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La Carmena de Colonia

La Carmena de Colonia

A la alcaldesa Henriette Reker la acuchillaron por defender a los inmigrantes. Ahora se hunde por sus consejos antiviolaciones

ivia ugalde

Sábado, 9 de enero 2016, 12:01

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Hace tres meses, con solo mencionar su nombre, un soplo de inspiración recorría Alemania. Henriette Reker no tenía colores políticos. Tampoco los necesitaba porque con su encendido discurso en pos de la igualdad y de la acogida de refugiados emocionaba a los votantes. O les hacía perder la cabeza, poseídos por la ira. Como el fanático neonazi que un día antes de las elecciones del 18 de octubre le clavó un cuchillo de 30 centímetros en el cuello. A punto estuvo de matarla. Pero ella, acostumbrada a no rendirse, se repuso y desde la cama del hospital conquistó la alcaldía de Colonia. El idilio ha durado hasta que su boca la ha traicionado. Los que antes la aplaudían, ahora la abuchean por su guía de «consejos» para que las mujeres no sean violadas.

Al detalle

  • Orígenes. Nacida en Colonia el 9 de diciembre de 1956, Henriette Reker es jurista de profesión. Está casada con el conocido jugador de golf australiano Perry Somers.

  • Triunfo político. Se convirtió en alcaldesa como candidata independiente al cosechar el 52,6% de los votos. Recibió el apoyo del partido de Merkel, los liberales del FDP y Los Verdes.

  • Su experiencia más amarga. La mañana previa a los comicios, el 17 de octubre, un ultraderechista de 44 años se abalanzó sobre ella y le clavó un cuchillo de 30 centímetros en la tráquea.

La ola de abusos sexuales que sembró el terror en Nochevieja en las calles de su ciudad la ha puesto en la picota. La Carmena alemana como la han bautizado destiñe. La culpa la tiene haber respondido sin pensar mucho la pregunta de una periodista sobre cuáles serían, en su opinión, las pautas de prevención más adecuadas contra las agresiones. «Siempre es una posibilidad mantener una cierta distancia, de más de un brazo. Y no acercarse mucho a personas extrañas o con quienes no se tiene una buena relación de confianza», lanzó a los micrófonos la política independiente, de 59 años.

Las redes sociales pusieron el grito en el cielo y en cuestión de minutos ya era diana de dardos sarcásticos, aunque no exentos de indignación. Porque la que había sido una candidata moderna, adalid de las libertades individuales, de la dignidad y de los principios democráticos llegó incluso a advertir a las mujeres que ni se les ocurriera eso de irse «con uno o con otro», dejándose llevar por la euforia de la fiesta. Vamos, que nada de ir provocando a los hombres.

De nada sirvió que tratara de disipar la polvareda. Reker dijo que la habían malinterpretado, que en ningún caso trasladó la responsabilidad a las mujeres y hasta culpó a los medios de tergiversar. La semilla de la discordia estaba sembrada. Brotó con ímpetu en Twitter. «Nunca me he sentido más segura desde que me paseo con los brazos abiertos», lanzó una usuaria. Otra le secundó, también con tono bromista: «Los efectos perniciosos de la distancia de más de un brazo: ya no puedo pagar en caja». Fueron solo una de las miles de contestaciones que recibió. Casi todas tildaban de «vergüenza» su receta antiviolaciones por instar a cambiar el comportamiento de las víctimas y no a los agresores.

A Reker, jurista de profesión y casada con un golfista profesional australiano, ni siquiera le echaron un capote sus compañeros políticos. Saben mejor que nadie que una metedura de pata la puede tener hasta el más avezado. Pero ni con esas se contuvieron a la hora de hacer sangre. «Los tiempos en los que las mujeres no podíamos movernos con libertad y llevar minifalda han pasado», espetó contundente la ministra de Familia y Mujer, Manuela Schwesig. Tampoco se quedó callado el titular de Justicia, Heiko Maas: «Los responsables son los autores».

Patinazo verbal

Sus defensores hablan de un patinazo verbal y recuerdan su elogiable pasado. Antes de asumir la alcaldía, Reker trabajó durante cinco años como funcionaria en el Departamento de Asuntos Sociales, Integración y Medio Ambiente en Colonia. Su sello distintivo era la defensa de la tolerancia, la multiculturalidad y la política de puertas abiertas de Alemania a quienes huyen de la guerra. Precisamente su apoyo a la decisión de Merkel de abrir las fronteras a los refugiados le costó la cuchillada en la tráquea mientras visitaba un quiosco de la CDU, el partido de la canciller. Ahora se muestra más recelosa con los recién llegados.

Reker ha torcido el morro a los desplazados tras saberse que los abusos sufridos por un centenar de mujeres el 31 de diciembre se atribuyen a un millar de hombres de aspecto árabe y del norte de África. «Es necesario explicarles la diferencia entre un ambiente feliz y festivo y un ambiente de apertura sexual», subrayó. Por si acaso, ya ha avisado de que reforzará la presencia policial de cara a los famosos carnavales que Colonia celebra cada febrero.

Con su imagen seriamente vapuleada, necesita una forma de resarcirse. Barrer para dentro de casa. Aunque con ello la alcaldesa tenga que enseñar los dientes a los refugiados. Es consciente de que los grandes tumultos son el mayor caldo de cultivo para las agresiones sexuales. La experiencia la tiene fresca en Colonia: los violadores rodearon a sus víctimas y encendieron petardos y fuegos artificiales para desatar sus perversiones gracias al caos generado.

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