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Las mil y una casas

Las mil y una casas

Yo te dejo mi ático de Zaragoza y tú me dejas tu piso de Génova. El intercambio de viviendas en vacaciones se dispara y ya hay medio centenar de webs que lo gestionan. «Además de ahorrar, te sientes menos turista»

borja olaizola

Lunes, 17 de agosto 2015, 10:50

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Si uno está de vacaciones en un hotel de ciudad y se levanta sin muchas ganas de ejercer de turista, el abanico de opciones es bastante limitado: las habitaciones son tan impersonales (y pequeñas) que la perspectiva de pasar en ellas más tiempo del estrictamente necesario para dormir o descansar resulta muy poco tentadora.

«Una de las grandes ventajas que tiene el intercambio es que una casa te da mucho más juego que un hotel: si hace mal tiempo o no te apetece salir a la calle te puedes quedar tan tranquilo leyendo un libro, cocinando o viendo la tele». Laura Martínez, cofundadora de Knok.com, una página web especializada en el intercambio de casas, es una entusiasta de esta modalidad de alojamiento. «Creo que habré intercambiado mi casa unas 29 veces y eso me ha abierto la puerta a lugares y vivencias que probablemente no hubiese conocido alojándome en hoteles», sonríe.

El ahorro en el alojamiento, que suele llevarse más de la mitad del presupuesto de un viaje convencional, es el argumento que siempre sale a relucir a la hora de explicar el espectacular auge del intercambio de casas. «El coste se reduce entre un 50% y un 60% cuando hablamos de estancias de familias en ciudades con muchas demanda turística como San Francisco, Berlín o París», puntualiza Laura Martínez. «El ahorro añade se situaría entre 4.000 y 9.000 euros en el caso de una familia de cuatro miembros por una estancia de dos meses en Nueva York». Pero las económicas no son las únicas razones que juegan a favor del intercambio. Alberto Rodríguez, un barcelonés de 38 años que se ha vuelto un entusiasta del intercambismo, enumera otras ventajas: «Te sientes menos turista porque los dueños te dejan instrucciones que solo están al alcance de la gente que vive allí: sitios que merece la pena visitar y que no salen en las guías, tiendas donde comprar a buen precio, la panadería con el pan más rico, el bar donde se comen las mejores raciones sin que te atraquen a la hora de pagar...».

El intercambio de casas es sencillo. El candidato solo tiene que inscribirse en una página especializada y dejar allí una descripción lo más detallada posible de su vivienda acompañada de unas cuantas fotografías. Hay páginas que cobran una cuota anual en torno a los 100 euros para tener acceso al listado completo de las viviendas aunque en otras es suficiente con registrarse. «La suscripción equivale al coste de una noche en un hotel y te permite acceder a 65.000 hogares repartidos en 150 países tantas veces como quieras en un año», detalla Violeta Díaz, una de las responsables en España de IntercambioCasas.com, una de las páginas líderes en el sector.

Una vez registrado, el aspirante escoge el destino que le interesa y establece contacto con los propietarios de las viviendas allí ubicadas. El siguiente paso es cuadrar las fechas para el intercambio. Lo normal, cuenta Violeta Díaz, suelen ser entre una o dos semanas en verano o fiestas como Semana Santa o Navidades. «Son los propietarios los que se ponen de acuerdo y, si se trata de un intercambio que supone desplazarse a otro continente, a veces los tiempos se alargan hasta uno o dos meses».

El principal obstáculo es el temor a los daños que pueda sufrir la vivienda durante el intercambio. Laura Martínez explica que la suscripción a la página Knok.com incluye un seguro de hogar que cubre cualquier posible desperfecto. Además, añade, los participantes suelen esmerarse en el cuidado de las casas. «En las 29 veces que he estado de intercambio nunca he tenido una mala experiencia, más bien al contrario: a veces me he encontrado mi casa más ordenada de lo que estaba cuando salí de ella». Antonio Rodríguez refrenda esa impresión: «He hecho media docena de intercambios y a la vuelta no me he encontrado un solo rasguño en mi casa».

Les pusieron hasta la cuna

Rodríguez, que se declara partidario de la economía compartida en otros capítulos como los coches o el transporte, sostiene que en el intercambio hay también una primera vez y que una vez dado el paso todo es más sencillo. «Tenemos como una barrera mental que nos hace imaginar con recelo a otras personas curioseando entre nuestra pertenencias, pero una vez que te das cuenta de que no pasa nada descubres una forma estupenda de viajar».

Mar Astruells intercambió una semana su casa de Sitges con la de una familia de París. «Mi marido era bastante reticente a la idea pero le convencí para que lo probásemos al menos una vez y la experiencia fue fantástica». Mar y su esposo viajaron con su hija de seis meses. «Como les había contado de antemano que iba con ella me prepararon de todo, desde una cuna hasta los baberos o la batidora para hacer las papillas. Cuando vas con niños es muy cómodo porque puedes hacer tu propio horario desayunando y comiendo en casa. Además, ves la ciudad con los ojos de los que te dejan el piso porque te dan direcciones y consejos que te hacen sentirte un poco como en tu propia casa. De alguna forma no solo intercambias la vivienda, es como si también intercambiases la vida».

El intercambio es la modalidad de alojamiento que más crece y eso se refleja en la proliferación de páginas especializadas en internet. Laura Martínez calcula que habrá ya más de medio centenar. «Nosotros gestionamos entre 3.000 y 4.000 intercambios al año, así que haciendo una proyección calculo que en España habrá unos 15.000 movimientos anuales, prácticamente el doble que cuando empezamos». No hay un perfil de cliente muy definido aunque su web se ha decantado sobre todo por las familias. «Hay gente de todas clases sociales y a veces te encuentras hasta sorpresas como la de una clienta que descubrió por las fotos colgadas en la casa que había intercambiado su casa con la de una entrevistadora famosa de la televisión de EE UU».

No todas las casas son viviendas habituales. Alberto Guirau, de Homecompartia.com, una página gratuita, trabaja sobre todo con segundas residencias. «En España hay un parque muy importante en zonas de costa y la demanda ha crecido de forma considerable en los tres años de actividad que llevamos». La mayor parte de las viviendas de su empresa están situadas en territorio nacional, sobre todo en el litoral de Valencia y Andalucía, aunque también hay una oferta cada vez más amplia en áreas de esquí. Fuera de nuestras fronteras, donde la cultura de la segunda residencia no está tan consolidada, la mayor parte de las casas que aparecen en los listados son viviendas habituales.

La oferta que puede encontrarse en las páginas especializadas abarca casas de todo tipo, desde una roulote a granjas en el campo, casas-barco, pisos urbanos e incluso grandes mansiones. Antonio Rodríguez cuenta que cuando intercambió su piso de Barcelona con una familia de Roma se quedó sorprendido: «Era un apartamento que estaba a un paso del Panteón, en el cogollo de la ciudad».

Laura Martínez, por su parte, sostiene que en el intercambio suele ocurrir lo contrario de lo que pasa con los apartamentos o los hoteles que se reservan por la red: «Como no son profesionales, las fotos que cuelgan no están muy bien y no hacen justicia a las casas. Cuando hicimos un intercambio con una familia del Lago Como, en Italia, nos sorprendimos porque al llegar nos encontramos con un casón estupendo, situado en la mejor zona y con un jardín que tenía hasta su propio jardinero».

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