Edición

Borrar
La agente 002

La agente 002

Beatriz Méndez de Vigo es la jefa de los espías españoles. Lleva 33 años en la casa y fue una de las primera mujeres en entrar en el CNI. Su primera misión fue en el Telón de Acero

fernando miñana

Jueves, 5 de mayo 2016, 01:12

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

La mayoría de los espías acaban arruinando su vida sentimental. Beatriz Méndez de Vigo no es una excepción. A sus 57 años, esta madre de dos hijas Marina, de 30 años, y Carmen, de 27, ya hace algún tiempo que está separada. Su trabajo es secreto hasta para la familia. Y eso es difícil de soportar. Si hasta su madre se queja de que en casa, cuando se reúne el clan, apenas abre la boca.

Beatriz Méndez de Vigo, ya ha quedado claro, es la discreción personificada. No solo porque desde hace cuatro años es la secretaria general del Centro Nacional de Inteligencia (CNI). Es un hábito adquirido de sus años como agente de campo. Porque ella antes fue espía que jefa. Y más jefa será si se confirma lo que se cuece en los mentideros, que está llamada a ser la próxima directora del CNI cuando se jubile su superior, Félix Sanz Roldán, ya en los 70.

La superespía española fue una de las primeras mujeres que ingresó en el CNI cuando aún se denominaba, después de la Transición, Centro Superior de Información para la Defensa (CESID). Ella misma lo explica en un artículo en primera persona que acaba de publicar en la revista Telva. Méndez de Vigo rememora su llegada a una institución plagada de militares que trataban con desdén a sus primeras compañeras.

Han pasado 33 años desde que aquella joven recién licenciada en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid tomó un camino inesperado. «Poco después me convocaron, por intermediación de un amigo de la familia, a una misteriosa entrevista de trabajo». La citaron en una oficina sin nombre. Todo muy enigmático. Ella acudió a la cita pensando que era para trabajar en un banco, pero la primera pregunta cambió de golpe su percepción. «¿Lee usted los periódicos?». El trato le hizo pensar que su entrevistador era un militar.

No fue una deducción complicada. Beatriz Méndez de Vigo tenía al Ejército en casa. Su padre, que un año antes había muerto de un infarto fulminante con solo 55 años, era teniente coronel de Infantería. Un camino que también había seguido su hermano Pedro. Así que no le resultó difícil desenmascarar a aquel oficial que, en realidad, andaba buscando a gente que supiera idiomas. Y ella dominaba el inglés y el alemán.

De golpe, en 1983, se vio en el CESID. Dicen que a los 45 días ya trabajaba como espía. Méndez de Vigo llegó además con padrino, Emilio Alonso Manglano, un teniente coronel amigo de su padre que llegó a dirigir el servicio de inteligencia tras el 23-F y que tuvo que dimitir por las escuchas ilegales a personalidades como el Rey Juan Carlos.

Pasado aristocrático

Su familia no es una cualquiera. Son descendientes del marqués de Cubas y el de Esquilache. Ella es bisnieta del marqués de Atarfe y su madre, Paloma Mantojo, es la condesa de Areny. De sus tres hermanos, Íñigo, barón de Claret, es el actual ministro de Educación, Cultura y Deportes, y hace cuatro años, cuando su hermana alcanzó la secretaría general del CNI, ostentaba el cargo de secretario de Estado para la Unión Europea. La pequeña, Valeria, trabaja para una ONG que asiste a los más necesitados. Mientras que su exmarido, José Luis Ruiz-Navarro, es miembro del cuerpo de letrados de las Cortes Generales desde 1983 y también da clases de Derecho Civil en la universidad.

De todas formas, a Beatriz Méndez de Vigo nadie le ha regalado nada. Su primera misión, siendo muy joven, consistió en analizar lo que ocurría detrás del Telón de Acero. De ahí que un momento especialmente emocionante para ella fuera la caída del Muro de Berlín, por su pasado en esta ciudad partida en dos y por sus años en el Colegio Alemán de Madrid.

EL CNI AL DETALLE

  • 3.500

  • personas trabajan actualmente en el Centro Nacional de Inteligencia.

  • Más mujeres

  • Desde sus orígenes en el CESID, donde casi todo eran hombres y miembros del Ejército y de las Fuerzas de Seguridad del Estado, ha habido muchos cambios. Ahora, el 32% de los espías son mujeres y el 62% procede del ámbito civil. Beatriz Méndez de Vigo es la cuarta secretaria general de la historia y la favorita para convertirse en la futura directora del CNI.

  • Dos mil euros de sueldo

  • Los agentes del CNI tienen una media de 40 años y cobran dos mil euros como mínimo. Muchos ingresan un 40% más que un policía o un guardia civil del mismo rango.

Nunca se arrugó. Ella es digna heredera de su madre, una dama con una «energía admirable», penúltimo eslabón de una saga de mujeres independientes que priorizó la educación de sus hijos y les inculcó el valor del esfuerzo y la satisfacción del trabajo bien hecho. Las antepasadas de Méndez de Vigo siempre fueron personas cultas, viajadas y políglotas. Su abuela fue periodista en el diario El Sol cuando no abundaban las mujeres en esta profesión. «Como no estaba bien visto que una mujer fuera sola al trabajo, contrató a un chaperón persona que se encargaba de vigilar a las jóvenes para que la acompañara cada día al periódico».

Con la desaparición del Pacto de Varsovia fue trasladada al departamento de Relaciones Internacionales y después de casi dos décadas acabó dirigiéndolo. Méndez de Vigo conoce bien la casa por dentro. En 33 años ha visto como ETA ha dejado de ser la principal amenaza para España, un relevo que ha tomado el terrorismo yihadista, que llega armado con las nuevas tecnologías. Por este motivo, el CNI está haciendo un esfuerzo extra en ciberseguridad.

Sus dominios dependen ahora directamente de la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, con la que mantiene una excelente amistad. Pero Beatriz Méndez de Vigo es quien autoriza las misiones, controla cada acción y revisa los informes que llegan al Gobierno. Todo en secreto, claro. Una forma de vida que se convierte en obsesiva, como explicó hace unos años. «Al final, en tu vida fuera de aquí no hablas de nada, a veces no sabes si cualquier argumento que manejas en una conversación, por intrascendente que sea, se debe a una información secreta o a una operación en curso. Ante la duda, cierras la boca. Como bromea mi madre: Beatriz ya no habla ni del tiempo».

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios