Edición

Borrar
La fiesta de las 2.000 jorobas

La fiesta de las 2.000 jorobas

Mongolia ha batido el récord mundial de la mayor carrera de camellos. El país quiere promover la cría de este ganado, el más escaso de sus ‘cinco hocicos’

c. benito

Jueves, 21 de abril 2016, 00:48

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Mongolia es un país orgulloso de sus animales. Si alguien se atreve a decirle a un mongol que su tierra es pobre, lo más probable es que se le ría a la cara: ¿cómo va a ser pobre, si hay dieciséis cabezas de ganado por persona? ¿Qué otro estado del planeta se atreve a soñar siquiera con tal abundancia? En la cultura tradicional de los nómadas, esa proporción es una de las pocas maneras de medir el bienestar, y la Mongolia contemporánea sigue pendiente cada año de la estadística sobre su cabaña nacional, como si fuese el mejor indicador del pulso de la nación. El documento recoge el número de ejemplares de cada uno de los llamados cinco hocicos: los más de veinte millones de ovejas, los diecinueve millones de cabras, los casi tres millones de vacas y yaks, los dos millones y medio de caballos y, siempre cerrando la lista, los 322.000 camellos.

Este último dato se ha convertido en motivo de preocupación. A mediados de los años 50, el número de camellos domésticos en Mongolia rondaba los 900.000. Para los nómadas, el camello bactriano, con sus dos jorobas, su pelambre rebelde, su mueca sarcástica y su carácter imprevisible siempre fue un compañero difícilmente superable: requiere poquísimos cuidados, aguanta con el mismo estoicismo los 40 grados del verano que los 30 bajo cero del invierno, puede sobrevivir un par de semanas sin comer ni beber... Y, a cambio de casi nada, sirve de veloz y resistente montura con la calefacción incorporada de sus jorobas, es capaz de cargar con toda la cacharrería necesaria para la vida itinerante y proporciona leche, carne y pelo para tejer o para trenzar cuerda.

Pero la modernidad no se ha mostrado simpática con esta criatura del desierto: los ganaderos fueron dando la espalda al duro y altivo camello, con lo que su peso en el censo ganadero menguó rápidamente. Hace una década, ya solo quedaban 150.000. La cifra no llegaba al extremo dramático de sus primos salvajes, de los que queda poco más de un millar de ejemplares repartidos entre el Gobi chino y el Gobi mongol, pero bastó para que saltasen las alarmas y se impulsase la recuperación.

Torneo de polo

Ha habido iniciativas tan singulares como la liga de polo con camellos, ocurrencia de un parlamentario con la que se entretienen unos cuantos residentes de la capital. También se ha impulsado el reconocimiento internacional a una costumbre sorprendente: el año pasado, la Unesco incluyó en su catálogo de bienes intangibles el ritual para conseguir que una camella acepte al hijo que ha rechazado, o incluso a una cría ajena, basado en una canción similar a una nana que va doblegando su resistencia. Y está, en fin, el Festival de los Mil Camellos, una reunión multitudinaria y vistosa que tiene lugar cada mes de marzo en la provincia meridional de Umnugobi. «Es una celebración del modo de vida en el Gobi y una posibilidad para los pastores tradicionales de formar comunidad en un momento de aislamiento, al final del invierno. La mayoría de los camellos domésticos son propiedad de pastores que viven en las comarcas más periféricas del país. A los mongoles les encantan las fiestas, y eso se nota en el ambiente», explica a este periódico la británica Jess Brooks, cuya empresa Eternal Landscapes organiza rutas por la Mongolia más auténtica.

El festival, que atrae cada año a miles de turistas hasta los parajes de líneas austeras del desierto mongol, se ha revelado como un instrumento idóneo para promover la cría de camellos. Allí nunca faltan las coloristas vestimentas regionales, las danzas ni los torneos de lucha, pero el principal aliciente es la congregación de rebaños llegados de varias provincias. La edición de este año ha logrado batir el récord Guinness de la mayor carrera de camellos: 1.108 animales completaron los quince kilómetros del recorrido, con un tiempo de treinta y cinco minutos para el vencedor. Además, una hembra parió durante el evento, lo que se ha considerado un excelente augurio de cara al porvenir de la especie y, en definitiva, de la gran riqueza mongola.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios