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Keith Wiedersheim conversa con Els, una de las mujeres con las que se relacionósu padre Manfred, enel jardín de su casa de Ciudad del Cabo en un fotograma del documental ‘Mothertongue’.
Las mujeres misteriosas de Manfred

Las mujeres misteriosas de Manfred

Un ejecutivo explora la personalidad oculta de su padre a partir de una carta que le dejó a su muerte. Un documental retrata a través de las mujeres que trató algunos de los episodios más convulsos del siglo pasado

borja olaizola

Jueves, 26 de mayo 2016, 01:34

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Querido Keith, te invito a que te unas a mí en una aventura...». Keith Wiedersheim se estremeció al leer el encabezamiento de la carta que le había dejado su padre. La misiva estaba encima de un grueso pliego de documentos guardados en una caja; era obvio que su progenitor lo había dispuesto todo para que fuese lo primero que saliese a la luz después de su muerte. El legado, descubrió Keith, comprendía 600 cartas que su padre había escrito a las mujeres más importantes de su vida. ¿Qué hacer? ¿Devolver la caja al rincón más oscuro del armario o seguir el juego que le proponía?

El punto de partida de Mothertongue, el primer documental de la vizcaína Teresa Sendagorta, es el guiño que Manfred Wiedersheim lanza a su hijo Keith desde la tumba. Keith, en ese momento un ejecutivo cincuentón abrumado por su trabajo, ve en la invitación una oportunidad para aclarar algunas de las incógnitas que le habían perseguido desde que era niño. ¿Por qué su padre no le había hablado nunca en alemán? ¿Qué había hecho para que él y todos sus hermanos creciesen con un profundo sentimiento de desarraigo? ¿Cómo se comportó cuando los nazis se hicieron con el poder en su país?

Las mujeres que aparecían en aquellas cartas eran ya muy mayores y no podía dejar pasar mucho tiempo más si quería que le contasen cosas de su padre. «El proyecto observa Teresa Sendagorta se precipitó precisamente porque una de las mujeres con las que ya habíamos contactado, una compañera de trabajo del padre de Keith, murió días antes de que se produjese el encuentro que habíamos concertado. Eso hizo de alguna forma de detonante y aceleró todo el proceso». La directora, compañera sentimental de Keith, ni siquiera se había planteado que de aquello pudiese salir una historia. «Surgió sobre la marcha; primero quisimos grabar las entrevistas con las mujeres para conservarlas como testimonio y más tarde empecé a pensar en cómo darle forma cinematográfica a aquel material».

Keith y Teresa viajan primero a Beirut, donde vive su hermanastra y también la primera mujer de su padre. La cámara es testigo del sentimiento de desarraigo que comparten los dos hermanos: «Crecimos lejos de Alemania y no tenemos raíces propias», dice ella. «Recuerdo haber oído en boca de nuestro padre que Alemania era una nación de perdedores y que no tenía nada que aportar a la humanidad», le responde él. Y zanja ella: «Le embargaba un sentimiento de culpabilidad por lo que ocurrió en la guerra; en cierto modo le removía la conciencia no haber hecho nada para evitarlo».

Espía de los nazis en Madrid

Manfred, el padre, apenas hablaba con sus hijos de la época de la guerra. Los testimonios de sus mujeres van sacando a la luz que sirvió como médico militar en Kiev, Praga o Francia. Acabada ya la contienda, hacia 1950 abandona en Berlín a su esposa y su hija y se va a Sudáfrica con otra mujer, Els. Es la propia Els la que revela a Keith en su domicilio de Ciudad del Cabo algunos de los rasgos de la personalidad de su padre, un hombre seductor y voluble que hizo de su vida una aventura. La madre de Keith, Adi, habla a su vez desde su casa familiar de Namibia de lo difícil que fue su relación con él debido a sus arrebatos de furia y sus continuas infidelidades.

La cámara viaja también a Bruselas, donde otra vieja amiga de Manfred, la británica Audrey, cuenta desde el asilo donde está internada cómo compartió educación con él en Alemania cuando eran niños. Audrey también se entretiene hablando de su papel como espía de los nazis en el Madrid inmediatamente posterior a la Guerra Civil española. Los testimonios de las mujeres de Manfred, en definitiva, dibujan pinceladas de una época convulsa que sirven para que el propio Keith pueda ordenar los demonios familiares que se agolpaban en su cabeza. ¿Quién era en realidad su padre? Quizás la respuesta más clara la da otra de sus amigas de Sudáfrica cuando coge un ejemplar de La Odisea de Homero, lo alza con su brazo y mira con intensidad a Keith mientras le dice: «Tu padre está aquí, ¡Manfred es Odiseo!».

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