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Un jacuzzi de arena en mitad del desierto

Un jacuzzi de arena en mitad del desierto

En Egipto y Marruecos confían la salud a los baños de arena, una terapia a la que atribuyen poderes curativos contra el reúma, el dolor articular y hasta la impotencia

julia fernández

Martes, 15 de septiembre 2015, 22:46

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A Raafat El-Fiqi le cuesta cada vez más levantarse de la cama cuando suena el despertador. No es por pereza. Cuando apoya los pies en el suelo y se impulsa con las manos, un latigazo rápido le azota la espalda. Se queda encorvado hasta que poco a poco consigue erguirse y entonces sí, caminar. Es una lata. Porque también le ocurre en el despacho. La medicina tradicional no ha conseguido poner coto a la tortura diaria que sufre este profesor de matemáticas e investigador de Alejandría (Egipto). Así que su médico le ha recomendado que se encomiende a terapias alternativas para ver si experimenta alguna mejoría.

Hace unos días puso rumbo al desierto. ¿Su destino? El oasis de Siwa, a unos 50 kilómetros de la frontera con Libia. Allí, los lugareños se emplean a fondo en una antigua técnica a la que atribuyen increíbles poderes curativos. Entre ellos, el de quitar el dolor de espalda que castiga a El-Fiqi, además de mejorar el reúma y solucionar problemas de impotencia e infertilidad. Y sin usar ningún tipo de medicamento.

Su única arma contra los contratiempos que amenazan la salud es la arena. Los enfermos son enterrados hasta el cuello en el desierto con el sol cayendo de pleno y el mercurio de los termómetros rondando los 45 grados centígrados. Sobre la una de la tarde, son guiados hasta una zona donde antes unos trabajadores han hecho agujeros con la suficiente profundidad para que quepa un hombre. Se desnudan y se tumban mientras la arena va sepultando su cuerpo de forma progresiva. Solo su cabeza queda al descubierto.

Durante diez o quince minutos, el infierno se hace en su piel. El sudor resbala por sus frentes mientras sus terapeutas se lo enjugan con pañuelos y colocan una especie de tienda de campaña minúscula con la que dar sombra y evitar la insolación. También les suministran agua y té con menta caliente. Visto desde fuera parece más una tortura que un tratamiento. Los rostros de los pacientes se retuercen hasta parecer caricaturas.

Un médico vigilando

En el desierto de Merzouga, cerca de las dunas de Erg Chebbi, donde los bereberes también se emplean en los baños de arena, sus clientes reciben, además, masajes con los pies mientras están enterrados. «Un médico vigila» que todo transcurra con normalidad, precisan los promotores de esta práctica que también promete eliminar toxinas y proporcionar un poco de relax, como si se estuviera en un jacuzzi.

Aunque salir de este spa tan particular no es igual de fácil. Tiene su miga. Los clientes son desenterrados e inmediatamente envueltos en mantas. Sí, mantas de lana a casi 50 grados centígrados. Hay que evitar un enfriamiento brusco del cuerpo, lo que les haría entrar en shock. Luego, les trasladan a una jaima donde beben una especie de tisana caliente. Ahí pueden quedarse todo el tiempo que quieran. Y suele ser bastante porque dicen que se está a gusto.

«Me siento bien, es bueno para la circulación, la respiración...», apunta El-Fiqi después de una sesión. Está convencido de que su espalda va a mejorar con la terapia. Aunque va a necesitar algo de paciencia y de dinero. Cada día de tratamiento cuesta entre 33 y 45 euros, pero incluye el alojamiento y la comida. En Marruecos es algo más barato, 13.

«Se recomiendan entre tres y nueve baños de arena para sentir algún beneficio», explica Isaid Al-Sayyed Haroun, el propietario de una de las empresas que ofrecen este servicio en Siwa. Sigue la tradición iniciada por su abuelo y por su padre con la ayuda de una docena de personas. Sus clientes son mayoritariamente egipcios porque los turistas ya no visitan tanto el país desde el levantamiento que derrocó al expresidente Hosni Mubarak, en 2011. Y la gran mayoría, ocho de cada diez, son hombres.

¿No les asusta el calor?

Muchos dicen que el primer baño es difícil, pero que luego te acostumbras. Es raro que haya alguno que pida dejarlo.

Por cierto, la terapia no acaba en la jaima con la infusión de hierbas. Después de este paso, llega el momento de la refrigeración. En todos los sentidos. Los clientes pasan a una casa donde pueden tomar algo fresco y ponerse ropa limpia. Pero ojo, nada de duchas o baños durante tres días. En Merzouga, los antiguos nómadas aprovechan el trance para que prueben otras cosas. Ali Kallamouche les invita a leche de camella.«Es muy buena para las enfermedades digestivas».

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