocsi, es decir, de Kocs, término que está en el origen de la palabra coche.

Más ligera

El kocsi era una carroza de cuatro ruedas mucho más ligera que las habidas hasta entonces, lo que permitía que fuese impulsada por veloces caballos en lugar de los parsimoniosos bueyes. Incorporaba un compartimento en el que podían viajar cuatro pasajeros y tenía también una plataforma específica para llevar sus equipajes. Los viajeros iban protegidos de la lluvia, el barro y el frío, que hasta entonces habían sido compañeros inevitables de todo aquel que se echaba a los caminos.

Lo más revolucionario del nuevo transporte fue que las carrozas de Kocs eran capaces de recorrer hasta 75 kilómetros al día, una distancia entonces vertiginosa, con la ventaja añadida de que el desgaste físico era mucho menor que el que se experimentaba haciendo el mismo trayecto a lomos de un caballo. Los kocsi no tardaron en hacerse un hueco en las caballerizas de las residencias de los notables de la época. Su presencia hizo posible la apertura de líneas de pasajeros y mercancías entre las principales ciudades europeas, lo que supuso un empujón sin precedentes al comercio. La demanda creció de tal forma que muchos de los trabajadores de los talleres de Kocs, algunos simples aprendices, se instalaron en otras localidades para fabricar sus propias carrozas con los conocimientos adquiridos. Fue el origen de la industria del coche y de su propio nombre.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios