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Sepultura de Teresa en el bosque de Bausén.
El cementerio de Teresa

El cementerio de Teresa

Teresa ocupa la única y solitaria tumba del cementerio más pequeño de España; está en Bausén, en el Valle de Arán

José Antonio Guerrero

Domingo, 1 de noviembre 2015, 07:55

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Esta es una historia única entre el cielo y la tierra, la historia de Teresa, la solitaria moradora del cementerio más pequeño de España, levantado hace justo 99 años en los bosques de Bausén, un pueblecito de postal de 51 almas, en el Pirineo leridano. Hoy, cuando saquemos al frío de las tumbas los crisantemos, tampoco faltarán flores frescas sobre la lápida de Teresa. A la sepultura se accede a través de una cancela de hierro abrazada por un recio muro de piedra. Allí yace Teresa sola frente a la eternidad. Es la única difunta con cementerio propio. Lo construyeron sus vecinos expresamente para ella la misma noche que murió, en un noble ejercicio de solidaridad y cariño. Un gesto que encierra, además, una historia de amor que bien podría haber firmado Allan Poe, el escritor romántico que veía en la luna el sol de los muertos.

"El cementerio de la Teresa", como lo llaman sus paisanos, se abre paso bajo un tupido robledal, a 800 metros del casco histórico de esta villa del Valle de Arán. No está señalizado, pero todo el que sube al pueblo a practicar senderismo por sus bellísimos alrededores se desvía del camino para dejarse embriagar por lo místico del lugar y su fascinante historia.

La pareja "pecadora"

¿Por qué Teresa ocupa el único sepulcro del cementerio? Hay que remontarse a los primeros años del siglo XX cuando una adolescente Teresa se enamoró de su primo Sisco. La pareja quiso hacer las cosas bien y casarse por la Iglesia, como mandaban los rigurosos cánones de la época. Pero su grado de parentesco exigía una dispensa canónica que costaba un dinero que los jóvenes, de origen humilde, no tenían. Cualquiera con posibles habría obtenido el permiso eclesial sin mayor problema. No era su caso. A duras penas sacaban para sobrevivir trabajando la tierra. Ello no impidió que los dos enamorados mantuvieran su relación contra viento y marea, y fundaran un hogar juntos. El cura de Bausén les dio la espalda por pecadores, no así los vecinos que les trataron como a cualquier otro matrimonio, sin miradas inquisidoras, ni chismorreos a sus espaldas.

Sisco y Teresa tuvieron dos hijos y, aunque con apreturas, vivieron felices hasta que ella murió prematuramente por culpa de una neumonía. Ocurrió el 10 de mayo de 1916. No llegó a cumplir los 34. Él quiso enterrar a su amada en el cementerio del pueblo, pero el párroco se negó a "profanar" tierra santa con el cuerpo de "una pecadora", pues así se consideraba a las que habían sido madres sin estar casadas por la iglesia. A falta de recintos civiles en los camposantos religiosos, a los muertos 'en pecado' (madres solteras, suicidas, prostitutas) les aguardaba el triste destino de un agujero en mitad del monte.

Así que esa misma noche los vecinos se conjuraron para dar a Teresa la dignidad de su última morada, y piedra sobre piedra levantaron en un claro del bosque, no muy lejos de la aldea pero lo suficientemente apartado como para pasar desapercibido, un pequeña cementerio, con su rocoso cercado, su puerta enrejada y su árbol dando sombra a una lápida en la que aún se puede leer la dedicatoria (con una pequeña errata) de su marido ('Rercuerdo a mi amada Teresa que falleció el 10 de mayo de 1916 a la edad de 33 años'), y otra de sus hijos ('A nuestra querida madre').

Sisco y los niños continuaron en el pueblo, pero se exiliaron a Francia (la frontera apenas dista diez kilómetros) en la Guerra Civil, donde hoy viven sus descendientes. "Los bisnietos siguen viniendo de vez en cuando, porque aquí tienen una casa", cuenta la alcaldesa de Bausén, Verónique Noelle, que le está dando vueltas a la posibilidad de organizar algo con motivo del centenario de la muerte de Teresa y su curioso camposanto, en mayo del año que viene.

La periodista Nieves Concostrina, que tanto y tan bien ha escrito de los difuntos, puso en el mapa 'El cementerio de la Teresa'. Aunque el curioso paraje es conocido en el Valle de Arán, éste sigue conservando cierto halo de misterio, una especie de energía telúrica que atrae a todos los excursionistas. "No hay senderista que no se desvíe unos minutos del camino y se acerque a ver la tumba", cuenta Concostrina, maravillada, como todos, por la unión de aquel pueblo hermanado para evitar "semejante tropelía". Igual de complacida se siente la alcaldesa, muy orgullosa de aquellos vecinos suyos que una noche de mayo de hace casi un siglo "se arremangaron" para estar a muerte con Teresa y dar a la buena mujer no ya un entierro digno, sino el mejor de los entierros. La de Teresa será eternamente la tumba más solitaria del cementerio, pero en los bosques del Pirineo ningún espíritu estuvo más acompañado. En su concurrida soledad, el alma de Bausén descansa en paz.

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